Para poder responder a esa cuestión hay que tener en cuenta que solo hacía dos años que el ejército alemán había dejado de bombardear Londres y que el pueblo británico sentía un odio irreprimible hacia el nazismo y todo lo relacionado con él. Por lo tanto, odiaban también a las hermanas del futuro consorte: todas ellas casadas con príncipes y aristócratas alemanes que habían combatido en el bando de Hitler y que en mayor o menor medida simpatizaron con el régimen nacionalsocialista. Ese fue el motivo por el que les prohibieron asistir a la boda y la razón por la que el marido de la Reina tuvo que repudiar a gran parte de su familia. Una familia muy vinculada a la realeza pero cuyo destino se asemejó bastante al de una tragedia griega.
Revueltas, crisis psicológicas y un futuro matrimonial oscuro
El Príncipe Felipe nació el 10 de junio de 1921 y falleció el 9 de abril de 2021 a los 99 años. Era el menor de los cinco hijos que tuvieron el Príncipe Andrés de Grecia (hijo del Rey Jorge I de Grecia y nieto del Rey Cristian IX de Dinamarca) y la Princesa Alicia de Battenberg(nieta de la Reina Victoria). Mucho antes que él habían nacido sus hermanas: las princesas Margarita (1905), Teodora (1906), Cecilia (1911) y Sofía (1914). Todos ellos vivían por aquel entonces en el Palacio de Mon Repos en calidad de miembros de la Familia Real Griega, pero las sucesivas revueltas políticas en el país acabaron derivando en la proclamación de una República en 1924 y esto supuso el exilio de la Familia Real.
Este acontecimiento fue la gota que colmó el vaso de la delicada estabilidad familiar, que acabó desbordándose cuando al poco tiempo el Príncipe Andrés decidió trasladarse a Mónaco para disfrutar lo que le quedaba de vida sin ninguna preocupación. Mientras que su hijo Felipe (de apenas 10 años) fue enviado a Inglaterra para que su familia materna se hiciera cargo de él, el futuro de las hijas mayores era cada vez más incierto. Desesperadas por independizarse y formar sus propias familias, todas ellas acabarían casándose con aristócratas y príncipes alemanes - con las que les unían lazos de parentesco bastante cercanos - entre los años 1930 y 1931.
La primera en hacerlo fue la Princesa Sofía en diciembre de 1930, con el Príncipe Cristóbal de Hesse-Kasel (primo segundo). En febrero de 1931 la Princesa Cecilia con el Gran Duque Jorge Donato de Hesse-Darmstadt (también primo segundo). La Princesa Margarita lo hizo en abril de ese mismo año con el Príncipe Godofredo de Hohenlohe-Langenburg (primo tercero) y finalmente la Princesa Teodora en agosto con el Príncipe Bertoldo de Baden, cuyos lazos sanguíneos comunes se remontaban a varias generaciones atrás.
Del apoyo a Hitler a la gran tragedia que marcó a la familia
Tras sus respectivas bodas, todas las hermanas del futuro Duque de Edimburgo se trasladaron a vivir a Alemania. Allí comenzaba a ser popular un joven político llamado Adolf Hitler, quien en tan solo unos años (1933) alcanzó el poder del país y se convirtió en Führer del autoproclamado Tercer Reich. Con su llegada al poder, todas las grandes familias principescas y aristocráticas de Alemania se vieron obligadas a tomar posición a favor o en contra del nuevo régimen. Los Hesse no fueron una excepción y optaron por inclinarse hacia el lado de los poderosos.
El que más se implicó con la causa fue sin duda el Príncipe Cristóbal de Hesse-Kasel, ya que no solo militaba en el Partido Nazi, sino que también se afilió a las SS. De hecho, como parte de esta organización paramilitar, fue él el encargado de instalar los micrófonos de espionaje en la habitación de hotel donde se alojaron los Duques de Windsor cuando visitaron Alemania para entrevistarse con Hitler. Años después acabaría siendo Ministro de Fuerzas Aéreas del Tercer Reich.
