La Reina Isabel no tenía nada que celebrar el 20 de noviembre de 2019 a pesar de que las redes sociales de Buckingham Palace, de los Cambridge y de los Sussex recordaran que se cumplían 72 años desde que la entonces Princesa Isabel y el Duque de Edimburgo contrajeron matrimonio, siendo aquella la primera boda real desde el final de la II Guerra Mundial. No estaban por aquel entonces bien las cosas en la Familia Real Británica teniendo en cuenta la vergonzosa entrevista que el Príncipe Andrés había concedido a Emily Maitlis para el programa 'Newsnight' de BBC. La entrevista había tenido lugar en el Palacio de Buckingham, lo que demuestra que la Casa Real Británica habría dado su permiso expreso para que el Duque de York hablara en un momento en el que estaba siendo cuestionado no solo por su amistad con el delincuente sexual Jeffrey Epstein, sino por las acusaciones vertidas sobre él de Virginia Roberts Giuffre.
Aunque el Príncipe Andrés quedó muy satisfecho con el resultado de la entrevista en el momento de la grabación, su emisión provocó un escándalo y fue calificada como un error catastrófico y un desastre mediático. Lejos de lograr su objetivo, que era defender su honorabilidad, alejarse de Jeffrey Epstein, que se había suicidado en su celda en agosto de 2019, y que la opinión pública confiara en que era del todo inocente y que no tenía nada que ver con la trama sexual que había montado su amigo ayudado por Ghislaine Maxwell, las dudas que había se hicieron más grandes.
Del "Tiendo a ser demasiado honorable", " No lamento mi amistad con Epstein " o el rechazar las acusaciones de Virginia Roberts Giuffre, que habló del intenso sudor del Duque de York en sus encuentros sexuales señalando que desde su participación de la Guerra de las Malvinas no sudaba, no le ayudaron. Tampoco su débil coartada o el decir que ni recordaba a la mujer que le acusa de haber tenido que acostarse con él cuando era menor, ni tampoco la foto que tienen juntos, en la que por cierto aparece Ghislaine Maxwell.
El desastre fue tan grande que le pasó factura inmediatamente. Su iniciativa estrella, Pitch at Palace, un apoyo a emprendedores con el que parecía haberse reinventado dentro de su papel al servicio de la Corona, fue perdiendo patrocinadores. Nadie o casi nadie quería tener vínculos con el siempre complicado Duque de York. Pero una cosa es que tuviera cierta mala fama, y otra era su débil defensa ante un caso tan grave como todo lo que tiene que ver con Epstein, para apoyar a emprendedores. Finalmente renunció a los actos oficiales y lo anunció en un comunicado emitido por la Casa Real Británica precisamente el 20 de noviembre de 2019, cuando sus padres cumplían 72 años de matrimonio. "Durante los últimos días, ha quedado de manifiesto que las circunstancias en relación a mi antigua vinculación con Jeffrey Epstein se han convertido en un grave problema para el desarrollo de mi trabajo como miembro de la Familia Real y con el valioso trabajo llevado a cabo con las muchas organizaciones y entidades benéficas con las que estoy orgulloso de colaborar. Por tanto, pregunté a Su Majestad si podía retirarme de los actos oficiales, y me ha dado su permiso ".
Para compensar su falta de empatía con las víctimas del Caso Epstein y dejar claro que está dispuesto a colaborar, se decidió a añadir algunas líneas más a tan trascendente anuncio: "Su suicidio ha dejado muchas preguntas sin respuesta, en particular para sus víctimas, y simpatizo con todas las personas que se han visto afectadas. Solo espero que con el tiempo puedan reconstruir sus vidas. Por supuesto, estoy dispuesto a colaborar con la investigación si fuera necesario ". De esta forma, el Duque de York ponía fin a su servicio a la Corona y se marchaba por la puerta de atrás en una decisión celebrada por el Príncipe Carlos, que siempre ha tenido sus más y sus menos con su hermano, pero no tanto por la Reina Isabel.
Si la Monarca autorizó su salida fue porque no le quedaba más remedio. De hecho, en lugar de distanciarse de su tercer hijo ante un caso tan grave, como en su momento hizo el Rey Juan Carlos con la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin, aunque fuera más en público que en privado, la Monarca le mostró su sólido apoyo, como ha hecho toda la vida con el tercero de sus vástagos. Si bien no volvió a los actos oficiales a pesar de sus ganas de hacerlo, hubo gestos que dejaron claro que Isabel II había permitido que su hijo caiga a nivel oficial, pero no lo haría en el ámbito familiar.
