El Rey Felipe tiene una vida complicada debido a su papel como Jefe del Estado, y más todavía desde que estalló la cuestión catalana, que ha puesto en jaque a toda España. Vanity Fair recuerda lo vivido el 3 de octubre, día en el que ofreció un discurso a toda la nación en la que fue claro y contundente con el independentismo catalán.
El Monarca recibió a Mariano Rajoy en la mañana de ese martes y le entregó el borrador del discurso que pretendía que se emitiera esa noche. Moncloa lo leyó, y lo aprobó totalmente, tanto que no tocó nada. No había llamadas al diálogo, ni referencias a la represión policial, sino reproches hacia el independentismo por quebrar la convivencia y haber intentado construir un nuevo estado a base de mentiras. Además, dejó claro que la ley iba a ser restablecida.
La decisión de lanzar el mensaje no fue cosa del Gobierno, como se dijo, sino que la tomó la Casa Real 2 días antes de la emisión. Además, el Rey estaba convencido de que tenía que actuar no solo por lo que se había vivido el 1 de octubre, sino por la humillación a la que fue sometido después de los atentados yihadistas de Barcelona y Cambrils del 17 de agosto.
El Rey apareció en un concentración en homenaje a las víctimas en La Rambla de Barcelona junto a Rajoy. En ese paseo escuchó abucheos de personas con banderas independentistas y pancartas en las que se responsabilizaba a la Corona de los atentados por su buena relación con Arabia Saudí. "Vuestras políticas, nuestras muertes" y "Felipe, quien quiere la paz no trafica con armas", era lo que se podía leer.
El Jefe del Estado regresó a Madrid "indignado y ofendido". No era la primera vez que le abucheaban, ni tampoco será la última, pero eso fue diferente. Se sintió humillado y triste, y se juró a sí mismo que sería contundente contra el independentismo, que no había tenido piedad con él.
El discurso provocó el aplauso de unos y las críticas de otros. Felipe VI ha sentido desde entonces más cariño de una parte de la sociedad, aunque sabe que no todo el mundo ha estado de acuerdo con sus palabras, esperando del Jefe del Estado, que ejerce como árbitro y moderador, tuviera un discuso más dialogante.
¿Un Rey sin Corona
En otro orden de cosas, al reportaje señala lo institucional que se ha vuelto todo con Felipe VI, con un carácter muy alejado de la campechanía del Rey Juan Carlos, muy cercano y relajado. El Rey no solo quiere proteger la Corona, tan maltratada en los últimos años, y no quiere dar pasos en falso, sino que su carácter le hace ser más hermético. De todos modos, sus amigos confiesan que cuando se abre, es divertido y entregado. "Cuando está con los amigos, es más abierto y bromista", confiesa un buen amigo.
Por otro lado, cuando hay un conflicto ente el rey y la persona, siempre gana el Rey. Eso sí, en privado ha llegado a confesar, que si el deseo de la mayoría de los españoles fuera no tenerle como Rey, no tendría problema en renunciar. De hecho, a veces ha imaginado una vida lejos de la Corona.