La Princesa Sofía apoyaba las ideas políticas de su marido y no tuvo problema en acompañarle a la boda del poderoso Hermann Göring (uno de los creadores del sistema de campos de concentración para judíos) en 1935. Allí compartió mesa con el propio Adolf Hitler, al que años después describiría como "un hombre encantador y aparentemente modesto que nos dejó impresionados por sus planes para cambiar y mejorar la situación en Alemania". En su honor bautizó a su tercer hijo como Carlos Adolfo en 1937.
1937 fue también el año en el que la Princesa Cecilia y el Gran Duque Jorge Donato de Hesse decidieron ingresar como militantes en el Partido Nacionalsocialista. En su caso la implicación con la causa nazi no llegaba a ser tan intensa como la de la Princesa Sofía y su marido, pero sí consideraron que uniéndose al partido podrían sacar provecho de los altos beneficios con los que Hitler premiaba a quienes le apoyaban. Sin embargo, el trágico destino frustró de manera drástica todos sus planes de futuro ese mismo año.
El 17 de noviembre de 1937 el matrimonio cogió un avión a Londres para acudir a la boda del Príncipe Luis de Hesse (hermano del Gran Duque Jorge Donato). Junto a la Princesa Cecilia y su marido viajaban además sus dos hijos mayores, la niñera de estos y su suegra: la Gran Duquesa Leonor de Hesse. El viaje transcurrió según lo previsto hasta que a la altura de Ostende (Bélgica) una densa niebla hizo que el avión chocase contra una chimenea, lo que provocó que perdiera un ala y uno de los motores dejase de funcionar. Tras un intento desesperado de aterrizaje forzoso, finalmente la aeronave explotó y todos los pasajeros murieron calcinados en el acto.
La magnitud del acontecimiento hace que a día de hoy todavía no estén claras del todo las causas del accidente. Si bien la versión más extendida es la de las complicaciones meteorológicas, hay quien también asegura que la Princesa Cecilia - embarazada en ese momento del que sería su cuarto hijo - se puso de parto durante el vuelo y que fue esto lo que motivó el aterrizaje forzoso. Los defensores de esta última versión sostienen incluso que entre los cadáveres había el de un bebé recién nacido.
El Príncipe Felipe recibió la noticia de la muerte de su hermana y de sus sobrinos cuando estudiaba en el internado de Gordonstoun (Escocia). Tenía tan solo 16 años y se le concedió un permiso escolar para acudir al masivo funeral que se celebró días después en Darmstadt. Se trataría de un episodio que muy probablemente nunca pudiera olvidar, ya que tuvo que desfilar en el cortejo fúnebre acompañado de altos jerarcas nazis mientras el resto de asistentes hacían el saludo fascista.
Las únicas que se mantuvieron firmes ante el horror
La Princesa Margarita también sufrió el veto por tener vínculos con el nazismo, aunque su caso es muy distinto al de sus hermanas. Su marido, el Príncipe Godofredo de Hohenlohe-Langenburg, militó en el Partido Nacionalsocialista y combatió en el Frente Oriental durante la Segunda Guerra Mundial; pero con el tiempo acabó desencantándose y de hecho se vio involucrado en una conspiración que pretendía asesinar a Hitler en 1944.
Debido a que nunca se hallaron pruebas directas de su participación en ese plan no llegó a ser arrestado y pudo vivir tranquilamente el resto de sus días. Quizás como premio a su valentía la Reina Isabel y el Príncipe Felipe eligieron a la Princesa Margarita como madrina de la Princesa Ana en 1950 y años después, durante su viaje oficial a la República Federal de Alemania (1965), la pareja real decidió hacer una parada para visitarles en el Castillo de Langenburg.
La única de las hermanas que pudo presumir de haberse opuesto al régimen genocida liderado por Adolf Hitler fue la Princesa Teodora. El Príncipe Bertoldo de Baden, su marido, fue de hecho uno de los pocos aristócratas alemanes que no militó en el Partido Nazi y llegó incluso a enfrentarse personalmente al dictador para defender la libertad de enseñanza en la Escuela de Salem. En este internado, fundado por su padre en 1920, estudiaría años después la Reina Sofía de España.
