El Rey Felipe VI debió de entrar el pasado sábado 30 de mayo en el Camp Nou sabiendo la que se le venía encima. No había que ser muy avispado para saber que una final protagonizada por el Athletic Club de Bilbao y el F.C. Barcelona iba a ser movidita. Don Felipe se enfrentaba a su primera final de la Copa del Rey como monarca, y si pensaba que se iba a librar de una gigantesca pitada, estaba muy equivocado.
Las aficiones del Athletic y del Barça se volcaron a lo grande en el momento en el que comenzó a sonar el himno de España, pero no en el buen sentido. Una grandísima mayoría de los más de 95.000 asistentes a la final de la Copa del Rey pitaron sin descanso durante el rato en el que sonó la melodía, ayudados por los más de 10.000 silbatos que organizaciones independentistas habían repartido fuera del estadio momentos antes.Durante ese momento tan incómodo, el Rey asistía estoico pero con cara de poker al espectáculo, de pie junto a Artur Mas, presidente de la Generalitat, que no pudo evitar una sonrisa ante el espectáculo. El monarca saludó después a los jugadores de ambos equipos. Por las gradas, cientos de banderas esteladas mantuvieron durante todo el partido el espíritu reivindicativo e independentista.
Advertencias sin efecto
Tanto el Ministerio de la Presidencia como el Consejo Superior de Deportes condenaron momentos antes del partido cualquier ataque contra el himno o los símbolos españoles, recordando que los himnos de cualquier índole deberían ser respetados con educación. Algo que no fue suficiente para evitarle a Felipe VI el mal trago. Ahora, los culés no tuvieron ningún problema en celebrar después la victoria de la Copa del Rey. De España, claro.