Ese día se presentaban en Atenas los tres volúmenes que recopilan los diarios escritos por las damas de compañía de la Reina Federica de Grecia desde su llegada al país en 1939 hasta la partida hacia el exilio en 1969. Una obra fruto del trabajo del historiador griego Costas Stamatopoulos y que surge tras el descubrimiento fortuito de esos diarios (hasta entonces desconocidos) en el Archivo General de Grecia en 2017. Se trata de 35 tomos escritos a mano y en los que se incluían páginas escritas por la propia madre de Doña Sofía.
Tras analizarlos, unificarlos y complementarlos con otros materiales como fotografías o discursos, Stamatopoulos ofrece en esta obra el retrato quizás más completo que se haya hecho de la Reina Federica en los últimos años y en el que se busca acabar con el estereotipo existente sobre ella. En palabras del autor, la opinión pública la considera erróneamente "una mesalina odiada por el pueblo, sedienta de sangre y que de forma implacable influenciaba primero a su marido y luego a su hijo". Pero... ¿Cómo era realmente? ¿Qué hay de verdad y de mentira en ese retrato?
Una madre compasiva para la nación griega
Hasta ahora era conocido por todos que la Reina Federica se volcó en construir una red de orfanatos por todo el territorio, que consiguió que el Plan Marshall (paquete de ayudas económicas ofrecidas por los Estados Unidos a los países afectados por la guerra) llegase a Grecia y que se recorrió junto a sus hijas todas las islas griegas y el interior del país en jeeps o sobre mulas para consolar personalmente a los ciudadanos helenos. Pero su labor fue más allá.
En los diarios se revela que ella misma creó una fundación benéfica llamada Asistencia Real (Vasilikí Prónia) en 1947 con el objetivo de recaudar fondos para las familias más desfavorecidas, pero sobre todo centrándose en niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad, viudas y mujeres abandonadas sin recursos.
La fundación recibía dinero tanto del Estado como de empresarios e incluso del extranjero y funcionaba a través de un cuerpo de voluntarios que se dedicaban a reconstruir hospitales y colegios destruidos. El reparto de comida también era una tarea fundamental y la propia Reina Federica intervenía regularmente en la radio para convencer a los griegos de que en esos duros momentos debían actuar con conciencia: "No les pido el dinero que hayan ahorrado, sino que les pido que se priven".
Excesos y ambiciones
Durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial y a la Guerra Civil que tuvo lugar en Grecia entre los años 1946 y 1950, todos los esfuerzos de la Familia Real y especialmente de la Reina Federica se habían centrado en reconstruir todo lo destruido a causa de dichos conflictos y en dar el apoyo moral necesario al pueblo heleno para resurgir de sus cenizas. Pero a partir de la década de los 50 el objetivo fue otro: relanzar la imagen del país como destino turístico.
Una vez superada su etapa más convulsa, Grecia debía recuperar el brillo perdido y volver a ser uno de los países de mayor influencia en la Europa de la Guerra Fría. Una tarea en la que, una vez más, la Reina Federica se volcó en cuerpo y alma. Sin embargo, en esta ocasión su actuación fue mucho más criticada que durante la primera etapa de su reinado.
Iniciativas como el crucero Agamenón en 1954 (en el que se reunieron más de 100 reyes, príncipes, grandes duques... de 20 nacionalidades y 15 idiomas diferentes) o la boda de los Príncipes Juan Carlos y Sofía en 1962 (con un presupuesto de 9 millones de dracmas) eran la particular forma que tenía la consorte griega de atraer la atención de la prensa mundial. Pero para una población que estaba pasando estrecheces económicas, este tipo de dispendios comenzaron a generar un creciente sentimiento de rechazo hacia la Familia Real.
Un diplomático de la época que mantuvo una relación cercana con la Reina Federica llegaría a reconocer: "De la noche a la mañana Federica pasó de ser la más odiada por sus súbditos. Almacenó mucho, pero en ningún momento pensó que estaba obrando mal. Pensaba que enriqueciéndose ella se enriquecía al país. Porque Grecia era ella". La periodista Pilar Eyre va todavía más allá y sentencia: "Con los años se convirtió en una déspota arrogante de comportamiento tiránico a quien nadie a su alrededor se atrevía a llevar la contraria".
¿Tenía realmente la Reina Federica buenas intenciones tras sus erráticas decisiones? ¿Se dejó cegar por su ambición personal? ¿En qué medida buscaba el beneficio del pueblo y no el suyo personal? Son muchas las preguntas que todavía siguen en el aire casi 40 años después de su muerte, pero de lo que no hay duda era de su fuerte carácter y el decisivo papel que tuvo en la consolidación y posterior caída de la monarquía en Grecia.
