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Tras su paso por Mallorca entre finales de julio y principios de agosto para sus vacaciones oficiales, el Rey ha tenido que volver a su todavía querida isla. El motivo ha sido un feliz acontecimiento al que no podía faltar: la boda de su ahijada Martina Jáudenes de Diego con el empresario Luis Abascal.
El Rey tiene mucho aprecio a la novia, que es hija de Chusa de Diego y Eugenio Jáudenes, piloto de Iberia y excompañero de regatas de Felipe VI, por eso no se lo pensó dos veces y aceptó la invitación a la boda pese al revuelo que sabía que se iba a montar ante la presencia del Jefe del Estado.
Tras el enlace, celebrada en la parroquia de Sant Nicolau de Palma, los invitados se han trasladado al convite en el Castillo de San Carlos, donde se sirvió un banquete a cargo de la chef Macarena de Castro. Allí había sitio para la Reina Letizia, pero según Vanity Fair, la consorte no se presentó en la boda por motivos que se desconocen.
La invitada incómoda
El Rey tuvo amigos para charlar ante la ausencia de su esposa, aunque no todos los invitados fueron una compañía agradable. Entre los convidados estuvo Rodrigo Rato, exvicepresidente del Gobierno y vergüenza nacional por los diversos delitos económicos que ha cometido. Sin duda, el Monarca evitaría tan mala compañia, aunque fue peor la presencia de otra invitada que le toca en el ámbito personal.
Y es que Marta Gayá también estaba invitada. La mallorquina es un miembro muy importante dentro de la alta sociedad balear, así que no es extraño que estuviera invitada. Sin embargo, su presencia pudo incomodar al Monarca, conocedor, al igual que toda España, de la relación que su padre mantuvo con ella en el pasado, y que en la actualidad es una amistad.
Lo que no sabe toda España es lo mucho que ha sufrido la Reina Sofía a causa de esta y otras mujeres que han acompañado íntimamente al Rey Juan Carlos, sobre todo cuando sus historias se han hecho públicas. A buen seguro, si se vieron, Don Felipe y Marta Gayá evitarían encontrarse.