Galería: Funeral de Enrique de Dinamarca
Enrique de Dinamarca no ha sido un hombre corriente. Para bien o para mal ha dejado huella tanto en su familia como en el pueblo danés, así como en todos los lugares del mundo en el que se dio a conocer en virtud de su condición regia. Nació el 11 de junio de 1934 en Talence, Francia, siendo hijo de Andrés de Laborde, periodista y agricultor, y de Renée Yvonne Doursenot. Su infancia transcurrió entre Francia y Vietnam, lo que le llevó a ser un gran amante de la cultura oriental.
Su existencia se alteró el 14 de enero 1972 tras la muerte de su suegro, el Rey Federico IX de Dinamarca. Margarita fue proclamada Reina de Dinamarca, y él siguió siendo Príncipe. Salvo excepciones como en España con la Reina Isabel II, que dio a su marido título de Rey consorte, cuando una mujer accede al Trono, su esposo no puede ser Rey consorte. En el pasado, las pocas Reinas por derecho propio perdía su poder habitualmente a manos de sus maridos, salvo honrosas excepciones como Isabel la Católica. De este modo se podía garantizar que no hubiera interferencias. Hoy día no tiene sentido este resquicio machista que perjudica a los hombres, pero no se ha hecho nada por eliminarlo, y eso que por el Príncipe Enrique no ha sido.
Margarita y Enrique de Dinamarca han estado muy enamorados toda la vida. Ella está loca por él, algo correspondido por un hombre orgulloso que no ha querido nunca estar a la sombra de su esposa, pero que por amor ha terminado aguantando. Sin embargo, pese a su hermosa historia de amor, el francés ha protagonizado escándalos e incluso hizo el amago de abandonar a la Reina. Todos sus problemas terminaron solucionándose tarde o temprano, pero no sin complicaciones.
Enrique de Dinamarca estalla
Y entonces llegó la madre de todos los escándalos. Como cada 1 de enero, la Reina tenía previsto presidir la tradicional recepción de Año Nuevo en la que participa toda la Familia Real. Ese primero de enero de 2002, la Monarca sufría gripe y no pudo estar, así que el encargado de presidir el acto fue su hijo, el Principe Heredero Federico, que por entonces tenía 33 años y contaba con una agenda potente. El consorte estalló al entender que se le estaba despreciando como nunca, ya que una cosa era tener solo tratamiento de Príncipe y no ser Rey consorte, y otra muy distinta que su hijo fuera el número 2, cuando le correspondía serlo a él.
Indignado, abandonó la corte y se instaló en su castillo de Cayx, Francia, lugar en el que veraneaba y en el que tenía viñedos con los que montó una bodega. Orgulloso de su vino, de su castillo y de la persona que era cuando estaba en Cayx, se negó a regresar a Dinamarca, con el consiguiente escándalo: "Después de 30 años en Dinamarca, el heredero me ha reemplazado. No voy a entrar en ese juego, soy el número dos. Me siento degradado, decepcionado de un modo que destruye mi autoestima " declaró a BT. El 2 de febrero de 2002 debería haber ido a la boda de Guillermo Alejandro y Máxima de Países Bajos, pero la Reina Margarita tuvo que ir sola. Cansada de estar lejos de su amor y temiendo no superar la crisis matrimonial e institucional, viajó con el Príncipe Federico a Cahors para intentar hacer entrar en razón a su esposo, que dijo sentirse relegado e inútil.
La Reina Margarita le concedió el título de Príncipe consorte, algo inédito por falta de costumbre en el acceso al Trono de las mujeres, así como el título de Conde de Monpezat, una dignidad que se decía que tenía, pero que no era tal. A partir de entonces tendría un estatus superior dentro de la Familia Real, además de ennoblecer a la dinastía con un condado, el de Monpezat, que podrían llevar sus descendientes varones.
El tiempo fue pasando, pero algunas cosas nunca mejoraron. En 2007 estaba en Noruega celebrando el 70 cumpleaños de la Reina Sonia, y no se le ocurrió otra cosa que sacar la lengua e insultar a la prensa durante un posado. La humillada consorte noruega no dudó en reprederle por su comportamiento. Por otro lado, es un amante de los animales, sobre todo de los perros, y particularmente de su perra Evita. Fue presidente de honor del Club Danés del Teckel y colaboró WWF. Pese a este brillante currículum pensó que era buena idea decir que le gustaba la carne de perro. No tardaron en lloverle las críticas.
