El "soltero de oro" de la realeza europea
Tanto es así que el periodista y escritor Fermín J. Urbiola narra que a finales de los años 50 tuvo lugar un baile en el Castillo de Fredensborg (Dinamarca) cuyo objetivo era pactar el matrimonio entre alguno de los jóvenes de la realeza, pero muy especialmente buscarle una esposa al Príncipe Harald. La Reina Ingrid de Dinamarca lo quería para su hija Margarita, la Princesa Sibila de Suecia lo quería para su hija Desirée y la Reina Federica de Grecia ansiaba casarlo con su hija Sofía.
Sofía: la candidata que pudo ser y no fue
Por si eso no bastase, la Reina Federica invitó a Harald a que pasase junto a ella y su familia un mes en Mon Repos, la residencia de verano de la Familia Real Griega en la Isla de Corfú. Allí los fotógrafos captaron imágenes de la pareja paseando por la playa y compartiendo jornadas marítimas. El anuncio del compromiso oficial se daba ya por hecho, pero había un problema: el dinero.
La monarquía griega nunca se había caracterizado por ser de las más ricas de Europa, pero este hecho se puso de manifiesto cuando el Rey Pablo solicitó al Parlamento la dote para que su hija pudiese casarse con el heredero noruego. Según publicó en su momento la revista 'Point de Vue', el monarca "había pedido para la ocasión 50 millones de francos, pero el Parlamento consideró que con 25 bastaban". Con esa cantidad, el Rey Olaf no estaba dispuesto a prometer a su hijo.
El argumento económico fue el esgrimido durante mucho tiempo como causa de que la pareja no llegase a pasar por el altar, pero la realidad es que había otra cuestión que no se podía obviar y que resultó ser determinante: el Príncipe Harald ya estaba enamorado de otra mujer. Doña Sofía había perdido la batalla y con cierta resignación comentaría años más tarde: "Sé que hubo mucho interés en casarme. Se propiciaron encuentros, se hicieron cábalas... Pero el resultado de ese emparejamiento forzoso fue nulo". A pesar de esto, la Reina ha mantenido siempre que Don Juan Carlos fue su "primer y único novio".
Sonia Haraldsen, la costurera que enamoró al príncipe
La mujer que ocupaba el corazón del Príncipe Heredero era una joven noruega llamada Sonia Haraldsen. Procedente de la burguesía oslense, sus padres regentaban una tienda de ropa para hombres en la ciudad y por eso ella trabajó durante años como costurera. Con el paso del tiempo se profesionalizaría estudiando Diseño de Moda y también Historia del Arte.
A los 15 años conoció en un campamento de verano al Príncipe Harald y la conexión entre ambos fue inmediata. A pesar del origen plebeyo de ella y la sangre real de él, comenzaron un romance secreto que se inició en 1959, coincidiendo temporalmente con las negociaciones de boda con la Princesa Sofía. De hecho, fue a raíz de esto que el Príncipe afrontó la valentía suficiente para decirle a su padre que no podía casarse porque estaba enamorado de otra mujer. Cuando le dijo de quién, su padre estalló: "¡Jamás! ¡Jamás una costurera será Reina de Noruega!"
El Rey Olaf tardaría casi una década en dar su brazo a torcer y mientras tanto hizo todo lo posible por romper esa relación: envió a su hijo a estudiar a Oxford e incluso se dice que le propuso la opción de mantener el romance con Sonia de manera clandestina a cambio de que se casase con una princesa. Fueron años complicados, en los que según revela la periodista Pilar Eyre en su libro 'La soledad de la reina' (2010) Sonia intentó suicidarse hasta en siete ocasiones a causa las dificultades en su relación.
En 1968 la situación ya era insostenible y el Príncipe Harald amenazó a su padre: "O me caso con Sonia, la mujer que amo, o me quedo soltero". Ante la perspectiva de quedarse sin heredero y con el riesgo de que una monarquía con siglos de historia llegase a su fin, el Rey Olaf se vio obligado a solicitar al Gobierno que diesen su aprobación al matrimonio. Al final tanto la Casa Real como el sector político noruego tuvieron que ceder.
Una boda que sentó precedentes para futuras generaciones
El enlace tuvo lugar el 29 de agosto de 1968 en la Catedral de Oslo y a pesar de su importancia histórica - era la primera vez que un príncipe europeo se casaba con una plebeya y además la primera vez en más de 700 años que un heredero al trono se casaba con una mujer nacida en Noruega - el periodista Jaime Peñafiel destaca que "ese día no fue declarado festivo ni se cerraron las tiendas".
El veterano especialista en realeza cuenta además en su libro 'Reinas y princesas sufridoras' (2015) que la Casa Real Noruega no tenía carroza, por lo que se pensó en pedírsela prestada a alguna monarquía europea, aunque finalmente decidieron comprar un Lincoln descapotable.
A pesar de todo este cúmulo de infortunios y de los 25 minutos de retraso de la novia, el Príncipe Harald y Sonia Haraldsen se dieron por fin el 'sí, quiero'. De ese modo veían por fin sus anhelos cumplidos después de años de lucha por su amor. Durante el banquete posterior, Harald le dedicó estas palabras a su recién estrenada esposa: "Sabes mejor que nadie lo que siento, tanto ahora como en el pasado. Y mejor que nadie entiendes lo que este momento significa realmente".
Coronados como Reyes en 1991, el matrimonio ha tenido dos hijos - Marta Luisa (1971) y Haakon (1973) - a los que se encargaron de inculcar sus valores y a los que intentaron educar como a cualquier otro ciudadano de a pie (dentro de las limitaciones de ser miembros de la realeza). Precisamente ellos serían los grandes beneficiados de la historia de amor de sus padres, ya que debido a esto sus progenitores se mostraron excesivamente comprensivos a la hora de aceptar sus matrimonios. Primero el de la Princesa Marta Luisa con el polémico periodista Ari Behn y posteriormente el del Príncipe Heredero Haakon con la escandalosa Mette-Marit Tjessem. De no haber pasado por lo que tuvieron que pasar, resulta poco probable que los monarcas noruegos aceptasen lo que el futuro le depararía a sus hijos en el ámbito sentimental.