Sus opiniones más personales
En 1967 se produjo un Golpe de Estado en Grecia que supuso el fin del reinado de la Casa Real de Glücksburg y el exilio forzoso de los miembros de la familia. Para entonces ya había fallecido el Rey Pablo I y le había sucedido su hijo, el Rey Constantino, quien solo llegó a reinar durante tres años. Unos acontecimientos que marcaron notablemente el devenir de la familia.
En lo que se refiere a la Reina Federica, tras la caída de la monarquía su imagen comenzó a desprestigiarse cada vez más. Hasta el punto de que Costas Stamatopoulos sostiene que la percepción que se tiene hoy en día de ella es "un rostro deformado por el martillo propagandístico". Una propaganda negativa que, según el historiador, proviene de las guerrillas comunistas, los organizadores del Golpe de Estado de 1967 y los posteriores gobiernos socialistas de Grecia.
Para equilibrar esta imagen, Stamatopoulos recoge en su obra también numerosas opiniones personales de la Reina Federica expresadas en sus diarios, en los que aborda de manera abierta y directa numerosos temas que van desde la política internacional hasta su propia familia. La Reina Sofía es, sin duda, una de las protagonistas de este último apartado.
Sobre ella su madre reconoce que "fue siempre la alegría de la casa" y lo mucho que les apenó tanto a sus padres como a sus hermanos el abandono del hogar familiar tras su boda con el Príncipe Juan Carlos. Es más, la Reina Federica revela un dato hasta ahora desconocido sobre ese día tan importante: "Por primera vez en nuestra vida, toda la familia tomó tranquilizantes, pues no queríamos entristecernos en aquel día feliz. Pero el caso es que Sofía nos dejaba".
La gran boda de los futuros Reyes de España ocupa un lugar destacado en las reflexiones de la Reina Federica. No en vano, ella misma se encargó de organizar todo al milímetro. Pero sorprende sin duda la manera en la que habla del Rey Juan Carlos, a quien en un primer momento denominaba despectivamente "el chico de los Barcelona" (a causa de pertenecer a una Familia Real no reinante) para acabar finalmente deshaciéndose en halagos hacia él.
El físico del por entonces Príncipe de España parecía ser lo que más fascinaba a la suegra de Don Juan Carlos: "A Palo y a mí nos encantó la noticia del compromiso porque Juanito es muy guapo y apuesto. Tiene el pelo rizado, cosa que le molesta, pero que a las señoras mayores como yo nos gusta mucho. Tiene los ojos oscuros, las pestañas largas, es alto y atlético y cambia de vez en cuando y como quiere su encanto personal". Pero su opinión sobre su yerno iba más allá de lo meramente físico: "Lo más importante es que es inteligente, tiene ideas modernas y es amable y simpático. Está muy orgulloso de ser español y posee la suficiente comprensión e inteligencia para perdonar con facilidad las ofensas y errores de los demás".
En el terreno político, sus opiniones no son tan positivas a la hora de hablar sobre el nazismo y el comunismo. Sobre Adolf Hitler, la Reina Federica asegura: "Durante la Segunda Guerra Mundial me di cuenta el odio que tengo a Hitler. ¿Qué derecho tiene a crear un nuevo orden mundial que nadie quiere? Por ese orden nuevo se destruyen las ciudades más florecientes y se siegan infinitas vidas humanas". A pesar de estas palabras, resulta imposible olvidar el hecho de que la propia consorte griega formó parte durante su juventud de la división femenina de las Juventudes Hitlerianas (conocida como Bund Deurscher Mädel).
Su opinión sobre el comunismo es igualmente negativa, incluyéndolo en el concepto de "sistemas totalitarios" y que para ella serían el nazismo, el fascismo y el marxismo: "Arrancan de una filosofía materialista, pero predican a los jóvenes un idealismo aparentemente puro. No les ofrecen mejores hoteles, casas o piscinas, sino que les enseñan a sacrificarse por el Estado y les convencen de que únicamente la destrucción de los viejos sistemas permitirá edificar la nueva sociedad humana ideal. Resultados de estas teorías suelen ser el fanatismo y un inmenso sufrimiento".
De lo que no hay duda, a la luz de los hechos, es de que la Reina Federica fue una mujer de ideas muy claras y con el suficiente poder como para hacerlas valer. La Historia será quien dictamine hasta qué punto esta determinación fue positiva o negativa en el devenir de la monarquía griega. Pero, por el momento... ¿quiénes somos nosotros para juzgarla?