Una era la Primera Dama de los Estados Unidos y la otra Primera Dama del Principado de Mónaco. Ambas estadounidenses, ambas con la misma edad y ambas consideradas iconos de elegancia. ¿La diferencia? Una tenía corona y la otra no. Mientras que Jacqueline Bouvier se había casado con el que sería el presidente estadounidense más famoso de la historia, Grace Kelly lo hizo con el Príncipe Rainiero III de Mónaco. Muchas fueron las cosas que tuvieron en común, pero sobre todo una serie de diferencias irreconciliables que acabarían convirtiéndolas en "enemigas íntimas".
El origen de la rivalidad
Para cuando el icónico y mediático matrimonio Kennedy llegó a la Casa Blanca (1961), Grace Kelly ya se había alzado con el Oscar a mejor actriz por su papel en 'La angustia de vivir' (1954) y era considerada una de las mujeres más admiradas de los Estados Unidos. Un puesto en el que se habría mantenido de no haberse comprometido en 1956 con el Príncipe Rainiero de Mónaco. Pero lo hizo y a partir de entonces ya no sería una de las actrices más glamurosas de Hollywood, sino Su Alteza Serenísima Grace de Mónaco.
Teóricamente, Jackie Kennedy tenía así allanado el terreno hacia la fama, pero su compatriota seguiría levantando pasiones entre los estadounidenses aún habiéndose mudado a Mónaco. Quizás por ello la Primera Dama decidió confiar en el mismo diseñador que había convertido a la oscarizada actriz en todo un referente de elegancia : Oleg Cassini. Él fue el responsable de gran parte de su vestuario durante su estancia en la Casa Blanca, hasta que prefirió sustituirlo por Hubert de Givenchy. Curiosamente, este último era también el modisto de cabecera de la Princesa de Mónaco.
El primer encuentro oficial entre ambas mujeres tendría lugar en 1961, con motivo de la recepción oficial a los Príncipes de Mónaco en la Casa Blanca. Allí fueron recibidos por el matrimonio presidencial entre cálidas sonrisas y aparente cordialidad. De hecho, muchos fueron los que hablaron entonces de demasiada cercanía entre Grace y John Kennedy. Cuestión que con el tiempo iría cobrando importancia hasta el punto de que muchos periodistas y biógrafos sostienen que el malogrado político y la exactriz tuvieron un romance en su juventud.
Wendy Leigh asegura a este respecto, en su libro 'True Grace' (2007), que John Kennedy y Grace Kelly se conocían desde muy jóvenes debido a la proximidad de sus familias y a sus orígenes irlandeses y que incluso llegó a haber planes de boda entre ellos. Sin embargo, según su versión, dichos planes fueron frustrados por Joseph Kennedy debido a que consideraba que casarse con una actriz podría perjudicar a la carrera política de su hijo.
Entre rumores y un hecho decisivo
¿Estaría Jackie al corriente de esta supuesta relación previa a la suya? Muchos aseguran que sí y que, de hecho, en esa sospecha de un antiguo romance radicaría su animadversión hacia la actriz. No obstante, esta versión pierde fundamento a raíz de una entrevista concedida por la Princesa Grace un año después del asesinato de Kennedy y en la que aseguraba que la primera vez que había visto al político fue a mediados de los años 50. Según su relato de los hechos, John Kennedy estaba ingresado en un hospital a causa de sus problemas de espalda y la propia Jackie le pidió que acudiera a visitarle para que lo animase.
La todavía actriz aceptó la invitación y acudió a visitar al ilustre convaleciente vestida de enfermera. Sobre su posterior visita a la Casa Blanca, la ya princesa negaba cualquier rumor de rivalidad entre ella y la Primera Dama asegurando que habían estado hablando cordialmente sobre "sus dos Carolinas". De nuevo la coincidencia: tanto la hija de los Kennedy como la primogénita de los Príncipes de Mónaco compartían nombre.
Si creemos la versión de Grace Kelly, no existió nunca enemistad entre estas dos mujeres. Y dado que Jackie Kennedy nunca se pronunció al respecto, carecemos de una segunda versión de los hechos. Pero la rumorología sobre el tema es muy amplia y los expertos aseguran que la ruptura definitiva entre ambas se produjo el mismo día en que asesinaron a John Kennedy: el 22 de noviembre de 1963.
