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Guillermo Álvarez Corrales

Guillermo Álvarez Corrales

Redactor lifestyle especializado en Casas Reales y cultura.

Publicado el Sunday 14 April 2024 12:00

Última actualización: Sunday 14 April 2024 21:25

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El autor de 'El sanador de caballos' lanzó 'La sombra de los sueños', una novela en la que los equinos vuelven a tener un gran papel y que presentó en Yeguada Cartuja de Jerez.

Gonzalo Giner es veterinario. Es su trabajo y su pasión, pero también es un enamorado de la literatura. En su caso, no solo como lector, sino como autor, donde cuenta con una carrera en la que no le ha ido nada mal. Comenzó con 'La cuarta alianza', en 2004, y cuatro años más tarde alcanzó un rotundo éxito con 'El sanador de caballos'. Después llegarían 'El jinete del silencio', en 2011, 'Pacto de lealtad', en 2014, y 'La bruma verde', novela con la que ganó el Premio Fernando Lara 2020.

Gonzalo Giner es también autor de 'El sanador de caballos'Gonzalo Giner es también autor de 'El sanador de caballos' | Foto: Javier Ocaña

Cuatro años después de aquel galardón, Gonzalo Giner regresó a la literatura con 'La sombra de los sueños', un libro con distintas línea temporales, con icónicos escenarios, con un personaje muy potente que existió en el siglo XII, el legendario Saladino, y con unos giros de película que dejan al lector sin palabras. También son interesantes los escenarios del libro, cuya acción pasa por El Cairo, Damasco, Emiratos, Roma, Florencia y París. Y por supuesto, los caballos vuelven a tener un papel central en esta novela. Así, no había lugar mejor para presentar 'La sombra de los sueños' y hablar de ella que desde la Yeguada Cartuja de Jerez. "El caballo es un animal único. La estética produce un efecto de belleza. Dicen que la proporción corresponden al número aúrico. Ha sido de los pocos animales poderosos a los que hemos domado. La colaboración entre caballos y humanos es brutal. Siempre meto animales en mis novelas porque son parte de mi vida ", explicó Gonzalo Giner.

" Es una novela de acción, aventuras, conspiraciones y suspense en trama a caballo entre el siglo XII y el XXI. Hay cuatro ejes que son las 4 patas. Sueños, historia, ciencia y los caballos. Se repiten en los 5 protagonistas. El Emir es el que moviliza a todos los demás, luego Sarah, hija de judío y kurda, un matrimonio prohibido en Israel. Amina es zooarqueóloga. Es egipcia y musulmana, pero occidentalizada. Hay un chino, un personaje contradictorio, que ha traspasado todos los límites, y Saladino, el quinto personaje relevante", comentó Gonzalo Giner en la presentación de la novela.

Gonzalo Giner presentó 'La sombra de los sueños' en la Yeguada CartujaGonzalo Giner presentó 'La sombra de los sueños' en la Yeguada Cartuja | Foto: Javier Ocaña

"Hay 5 personajes y 5 sueños. El emir Jalid sueña con caballos. Los musulmanes solo pueden poner nombre a los caballos y a los halcones. El caballo es animal sagrado, y el caballo árabe es una joya desde el punto de vista genético. La yeguada de Jalid quiere los mejores caballos del mundo y tiene un laboratorio de reproducción. Colecciona caballos históricos, como el de Napoleón o el de Alejandro Magno. Quiere el de Saladino. Adora a Saladino, el unificador del Islam en época de cruzadas, y quiere recuperar la figura de Saladino para el mundo ", añadió el autor, emocionado al relatar los avatares de la novela.

"Lo más complicado ha sido documentarme sobre Saladino. Quería testimonios del lado musulmán y eso ha costado. Fue una inmersión en su correo personal con cartas a Maimónides y al secretario. Encuentras sus miedos, ambiciones, sueños y anhelos. Están traducidas, en árabe no hubiera sido posible. La hija tenía una infección de riñón y estaba a punto de morir y no encuentran remedio", señaló Gonzalo Giner, que contó que la curación milagrosa habría venido a través del posible Santo Grial, el Cáliz de Doña Urraca que se custodia en el Museo de San Isidoro de León.

Gonzalo Giner acariciando a un caballo de la Yeguada CartujaGonzalo Giner acariciando a un caballo de la Yeguada Cartuja | Foto: Javier Ocaña

Mencionando a la escritora e historiadora Margarita Torres, que ha investigado sobre el cáliz, contó que la pieza habría sido encontrada en Jerusalén y que el Sultán de entonces se lo llevó a El Cairo. Tras una hambruna padecida en Egipto, la Taifa de Denia fue la que envió ayuda, y como pago, el Sultán mandó el cáliz. En ese recorrido de El Cairo a Denia, quien lo llevaba le dio un mordisco y se quedó una muesca que sería la que tiempo después fue llevada ante la hija de Saladino para ponerla en su frente. Se comprobó que efectivamente falta una muesca en el Cáliz de San Isidoro de León.

