La muerte del Duque de Edimburgo no afecta al trono, la sucesión y ni siquiera a la agenda oficial. Cierto es que fue el consorte en ejercicio que más años sirvió a la Corona, a lo que contribuyeron su longevidad, su buena salud y haber sido el marido de Isabel II, la reina que ha ostentado el trono durante más tiempo en la historia de Reino Unido.
Sin embargo, el Príncipe Felipe es el consorte de la Reina Isabel, no el titular de la Corona, y de hecho estaba retirado de los actos oficiales desde 2017, cerrando así casi siete décadas de servicio. No tenía trono ni Corona que dejar en herencia, pero sí fortuna y títulos. El principal de ellos, el de Príncipe de Reino Unido, es personal y vitalicio. Sus hijos son Príncipes por ser vástagos de la Reina, pero hay otros tres títulos que sí pasan a su descendencia.
The College of Arms ha recordado cuáles son los títulos con los que contaba el marido de la Reina Isabel y que pasará con ellos tras su muerte. Nacido como Su Alteza Real el Príncipe Felipe de Grecia y Dinamarca como hijo del Príncipe Andrés de Grecia, uno de los vástagos del Rey Jorge I de los Helenos, Príncipe de Dinamarca, renunció a estos honores y se convirtió en Philip Mountbatten, eligiendo como apellido el de su madre, la Princesa Alicia. Para casarse con la entonces Princesa Isabel en 1947, el Rey Jorge VI le volvió a ennoblecer, dejando de ser Philip Mountbatteb para convertirse en Su Alteza Real el Duque de Edimburgo, Conde de Merioneth y Barón Greenwich. Casi una década después, la Reina Isabel le nombró Príncipe de Reino Unido, otorgándole así mayor rango del que tenía hasta el momento dentro de la Casa Real Británica.
"El Duque de Edimburgo recibió título de Alteza Real el 19 noviembre de 1947. Al día siguiente, 20 de noviembre, fue nombrado Duque de Edimburgo, Conde de Merioneth y Barón Greenwich. Estos títulos son hereditarios y tras la muerte de Su Alteza Real han pasado a su hijo mayor, Su Alteza Real el Príncipe de Gales. En el caso de que el Príncipe de Gales o cualquier posterior titular de estas dignidades alcancen el trono, estos títulos pasarán a la Corona", recuerda the College of Arms, que añade: "Su Alteza Real fue nombrado Príncipe de Reino Unido por una Carta Patente de la Reina con fecha del 22 de febrero de 1957. Una declaración en esa misma fecha comunicaba la voluntad de Su Majestad de que su marido fuera conocido como Su Alteza Real el Príncipe Felipe, Duque de Edimburgo".
Del hijo mayor al hijo pequeño
Así, la sucesión de sus títulos recae en su hijo mayor varón de acuerdo con las normas en cuanto a lo títulos de nobleza en Reino Unido, donde por cierto las mujeres no pueden heredarlos salvo casos muy concretos, como ocurrió con Lady Patricia Knatchbull, segunda condesa Mountbatten de Birmania, que recibió este título de su padre, Lord Mountbatten, tío a su vez del Duque de Edimburgo. De todos modos, no es que el Príncipe Carlos necesite más títulos. Además, cuando subiera al trono, las tres dignidades de su padre volverían a la Corona y se necesitaría otra creación del Ducado de Edimburgo. Es por eso que si Carlos era el heredero de Isabel II, Eduardo tenía que serlo del Príncipe Felipe.
Descartada la Princesa Ana por ser mujer, y con el Príncipe Andrés (escándalos aparte), ya ostentando el Ducado de York, reservado para el segundo hijo varón del Monarca, y que además no tiene sucesión masculina, la única opción era el Príncipe Eduardo. El cuarto hijo de Isabel y Felipe recibió los títulos de Conde de Wessex, Vizconde Severn, así como el de Conde de Forfar que utiliza en Escocia. No obtuvo un ducado real como es tradición, optando por esta dignidad que le sonaba bien y que recuerda a los antiguos reinos previos a la unificación de Inglaterra, donde Wessex era uno de los principales. Así, se optó porque cuando falleciera el Príncipe Felipe, el Ducado de Edimburgo y el resto de títulos subsidiarios fueran a parar al Príncipe Eduardo. Eso sí, de forma natural pasan antes al Príncipe Carlos, le corresponden a él, aunque terminarán recayendo en el Príncipe Eduardo, orgulloso de ostentar la dignidad principal de su padre.