Los fastos comenzaron con una cena de gala en el Palacio de El Pardo al que asistieron Casas Reales y gobernantes de todo el mundo. A la mañana siguiente Madrid amanecía gris y lluvioso, lo que lamentablemente acompañaría durante toda la jornada.
La lluvia hace su aparición
Por fin se desveló el gran secreto, el traje de novia. La inminente Princesa de Asturias lució un diseño de Manuel Pertegaz de color blanco con manga larga, escote en pico y una cola que alcanzaba los 4,5 metros de largo. Como todas las esposas de los Príncipes, Doña Letizia llevó una tiara, que fue la misma con la que la Reina Sofía se casó con Don Juan Carlos en 1962 y que fue regalo del Káiser Guillermo II a su hija Victoria Luisa de Prusia al casarse con el Príncipe de Hannover. Esta pareja son los abuelos maternos de Doña Sofía.
Recorrido por Madrid y saludo desde el Palacio Real
Mientras la novia entraba en el templo del brazo de su padre sonaba el 'allegro' del Concierto para Organo y Orquesta Opus 7 número 3 de Händel. Jesús Ortiz dejó a su hija Letizia junto al Príncipe, que le recibió con un beso. Comenzaba así una larga ceremonia de una hora y media oficiada por el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela. En esta ocasión, el Príncipe no se olvidó de pedir permiso al Rey como pasó con la Infanta Elena en su boda con Jaime de Marichalar. Felipe y Letizia se juraron amor y fidelidad y se entregaron los anillos y las arras.
Finalizado el enlace sonó 'El Mesías' de Händel, que se escuchaba en la Catedral mientras los Príncipes de Asturias salían hacia la puerta, donde les esperaban varios compañeros de promoción de Don Felipe que hicieron un arco de honor con sus sables para que pasara el matrimonio. Comenzaba así el recorrido por las calles de Madrid bajo la lluvia, que les llevó por distintos puntos de la capital de España hasta la Basílica de Nuestra Señora de Atocha, donde Doña Letizia dejó su ramo de novia ante la imagen de la Virgen de Atocha, tal y como manda la tradición. A su regreso al Palacio Real, los novios salieron al balcón a saludar, y ante la petición popular se dieron un beso, pero a diferencia de sus homólogos europeos solo se besaron en la mejilla. Posteriormente llegó el banquete nupcial para el millar de invitados, lo cual ya fue a puerta cerrada, acabando así con la boda real más importante en España en un siglo.