La historia de un príncipe sin trono
Tras la Guerra Austro-Prusiana de 1886, el Reino de Hannover se anexionó a Prusia y la Familia Real tuvo que exiliarse. Pero dado que el Rey Jorge V nunca renunció a sus derechos al trono, a día de hoy sus descendientes siguen reclamando la Corona. El encargado de hacerlo actualmente es el tataranieto del último rey: el Príncipe Ernesto Augusto V de Hannover. O como comúnmente se le conoce: Ernesto de Hannover.
Su padre se resignaba a que al menos encontrase una esposa idónea para sentar cabeza y engendrar nuevos herederos para la Casa de Hannover. Pero tampoco fue así (del todo). El Príncipe Ernesto se enamoró de una joven multimillonaria suiza llamada Chantal Hochuli y, para poder casarse, fue necesario modificar las Leyes Matrimoniales de los Hannover que impedían al heredero casarse con una plebeya. La futura Princesa de Hannover era muy rica, pero sin sangre azul.
Superado este escollo, la pareja se casó finalmente el 30 de agosto de 1981 en el castillo familiar de Marienburg. Poco después se instalaron en un palacete ubicado en el barrio londinense de Chelsea y en los años siguientes nacieron los dos hijos de la pareja: el Príncipe Ernesto Augusto (1983) y el Príncipe Christian (1985). Todo parecía una historia de cuento de hadas, pero el desenlace sería más bien de pesadilla.
Un matrimonio envuelto en el escándalo
En 1996 la prensa descubrió que Ernesto de Hannover estaba alojado en un hotel de Bangkok con una amante. Pero no se trataba de una mujer cualquiera, sino que era la mismísima Princesa Carolina de Mónaco: una de las mujeres más famosas del mundo y también una de las mejores amigas de Chantal Hochuli. Ambas partes intentaron salvar los muebles como pudieron y se aseguró en un comunicado oficial que se trataba de una "excursión cultural". Pero los sucesivos encuentros en otras ciudades como Londres o Nueva York y la presión mediática hicieron que al final la propia Princesa de Hannover solicitase el divorcio en 1997 tras 16 años de matrimonio. Chantal Hochuli perdió así a su marido y a su amiga, pero se llevó consigo el tratamiento de Alteza Real y una indemnización de 10 millones de euros.
La nueva pareja contrajo matrimonio en una discreta ceremonia civil en Mónaco el 23 de enero de 1999. A pesar de la gran relevancia de los dos contrayentes, se decidió no llamar mucho la atención para intentar ocultar el hecho de que la Princesa Carolina estaba embarazada de tres meses. El 20 de julio de ese mismo año nació la Princesa Alexandra de Hannover: la única hija en común de los Príncipes Ernesto y Carolina y la menor de los vástagos que ambos habían tenido en sus relaciones previas.
Las dos partes salieron ganando con esta unión. Por una parte, la Princesa Carolina obtenía el tratamiento protocolario de Alteza Real correspondiente al título de Princesa de Hannover (superior al de Alteza Serenísima que ostenta como Princesa de Mónaco) y subía así un peldaño en la escala de la realeza. El Príncipe Ernesto, por su parte, se liberaba de la encorsetada vida que había llevado hasta entonces bajo el escrutinio de la aristocracia alemana primero e inglesa después. En un lugar como Mónaco, donde los excesos y el libertinaje son el pan de cada día, por fin iba a poder dar rienda suelta a sus impulsos.
Durante esta época los escándalos se sucedieron y fueron de cada vez mayor calibre: desde varias multas por agredir a periodistas y por conducir temerariamente hasta la publicación de unas imágenes en las que Ernesto de Hannover aparecía orinando en el pabellón de Turquía en la Expo 2000. La gota que colmó el vaso llegó en 2004, cuando fue incapaz de acudir a la boda de los Príncipes Felipe y Letizia por haber estado de fiesta hasta altas horas de la madrugada la noche anterior. La Princesa Carolina tuvo que hacer sola el paseíllo hasta la Catedral de La Almudena y sufrir la humillación pública que eso implicaba.