Volviendo plenamente a la novela, Gonzalo Giner señaló: "El proyecto que los reúne es un proyecto límite y tienes que contar con personajes que están rozando los límites. Esos objetivos que uno tiene en la vida, dependiendo de los objetivos que tengas, pueden ser buenos o malos. Puede haber alguien que esté haciendo algo bordeando el límite porque tiene un objetivo superior interesante. Algunos ganan alrededor de lo que están consiguiendo algo. El fin justifica los medios en esta novela, todos los necesarios, pero si me lo preguntas a mí, no debería ser así ".

Gonzalo Giner en la Yeguada Cartuja de JerezGonzalo Giner en la Yeguada Cartuja de Jerez | Foto: Javier Ocaña

"Es una novela complicada de explicar porque tiene muchos secretos. Esta parte que es de sueños por conseguir. Nada es lo que parece, toda la novela es un gran truco de magia. Al terminar la novela se dice: 'No me lo puedo creer'", manifestó Gonzalo Giner, que tras la presentación concedió unos minutos a Bekia para seguir profundizando.

Bekia: ¿Por qué esta vuelta a los caballos y esta fascinación por ellos?

Gonzalo Giner : Es verdad que esta novela contiene muchos secretos que no se pueden explicar demasiado, pero sí puede decir que me ha venido por Saladino. Me interesaba mucho un caballo de Saladino. Me he inventado a la yegua Shujae, pero no el personaje. Shujae existió, solo que no sé cómo se llamaba. En las crónicas en las que Saladino hablaba sobre su yegua contaba que era su animal preferido y que la montaba, pero no encontré en ningún sitio el nombre de la yegua, así que me lo inventé. Para mí era una palanca importante para relacionar el pasado con el presente. La existencia de ese caballo me hacía despertar las ansias en el presente del Emir Jalid de Fuyarja, un personaje de ficción, que quiere recuperar los restos del caballo. ¿Para qué? Primero porque él tiene un museo de caballos históricos y para él Saladino es lo más. Le tiene idolatrado y ha encontrado todo lo posible y lo imposible sobre él con un equipo de investigación que busca documentación, escritos y restos sobre Saladino por todo el mundo. Es razonable que también quiera los restos de un animal que no sabe muy bien dónde está y por eso encarga una exploración. Todo eso va unido y el caballo me sirve de vínculo entre pasado y presente. Luego hay una parte de ciencia y tiene que ver con algunas experiencias que quiere probar con esos huesos. Él quiere sacar el ADN de esos huesos y crear una base genética para tener el conocimiento y el ADN de un animal antiguo, aunque también igual tiene un objetivo posterior.

B: Una especie de Parque Jurásico...

G.G: Sí, eso es, recrearlo.

Gonzalo Giner con un potro en la Yeguada CartujaGonzalo Giner con un potro en la Yeguada Cartuja | Foto: Javier Ocaña

B: Fascinación con los caballos, y con Saladino, un personaje vital para la novela. ¿Por qué Saladino?

G.G: Sí que es verdad que antes de escribir 'La sombra de los sueños' ya había leído bastante sobre Saladino y de las Cruzadas, porque es una época histórica que me atrae desde un punto de vista de curiosidad, no tanto a nivel literario. El personaje de Saladino es brutal para el mundo árabe, le tienen idolatrado. En Al Qaeda se citó a Saladino. Bin Laden cita a Saladino. Me animó a estudiar, a profundizar y a entender por qué era tan importante para ellos, al margen de que era un guerrero que ganó muchas guerras. Me encontré entonces a un personaje no solamente batallador, sino un buen padre de familia, amante de los caballos, de la poesía y que la leía todos los días, que daba paseos con su hija porque adoraba las conversaciones con ella. Además no quería ir a la guerra y fue su propia madre la que le decía que era el brazo guerrero de Alá y tenía que combatir al hereje. Todo eso y sus contradicciones me hicieron pensar que tenía un recorrido literario fantástico.

B: Como bien señalas, Saladino no quería ir a la guerra y acabó siendo un icono de la guerra santa por todo lo que consiguió para el Islam en el siglo XII. Es toda una contradicción

G.G: También es verdad que desde el punto de vista de la religión era intransigente. Él entendía que era el que defendía la verdad y los otros no. De todos modos, cuando vivía en El Cairo él contactó con un traidor cristiano, muy al principio de que su figura fuera más pública, viene un traidor para darles información sobre dónde estaban las tropas en tiempos en los que Jerusalén era cristiano, cuando las dos primeras Cruzadas, y según las crónicas, mantuvo a este hombre en el palacio durante mucho tiempo para hablar con él de todo. Tenía un interés increíble en conocer los movimientos y principios de los cristianos, pero profundizando en temas de fe.

B: Necesitaba comprender al enemigo. Una nueva contradicción. Era intransigente y máximo defensor del Islam, pero al mismo tiempo intentaba comprender al contrario

G.G: Y con cierto respeto también. Incluso en alguna de las cartas en las que Saladino habla sobre este personaje le repugna porque no deja de ser un traidor, aunque a él le viniera bien.

