Santa Devota es la patrona del Principado de Mónaco, y por ello se le rinde homenaje. Además de la famosa procesión y la quema de la barca que se produce cada enero, ha tenido lugar un torneo de rugby en el estadio Louis II de Mónaco.
Con motivo de la VII edición del campeonato, el Príncipe Alberto y la Princesa Charlene se desplazaron al citado lugar para apoyar este evento y de paso disfrutar de un deporte que apasiona a la pareja principesca. Durante el encuentro se midieron los equipos de Mónaco y de Sudáfrica, las dos patrias de la Primera Dama.
La princesita enfadada
Pero más allá de los Príncipes de Mónaco, quien acaparó todas las miradas fue su hija, la Princesa Gabriella. El Jefe del Estado y la Primera Dama tuvieron a bien salir del Palacio Grimaldi con la pequeña para que los ciudadanos vieran a la Condesa de Carladès, quien no aparecía en público desde la procesión de Santa Devota el pasado mes de junio.
Sin embargo, ella no estaba muy por la labor de dejarse ver, no parecía muy contenta. Quizás estaba cansada, no le apetecía estar allí o tenía mucha vergüenza. Lo cierto es que un vez más ha dejado patente el fuerte carácter que tiene, en contraste con su hermano Jacques, que es mucho más dulce. Precisamente el Marqués de Baux fue el gran ausente, ya que no participó en el espectáculo junto a sus padres y hermana.
La Princesa de Mónaco estuvo muy pendiente de su hija, y consiguió que estuviera tranquila. Tan solo se separó de ella para saludar a los participantes en este encuentro solidarios destino a menores de 12 años y que organizan la Federación de Mónaco de rugby junto a la Fundación Princesa Charlene.