Adora a sus dos hijos, aunque tiene claro que la segunda esposa del menor de sus vástagos fue mejor elección. Con la Princesa Mary, mujer del Príncipe Federico, no terminó nunca de encajar, mientras que sí lo hizo con la Princesa Marie, cónyuge del Príncipe Joaquín. Franceses los dos, lograron llevarse bastante bien, mientras que con la australiana nunca tuvo tanto feeling. Aunque no hubo desaires públicos, sí comentó con poco acierto que las Monarquías estaban en peligro por la afición de los herederos a casarse con plebeyos, un dardo dirigido a Mary Donaldson. Resulta curioso que él también era plebeyo, de hecho fue el único matrimonio desigual de las hijas del Rey Federico IX, ya que la Princesa Benedicta se casó con el Príncipe Richard zu Sayn-Wittgenstein Berleburg, mientras que la Princesa Ana María se unió al Rey Constantino de Grecia.
Cuando en 2009 se equiparó a hombres y mujeres en la sucesión a la Corona, volvió al ataque a hacer una reivindicación que era justa por mucho que se le haya criticado por quejica. "Soy hombre, estoy casado con una Reina y espero que los varones alcancen la igualdad con la mujer. Durante años he sido el número dos en Dinamarca y después de tantos años, no quiero verme relegado al tercer rango, yo soy el primer hombre, no mi hijo. Hoy, a la mujer de un Rey se le da el título de Reina, pero el marido de una Reina no se convierte en Rey al casarse. En estas condiciones la relación de pareja queda desequilibrada, no en privado, pero sí a ojos de la opinión pública. Eso es traumático". De haber sido nombrado Rey consorte, ni la Jefatura del Estado se hubiera visto comprometida, ni tampoco el apellido de la dinastía, que hubiera seguido siendo Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg.
Sus últimos y duros años
Parecía que los años podían atemperar al consorte, que de hecho celebró por todo lo alto sus 75 años. Cuando casi seis años más tarde, en abril de 2015, le tocó el turno a la Reina Margarita, no hubo manera de que las cosas fueran normales. La Monarca tiró la casa por la ventana con unos festejos en los que invitó a los royals y no faltaron ni los Reyes Felipe y Letizia, poco amigos de estos saraos. El gran ausente fue el Príncipe Enrique, de quien se dijo que sufría una gripe que no le había permitido acudir a los fastos. La cosa hubiera salido bien de no ser porque unos turistas daneses le pillaron de vacaciones en Venecia. El escándalo fue grande, pero en realidad ya todo el mundo estaba acostumbrado. Llegó 2016 y con él la recepción de Año Nuevo en el palacio de Christiansborg. Durante su mensaje, la Reina anunció la retirada de los actos oficiales del Conde de Monpezat: "Estoy profundamente agradecida por todo el apoyo, la ayuda y la inspiración que me ha dado a través de todos estos años". Meses más tarde renunció al título de Príncipe consorte. Tenía 81 años y quería hacer lo que le diera la gana, como cuando se disfrazó de oso panda en una gala del Fondo Mundial para la Naturaleza, donde no dudó en gastar bromas a la Reina Margarita y a otros invitados.
2017 fue un año complicado porque su salud empezó a darle demasiada guerra. El 10 de junio celebró sus bodas de oro con Margarita II, a la que no ha dejado de amar ni un segundo en estos 50 años. Al día siguiente sopló 83 velas, y nunca más volvería a hacerlo. " Si la Reina quiere que me sepulten junto a ella, debe hacerme Rey consorte, eso es todo ", manifestó en verano de 2017, señalando que no quería yacer para siempre junto a su esposa en el sarcófago preparado para ambos en la Catedral de Roskilde al considerar que no tenía rango pese a ser el consorte real. Unido a ello, empezaron unos problemas de salud muy graves. Fue operado en la ingle derecha y se le realizó una angioplastia que mejoró su estado. Sin embargo, durante sus vacaciones en Francia sufrió fuertes dolores en la pierna y fue trasladado al Rigshospitalet de Copenhague.
La desgracia se apoderó de la Casa Real Danesa, que tuvo que anunciar un duro comunicado: El Príncipe Enrique de Dinamarca sufría demencia. Cada vez más débil, pero con ganas de vivir, en enero de 2018 viajó a Egipto, donde cayó enfermo. Llevado al Rigshospitalet el 28 de enero, se le diagnosticó una neumonía y se le encontró un tumor en el lóbulo pulmonar izquierdo benigno.
La Casa Real informó de la gravedad de su estado, y cuando ya era irreversible, pidió su traslado del centro médico al Palacio de Fredensborg el 13 de febrero. A las 23:18 horas de ese mismo día, Enrique de Dinamarca se iba de este mundo. ¿Su venganza final? Será incinerado y sus restos van a ser divididos. La mitad se lanzará al mar y la otra irá a parar a los jardines privados del Palacio Fredensborg. No quería tampoco un funeral de Estado, no fue Rey y cree que no lo merecía. Nunca consiguió su propósito, pero al menos se fue satisfecho.