El director del centro, Kurt Hahn, se oponía a impartir el tipo de educación inspirada en la superioridad de la raza aria defendida por los nazis y esto llegó a costarle unos días de cárcel. El Príncipe Bertoldo intercedió por él ante Hitler y consiguió su puesta en libertad, pero finalmente acabó exiliándose y fundó en Escocia el internado de Gordonstoun. El Jefe de la Casa Gran Ducal de Baden, por su parte, continuó reiterando su oposición al nazismo y participó junto a su cuñado en el intento de asesinato a Hitler en 1944.
Gracias al gran patrimonio económico de la familia de su marido, la Princesa Teodora fue durante esos años una de las grandes protectoras de su hermano pequeño. Gracias a ella, el Duque de Edimburgo estudió en Salem y consiguió las credenciales necesarias para ingresar en Gordonstoun. Además, la Princesa Teodora fue el único miembro de la familia que visitó a su madre durante su internamiento en Suiza.
¿La redención de la Princesa Sofía?
La más longeva de las hermanas fue la Princesa Sofía, que murió en 2001 a los 87 años. Fue mucho tiempo el que vivió y nunca sabremos si lo aprovechó para reflexionar sobre sus actos pasados. Pero viendo como transcurrieron los acontecimientos, podría deducirse que optó por hacer propósito de enmienda y desvincularse de la etapa más oscura de su vida. Un cambio que empezó lenta pero inexorablemente en el momento en que su marido falleció en un accidente aéreo en 1943, dejándola viuda a los 29 años y con cinco hijos a su cargo.
Decidió trasladarse a vivir un tiempo con su hermana Teodora a la majestuosa residencia familiar de la Casa Gran Ducal de Baden. Allí, aparte de recuperarse de la pérdida de su marido, tuvo la ocasión de conocer a un pariente muy cercano a su cuñado: el Príncipe Jorge Guillermo de Hannover. El joven, casualmente de la misma edad que ella, tenía un pedigrí royal inmejorable: era hermano de la Reina Federica de Grecia, nieto del último Emperador de Alemania y descendiente del Rey Jorge III de Gran Bretaña. La Princesa Sofía, descendiente a partes iguales de reyes daneses, griegos, ingleses y rusos; al fin encontraba a alguien de su mismo nivel.
El flechazo fue mutuo y la pareja se casó en 1946. Tuvieron tres hijos y durante los años siguientes la hermana del Duque de Edimburgo se convirtió en una más en la familia de su marido. Sobre todo con la rama griega de los Hannover, con quienes el vínculo era doble: la Princesa Sofía era al mismo tiempo cuñada de la Reina Federica y prima hermana del Rey Pablo I.
En esta nueva etapa mejoró además su relación con la Familia Real Británica y, después de acudir a la coronación de la Reina Isabel II en 1953 (a la que las hermanas del Duque de Edimburgo pudieron ser invitadas porque esta vez era él mismo quien organizaba el evento), la Princesa Sofía y su cuñada desarrollaron un vínculo bastante cercano. Aparte eran también comadres: la Reina Isabel amadrinó a la Princesa Federica Isabel de Hannover en 1954 y la Princesa Sofía fue elegida como madrina del Príncipe Eduardo en 1964.
La redención definitiva de la última hermana superviviente del Duque de Edimburgo llegó en 1994, cuando acudió junto a él al homenaje que el Estado de Israel le brindó a su madre por haber protegido a familias judías en su casa de Atenas durante la Segunda Guerra Mundial. Un acto en el que la Princesa Sofía tuvo que sentirse cuanto menos incómoda ante la evidencia de los hechos: mientras su madre daba cobijo a judíos que huían del Holocausto, ella y su marido compartían mesa con el "encantador" Adolf Hitler.
El hecho de que Alicia de Battenberg esté además enterrada en el sagrado Monte de los Olivos de Jerusalén no hace más que agudizar lo diferente que fue su trayectoria a la de sus hijas. Ella, dentro de su locura, supo actuar con lucidez cuando la situación lo requería y murió con la conciencia tranquila por haber hecho el bien. Sus hijas, en cambio, cargarán siempre con el cuestionable honor de haber apoyado de una u otra forma al causante de una de las mayores matanzas humanas del siglo XX.