La relación matrimonial llegó hasta un punto de no retorno y en 2009 se produjo la separación. Desde entonces la Princesa Carolina y el Príncipe Ernesto hacen vidas separadas pero siguen legalmente casados, ya que no llegaron a formalizar un divorcio. En su momento se dijo que esto se debía a que Ernesto de Hannover no quería tener que desembolsar una pensión tan alta como la que le había tenido que conceder a Chantal Hochuli y a que Carolina de Mónaco quería seguir conservando el estatus de Princesa de Hannover. Con el tiempo se ha sabido que la decisión de no divorciarse se debió a otros motivos.
Una familia muy mal avenida
Tras su separación el Príncipe Ernesto no volvió a tener ninguna relación formal, pero sí numerosas amantes: en 2009 se le relacionó con una adinerada iraní llamada Maryam Sachs, en 2010 con la publicista marroquí Myriam Aboussahden y en 2011 con una prostituta de origen rumano llamada Simona, 30 años menor que él. Desde 2018 su pareja es la aristócrata portuguesa Maria Madalena Bensaude.
Más tumultuoso incluso que su vida amorosa es el expediente clínico del Jefe de la Casa Real de Hannover, quien durante los últimos años está pagando con creces los excesos del alcohol en tiempos pasados. Primero en 2018 tuvo que ser ingresado en un hospital por una inflamación de páncreas y varias hemorragias internas. Al año siguiente su situación volvió a requerir un ingreso hospitalario con intervención quirúrgica a vida o muerte incluida. La causa fue una pancreatitis aguda de la que finalmente se salvó tras una larga convalecencia. Sin embargo, son muchos los rumores que desde entonces plantean la posibilidad de que esté también enfermo de cáncer.
Teniendo en cuenta los continuos problemas de salud que sufre su padre, lo natural sería que alguno de sus hijos se hiciese cargo de él o que al menos se preocupase por su estado. Pero no es el caso de ninguno de los tres hijos de Ernesto de Hannover, puesto que la relación paterno-filial está muy dañada desde hace años. Sobre todo en lo que respecta al primogénito y futuro heredero de los derechos dinásticos: el Príncipe Ernesto Augusto.
El futuro Jefe de la Casa de Hannover es ya desde 2004 el encargado de administrar y gestionar el patrimonio y la fortuna familiar por expreso deseo de su padre, quien gustosamente le cedió en su momento la difícil tarea de sanear las maltrechas finanzas familiares. Pero años después, descontento con la eficaz gestión que su hijo estaba haciendo, el Príncipe Ernesto puso el grito en el cielo y acusó a su familia de organizar un complot contra su persona. El Príncipe Ernesto Augusto ha tenido que soportar además que su padre se negase a aceptar su matrimonio con Ekaterina Malysheva en 2017 y que le prohibiese bautizar con su nombre al primer hijo varón de la pareja (a quien además no considera heredero legítimo).
Este tumultuoso conflicto paterno-filial está lejos de llegar a su fin, ya que en febrero de 2020 el Príncipe Ernesto hizo público un comunicado para reiterar sus habituales quejas - reclama la devolución de los bienes familiares que él mismo donó a su hijo "a ciegas" - y mostrar su intención de interponer una demanda por una supuesta violación grave de sus derechos e intereses legales. Además de alegar estar gravemente enfermo y totalmente desatendido por su familia. En caso de que la justicia le de la razón, el Príncipe Ernesto Augusto debería compensar a su padre con una indemnización de cinco millones de euros.
La relación con el Príncipe Christian parecía ser mejor y de hecho él sí contó con la aprobación paterna cuando en 2018 se casó con Alessandra de Osma. El propio Ernesto de Hannover acudió como invitado a la boda y nuevamente protagonizó un gran escándalo al acabar la noche en un hospital por ingerir demasiado alcohol durante la fiesta. El consecuente bochorno fue lo que motivó a Christian de Hannover a distanciarse de su padre e incluso a poner tierra de por medio mudándose a Madrid.
