"Conocidos los Decretos de la Fiscalía General del Estado, por los que se archivan las investigaciones de las que he sido objeto, me parece oportuno considerar mi regreso a España, aunque no de forma inmediata. Prefiero, en este momento, por razones que pertenecen a mi ámbito privado y que solo a mí me afectan, continuar residiendo de forma permanente y estable en Abu Dabi, donde he encontrado tranquilidad, especialmente para este período de mi vida. Aunque, como es natural, volveré con frecuencia a España, a la que siempre llevo en el corazón, para visitar a la familia y amigos". En este fragmento hace referencia al archivo de las investigaciones contra él, justificando así lo que dice después. Asegura que quiere volver a España, y que lo hará a su debido tiempo, pero no de forma inmediata. Volviendo a esa comodidad de la que goza en Abu Dabi, decide quedarse en Emiratos Árabes Unidos, donde su presencia no crea malestar. No aclara cuáles son esas razones referentes a su ámbito privado, pero no cabe duda de que Casa Real le ha hecho saber que es preferible que se quede el mayor tiempo posible fuera y lejos de España, y que cuando vuelva, que evidentemente puede hacerlo, sea con el conocimiento y el beneplácito de Felipe VI. El deseo del Rey Juan Carlos, como así hizo saber a sus amigos durante su exilio, era volver, aunque conocía, o al menos debía imaginarse, que no regresaría al país en el que reinó de forma permanente, o no durante un largo tiempo.
"Me gustaría así culminar esta etapa de mi vida desde la serenidad y la perspectiva que ofrece el tiempo transcurrido. Como bien sabes, en 2019 te comuniqué mi voluntad de retirarme de la vida pública, y así lo seguiré haciendo. En este sentido, tanto en mis visitas como si en el futuro volviera a residir en España, es mi propósito organizar mi vida personal y mi lugar de residencia en ámbitos de carácter privado para continuar disfrutando de la mayor privacidad posible". Es aquí cuando deja claro que no pretende retomar actividad oficial ni pública, que no se dejará ver o lo hará lo menos posible. Casa Real es consciente de que cuando se le ve y se habla de Juan Carlos I no suele ser bueno para La Zarzuela, por lo que prefieren discreción. Y precisamente aquí entra en juego La Zarzuela, pero como lugar de residencia. Casa Real se negó a que el Rey Juan Carlos volviera a la que fue su casa durante casi seis décadas por mucho que pudiera empeñarse. No era estético ni cómodo, como tampoco lo era ocupar otra residencia de Patrimonio Nacional por el coste que podía suponer. Así, durante sus viajes a España, que serán privados, se alojará donde le plazca, pero sin coste para el Estado. Amigos con ganas de ayudarle no le faltan, así como la Infanta Elena, que no tendría inconveniente en acoger unos días a su padre como haría cualquier hija cuando su progenitor le visita.
Un perdón escaso
"Soy consciente de la trascendencia para la opinión pública de los acontecimientos pasados de mi vida privada y que lamento sinceramente, como también siento un legítimo orgullo por mi contribución a la convivencia democrática y a las libertades en España, fruto del esfuerzo y sacrificio colectivo de todos los españoles. Siempre que te parezca bien, es mi deseo que hagas pública esta carta, para conocimiento de todos los españoles y en la fecha que estimes oportuna. Con mi lealtad, cariño y el orgullo inmenso que siento por ti. Tu padre", finaliza el Rey Juan Carlos, a lo que Don Felipe añade: "Su Majestad el Rey respeta y comprende la voluntad de Su Majestad el Rey Don Juan Carlos expresada en su carta". Y aquí está por fin la disculpa, o lo que hay que entender como una disculpa. Juan Carlos I ya no está investigado, no será juzgado, ni condenado, pero se ha acreditado que actuó de forma incorrecta, por llamarlo de alguna manera.
La Fiscalía archivó porque no le quedó más remedio. O bien los delitos habían prescrito, o no se podía hacer nada porque le protegía la inviolabilidad de la que gozó hasta su abdicación en 2014, o bien desactivó una posible acusación con sus regularizaciones fiscales o no se ha podido probar totalmente el delito. Eso sí, la Fiscalía se encargó de recordar que se han acreditado cinco delitos fiscales, un posible blanqueo de capitales por la transferencia a Corinna que le reclamó tiempo después sin éxito y posible cohecho pasivo por los 100 millones del Rey de Arabia Saudí y los 1,8 del Sultán de Bahrein. Hay más, como el trust de Jersey, la cuenta en las Islas Vírgenes Británicas, los vuelos de la fundación Zagatka que le pagó su primo Álvaro de Orleans-Borbón o las donaciones de Sanginés Krause, lo que derivó en el escándalo de las tarjetas opacas. No habrá responsabilidad penal, pero tampoco ejemplaridad.
Y ante todo esto, el Rey Juan Carlos pide perdón a su manera. Se da cuenta de la trascendencia que ha tenido lo que se ha sabido que ha hecho y lo "lamenta sinceramente". Eso sí, en la misma frase reivindica su obra y legado, recordando su enorme contribución para la llegada de la Democracia a España. Resuelve ese perdón en unas pocas palabras, lo que para algunos será demasiado y para otros, insuficiente, como señaló Pedro Sánchez. Para finalizar, se expresa no como Rey que fue, sino como padre, como un padre que se dirige a un hijo, al que le muestra "lealtad, cariño y orgullo inmenso". El Rey Juan Carlos quiere tender puentes como Don Felipe, quizás consciente de que al margen de las tensiones personales, ha actuado como ha actuado por el bien de la Corona, de su reinado y para que la Monarquía no termine con Felipe VI y algún día pueda trasmitir el trono a la Princesa Leonor. El Rey Juan Carlos sabe bien que lo que importa no es la persona, sino la institución y la dinastía, y por ello, acepta, a regañadientes, pero acepta, lo que le impone la Casa Real de la que un día fue jefe y que ahora prefiere tenerle lo más lejos posible.