Después del comunicado se les vio cabalgar juntos en los terrenos de Windsor. Menos de un mes después le invitó al almuerzo prenavideño en Buckingham Palace a pesar de que podía no haberlo hecho. Más curioso resultó que el Duque de York asistiera a la Misa de Navidad en Sandringham acompañado por el Príncipe de Gales, que no es precisamente su aliado. Más rotundo fue su apoyo cuando después de conocerse el Sussexit apareció con su tercer hijo en la iglesia de Saint Mary the Virgin en Norfolk. No fue precisamente una salida privada. Ambos sabían que iba a tener mucha repercusión, y así fue. Además, luchó para que no se recortaran los gastos en seguridad del Príncipe Andrés, con el que siguió teniendo un vínculo fuerte.
Si bien es cierto que la Reina Isabel llamó a consultas a su hijo al conocer el escándalo del Caso Epstein, y de hecho volvió a hablar con él en el verano de 2020 en Balmoral, siempre ha creído en su inocencia, o si no lo ha hecho, demostró que defendería a su hijo hasta donde haga falta. Es posible que lo hiciera también por sus otros tres hijos, pero con ninguno de ellos se entiende como con el Príncipe Andrés, siempre considerado como su favorito.
El hijo favorito
En la cuarta temporada de 'The Crown', Margaret Thatcher sufre por la desaparición de su hijo Mark, al que define como su hijo favorito en una audiencia con la Reina. La Monarca, o mejor dicho, Olivia Colman, se sorprende de que exprese de forma tan abierta que tiene un favorito, y así se lo hace saber al Duque de Edimburgo. El Príncipe Felipe señala que lo único que ha hecho la Primera Ministra es ser sincera, y no duda en reconocer que él siente predilección por la Princesa Ana, la única chica y con la que está claro que siempre se ha entendido mejor por ser los más parecidos. Es entonces cuando la Reina, en una licencia creativa absoluta de Peter Morgan, ordena que se concierten cuatro encuentros por separado para hablar con sus cuatro hijos. Isabel II se da cuenta de que no conoce a sus vástagos como le gustaría, y aunque ninguna de sus reuniones es realmente favorable, esta trama sirve para contar que el Príncipe Andrés es el hijo predilecto de la Reina.
Más allá de que nunca se haya entendido especialmente con el Príncipe de Gales, que encontró en la Reina Madre y Lord Mountbatten las figuras materna y paterna que no fueron tanto Isabel II y el Duque de Edimburgo, tampoco fue una madre tan presente con la Princesa Ana. El haber sido madre tan joven, unido sobre todo al hecho de haber sido reina de forma prematura y haber dedicado más esfuerzos a la Corona que a su familia, no le hizo conectar tanto con sus dos hijos mayores, aunque sí más con la Princesa Real, con la que le une el interés por las tareas de representación y el servicio al país y su pasión por los caballos, además de no necesitar tanto afecto como el Príncipe Carlos.
Después de una década, la de los años cincuenta del siglo XX, muy complicada para Isabel y Felipe, y de las concesiones de la Monarca hacia el Duque de Edimburgo, al que elevó a Príncipe dándole el rango que merecía como consorte y permitió que su descendencia llevara el apellido Mountbatten-Windsor, la Reina deseaba volver a ser madre. Quería hacerlo como una forma de reiniciar su matrimonio, de consolidar los pasos que habían dado para salvar su relación, y también para demostrar que podía ser una madre presente, justo lo que no había sido con sus hijos mayores. En 1960 nació el Príncipe Andrés, primer bebé real nacido de un Monarca reinante en 103 años, desde que la Reina Victoria diera a luz a la Princesa Beatriz en 1857. En 1964 vino al mundo el Príncipe Eduardo.
Si bien el cuarto se sintió más desplazado, no fue así con el Príncipe Andrés, que además se sentía especialmente importante como segundo en la línea de sucesión al ser el segundo varón hijo de la Reina. Su carácter engreído, sus salidas de tono y sus deseos de ser más de lo que ya era, que era bastante, no mermaron el cariño de la Monarca por el tercero de sus hijos, al que concedió el Ducado de York cuando se casó con Sarah Ferguson en 1986. Honraba así la tradición de otorgar tan relevante dignidad al segundo varón del Monarca, al título que habían ostentado anteriormente el padre y el abuelo de Isabel II, que habían llegado a Reyes por la muerte o abdicación de sus hermanos mayores.
La condición de héroe de la Guerra de las Malvinas, o el hecho de haber estado en Windsor Castle cuando se desató un incendio que destrozó parte de la residencia favorita de la Reina en noviembre de 1992, ayudando a rescatar obras de arte de incalculable valor de la ferocidad de las llamas hicieron que se anotase más puntos en el corazón de una reina, de una madre, que si bien quiso a todos sus hijos por igual, sintió una especial predilección por el Duque de York, al que siempre procuró estabilidad económica y afectiva. Al menos durante la vida de la Reina Isabel, el Príncipe Andrés supo que contaba con la máxima protección.