Ese día los Príncipes de Mónaco se encontraban en los Estados Unidos celebrando una fiesta que, incomprensiblemente, decidieron no suspender tras conocer la noticia del magnicidio. En cuanto Jackie fue informada de esta reacción, decidió no perdonar jamás a la princesa monegasca. Es más, cuando esta última llamó a la viuda para darle el pésame, Jackie le transmitió a su secretario un duro y escueto mensaje: "Dígale que ahora no puedo atenderla". Tendrían que pasar un par de años para que volvieran a verse las caras, pero ni todo el tiempo del mundo consiguió que volviesen a dirigirse la palabra.
Sucedió en Sevilla
En 1966, la Duquesa de Alba decidió invitar a título personal a Jackie Kennedy a la Feria de Abril de Sevilla. Ambas se conocían desde hacía años y de esta manera Cayetana Fitz-James Stuart pretendía que "la viuda de América" olvidase la tragedia vivida con la luz y la alegría que se adueñan de la capital hispalense durante los días de fiesta. La ex Primera Dama aceptó la invitación, pero a día de hoy todavía se desconoce si estaba al tanto o no de quien sería la otra ilustre invitada de la feria de ese año: la Princesa Grace de Mónaco.
Y es que mientras que Jackie Kennedy era la invitada personal de la Duquesa de Alba (como tal se alojó en el Palacio de Las Dueñas durante su estancia), los Príncipes de Mónaco habían sido oficialmente invitados por el Ayuntamiento de Sevilla y el Gobierno español gracias a la intermediación de la Reina Victoria Eugenia. La viuda de Alfonso XIII no participó directamente en ello, pero su papel fue clave a la hora convencer a sus amigos para que aceptasen la invitación española. Como curiosidad, durante su visita se alojaron precisamente en el Hotel Alfonso XIII de Sevilla.
La tensión se palpaba en el ambiente ya desde su primer encuentro en la caseta del ayuntamiento. La Princesa de Mónaco acudía vestida con el traje típico de sevillana, haciendo las delicias del público y de todos los allí presentes. Por su parte, Jackie se ganó fama de antipática por no prodigarse demasiado y acudir vestida con un traje de chaqueta y falda. Ambas fueron sentadas a varios metros de distancia para contemplar un espectáculo flamenco que Grace observó fascinada y que Jackie aprovechó para hablar con quien estaba sentado a su lado, Luis Martínez de Irujo (marido de la Duquesa de Alba).
Ese primer "round" fue el preludio de lo que tendría lugar al día siguiente durante un baile de gala organizado por los Duques de Medinaceli en su residencia, la Casa de Pilatos. Si durante su primer encuentro ambas mujeres habían podido beneficiarse de la distancia que las separaba y así conseguir evitar un encuentro frente a frente, en esta ocasión no tuvieron escapatoria: las dos fueron sentadas a ambos lados del Duque de Medinaceli.
Probablemente los encargados de protocolo desconocían la animadversión que sentían la una por la otra, pero de haberlo sabido le habrían ahorrado el mal trago al aristócrata de tener a su derecha y a su izquierda a dos mujeres que ni se saludaron al llegar ni se dirigieron la palabra en toda la noche. Resulta complicado de imaginar tal situación teniendo en cuenta que las separaba escasamente un metro de distancia, pero así fue según los testigos. El máximo contacto que hubo entre ellas fueron las escuetas y contadas miradas que se intercambiaron respectivamente durante diversos momentos de la noche.
La Duquesa de Alba, invitada también a este baile, tuvo que ingeniárselas para mostrarse cordial con ambas damas e intentar rebajar la tensión contando anécdotas y chascarrillos varios. No lo consiguió esa noche y por ello decidió volver a juntarlas al día siguiente en un almuerzo en el Palacio de Las Dueñas. Debido al carácter privado del encuentro se desconocen los detalles, pero viendo lo que había ocurrido anteriormente, no sería descabellado decir que la tensión podía contarse con cuchillo.
Por suerte para las dos protagonistas indiscutibles de la Feria de Abril de 1966, durante los días restantes de su visita no tendrían que volver a encontrarse tan cerca. Lo hicieron, eso sí, en una jornada taurina en la Plaza de la Maestranza, pero de nuevo separadas por la distancia: Jackie Kennedy estaba en un palco con la Duquesa de Alba y la Condesa de Romanones, mientras que los Príncipes de Mónaco estaban en otro palco diferente con diversas autoridades. Una vez abandonada Sevilla, ni la una ni la otra volvieron a verse ni hablarse.