Debido a todo este panorama familiar, la Princesa Carolina de Mónaco ha decidido posicionarse al lado de los hijos de su todavía marido y luchar contra ellos por el buen nombre de la Casa de Hannover. Su única arma en esa lucha es la negativa a firmar el divorcio: si Ernesto de Hannover no está divorciado no podrá casarse nuevamente ni tener nuevos herederos legítimos a quienes dejar su fortuna familiar en caso de desheredar a sus hijos anteriores. Algo que afectaría también a la Princesa Alexandra, la menor de la familia y por cuyos intereses su madre se ha inmiscuido en los asuntos internos de los Hannover.
Lazos de sangre con Reino Unido, España y Grecia
Donde también se sigue con mucha preocupación la guerra interna de los Hannover es en el Reino Unido. No en vano, la dinastía alemana reinó sobre los británicos durante casi dos siglos: desde que en 1714 el Rey Jorge I (hijo del ya mencionado Ernesto Augusto de Brunswick-Lüneburg) sustituyó a la última de los Estuardo y hasta la muerte de la Reina Victoria en 1901. La tatarabuela de Isabel II fue la última en llevar ese apellido, porque su hijo Eduardo VII ya fue un Sajonia-Coburgo-Gotha y posteriormente este último apellido sería cambiado por Windsor. La Reina Isabel II tiene, en consecuencia, tanta sangre alemana como su primo Ernesto de Hannover.
Este último dato fue lo que motivó, en el contexto de la Primera Guerra Mundial, que el Parlamento Británico aprobara la Ley de Privación de Títulos de 1917. Su objetivo era "castigar a los enemigos de Reino Unido" o, en otras palabras, eliminar los títulos británicos ostentados por personas vinculadas a Alemania. Los Hannover fueron así desprovistos del Ducado de Cumberland y Teviotdale, así como de la consideración de Príncipes de Gran Bretaña e Irlanda que habían recibido tras ser destronados de su territorio alemán. Pero siguieron - y siguen - formando parte de la Línea de Sucesión al Trono Británico, donde actualmente Ernesto de Hannover y sus descendientes ocupan un puesto en torno al número 400.
Si bien el parentesco con la Familia Real Británica es ya bastante lejano, con quien los Hannover sí tienen un vínculo familiar mucho más cercano en el tiempo es con la Familia Real Griega. La Reina Federica de Grecia era tía paterna del Príncipe Ernesto, por lo que esto le convierte en primo hermano de la Reina Sofía de España, del Rey Constantino de Grecia y de la Princesa Irene de Grecia. En consecuencia, Ernesto de Hannover es tío segundo del Rey Felipe VI.
Se desconoce si tío y sobrino tienen algún tipo de relación teniendo en cuenta el escándalo de la boda de los actuales Reyes de España en 2004. Con el tiempo se ha sabido que el Príncipe Ernesto sí se presentó en el banquete posterior a la ceremonia religiosa y que lo primero que hizo fue dirigirse a la Reina Sofía para pedirle disculpas. Su prima le dijo que no era ella a quien debía una disculpa y le ordenó que fuese a la mesa donde estaban los Príncipes Felipe y Letizia.
Felipe VI es además padrino del Príncipe Ernesto Augusto de Hannover junto al Rey Constantino de Grecia. Este último sí tiene una relación muy estrecha con su primo y cuando en 2014 los Reyes de Grecia celebraron sus bodas de oro, Ernesto de Hannover hizo una excepción en su prolongado retiro mediático para acudir a la celebración de una fecha tan señalada. Si allí protagonizó algún escándalo, se desconoce. Pero con todo el currículum que tiene a sus espaldas, ya poco prestigio le queda al Jefe de la Casa Real de Hannover dentro de su familia y de la esfera pública.