Gonzalo Giner encontró en Saladino a uno de los personajes de su novelaGonzalo Giner encontró en Saladino a uno de los personajes de su novela | Foto: Javier Ocaña

B: En la novela se menciona, además de a la yegua de Saladino, al caballo de Calígula, el de Napoleón, el de Alejandro Magno y el de Simón Bolívar. ¿Hay algún otro que te hubiera gustado incluir en la historia y no pudiste hacerlo?

G.G: Sí, uno que hubiera sido magnífico. El de El Cid, Babieca. Estaba previsto que apareciera, pero cuando fui a montar una exploración para encontrar sus huesos, me enteré de lo que pasó después de la Guerra Civil. En San Pedro de Cardeña, Burgos, está enterrado una parte de El Cid, y fuera, en el jardín, hay una placa que señala que ahí está enterrada Babieca. No sé muy bien por qué motivo, porque nadie me lo ha querido explicar, después de la Guerra Civil, el Duque de Alba monta una excavación para encontrar los restos de Babieca y no hallaron nada, ni un solo hueso. Babieca no estaba allí. Cuando me enteré de eso me fastidió porque inventarme dónde están los huesos me parecía un poco fuerte. Babieca se cayó de la novela, y esa la línea española, porque quería tener también un frente español aquí metido. Y mira que me hubiera gustado.

B: Es un libro que habla de los sueños. ¿Hasta qué punto podemos o tenemos que perseguir nuestros sueños?

G.G: Lo primero, hasta el punto que no te agobie tanto, porque si no lo consigues estás frustrado porque no has cumplido tu sueño. Otra parte es hasta dónde estás dispuesto a llegar por cumplir un sueño. Si tienes que sobrepasar todos los límites y barreras éticas y estás dispuesto a hacerlo, lo harás, pero entonces... ¿hasta qué punto merece la pena cumplir ese sueño? Este dilema salpica a todos los personajes en la novela, porque todos o se están haciendo esa pregunta o ya se la han hecho y la respuesta la tienen hecha. Ellos lo hacen, se han saltado los límites. Uno de los personajes está basado en una persona real. Se trataba de un ciudadano chino especialista en edición genética que fue encarcelado porque se dedicó a modificar embriones humanos. Modificó una parte del genoma que lo hacía resistente al SIDA y nacieron dos niñas modificadas genéticamente. Le pillaron y le encarcelaron. ¿Dónde están los límites? Pues están manipulando un embrión humano porque quieres que no tenga algo, pero le puedes añadir otra cosa.

B: ¿Opinas que los límites a nivel ético para el ser humano deben ser diferentes que para los animales?

G.G: Totalmente. En el mundo animal no hay esa consideración ética. Se está haciendo clonación. Se están clonando perros o caballos. Hay empresas especializadas a las que les dicen que se te ha muerto un caballo que era muy importante para ti y te lo pueden clonar. Vuelves a tener ese mismo caballo de pequeño. Lo que pasa es que con la clonación nunca es el mismo individuo. Genéticamente, sí, pero tanto a las personas como a los animales nos pasa que tenemos el genotipo, que es el genoma, y luego el fenotipo, que son el ambiente y las circunstancias que te influyen. Es decir, en una clonación nunca serías exactamente igual.

Gonzalo Giner en la Yeguada Cartuja de Jerez | Foto: Javier OcañaGonzalo Giner en la Yeguada Cartuja de Jerez | Foto: Javier Ocaña

B: ¿Entonces apruebas la clonación en los animales?

G.G: No lo veo mal. No hay una regulación tampoco. Pero no provoca un dilema ético grave. Puede haber otras cosas intermedias, por ejemplo lo que se está haciendo con cerdos. Se trabaja con su genoma y lo modificas para que fabrique órganos humanos. De un cerdo puede salir un corazón o un hígado humano y esto sirve para los trasplantes. Cuando no llegas con los donantes tienes esto ahí. Y esto sí que se está haciendo ya. Es verdad que puede tener una connotación porque al final estás forzando la naturaleza de un animal que no tiene culpa de nada y que realmente solo vive para dar su hígado a un ser humano.

B: ¿En este caso el fin justificaría los medios?

G.G: Ahí tengo mis dudas. Lo veo egoísta por parte del ser humano. A un animal que no puede reaccionar le estás forzando para tu propio beneficio, y además lo matas porque tú quieres su hígado. Eso me cuesta un poco más que por ejemplo clonar al perro que te ha acompañado muchos años.

B: ¿Qué escenario de la novela en tu favorito?

G.G: Florencia y las Galerías Uffizi, donde en la novela se produce el robo de La Medusa de Caravaggio, me parece que queda muy bien. En ese momento estaba a tope escribiendo. Hay un montón de trucos, unos líquidos para despistar al vigilante, que se utilizaba en el siglo XX y que servían para dormir a la persona y que perdiera la memoria momentáneamente. Los utilizaban los espías en el siglo XX. Contar todo eso sobre el robo, que es un despiste cinematográfico, me pareció un escenario bonito. Además en las Galerías Uffizi.

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