El próximo 31 de agosto de 2019 se cumplirán 22 años de la muerte de la Princesa Diana de Gales a causa de un accidente de tráfico. Más de dos décadas después, el suceso que conmocionó al mundo y especialmente a la Familia Real Británica sigue situándose en el foco mediático. Y es que al misterio y las suposiciones en torno al fallecimiento de la Princesa y tres de los acompañantes que iban en ese vehículo, se añade un nuevo dato revelador: Lady Di murió por una herida minúscula pero letal.
El doctor Richard Shepherd, que investiga sobre atentados y siniestros en Reino Unido, ha desvelado que la madre del Príncipe Guillermo y el Príncipe Harry falleció por "una pequeña herida del tamaño de una lágrima en la vena de uno de sus pulmones". Según publicaba el diario Daily Mirror, "la de Diana fue una lesión muy pequeña, pero en el lugar equivocado". La mala suerte se unió a que la Princesa de Gales viajaba sin el cinturón de seguridad puesto, algo que podría haber evitado la tragedia. De acuerdo con Shepherd, si hubiera llevado el cinturón " habría aparecido en público dos días después con un ojo morado, quizá con algún problema respiratorio por las costillas rotas y con un brazo en cabestrillo".
Un cúmulo de sucesos que derivaron en tragedia
Existen diferentes teorías conspiradoras que señalan a la Corona Británica como responsable del accidente, pero la profesora Angela Gallop, encargada de la autopsia de Diana de Gales, las tumbó tras publicar su libro 'Cuando los perros no ladran: la búsqueda de la verdad por parte de un científico forense'. Pero independientemente de qué provocó el choque, se ha desvelado que si las heridas de Lady Di hubieran sido más graves en un primer momento, los servicios sanitarios habrían actuado acorde a su estado crítico. Pero el hecho de que la Princesa se encontrase consciente y estable al principio, hizo que no fuera trasladada inmediatamente al hospital.
"Parecía herida pero estable, especialmente porque era capaz de mantener la comunicación", apuntaba el Doctor Shepherd. Pero una pequeña rotura en una vena realmente estaba propiciando la muerte de Diana de Gales, al derivar posteriormente en una hemorragia interna en sus pulmones. A pesar de la cirugía de urgencia y los intentos de los médicos, la Princesa murió en un hospital parisino el 31 de agosto de 1997.