Una vez que se disipó la cuestión de si el hijo mayor de Isabel II subiría al trono en lugar de hacerlo el Príncipe Guillermo -que pasa a ser ahora Príncipe de Gales-, la siguiente conjetura que se planteaba el pueblo británico era el nombre que escogería el nuevo monarca para reinar y pasar a la historia. Cabe recordar que el nuevo Rey de Reino Unido fue bautizado como Carlos Felipe Arturo Jorge Mountbatten-Windsor, por lo que contaba con varias opciones entre sus diversos nombres para decidir su denominación oficial como Soberano.
El sucesor de Isabel II reinará como Carlos III
Durante décadas, diversas voces apuntaron que el heredero de la Reina Isabel II no se decantaría por su nombre principal, Carlos, debido al nefasto reinado de los otros reyes ingleses que también lo han llevado previamente. Por ello, expertos en la Monarquía británica consideraban que optaría por el de Jorge VII, en recuerdo de su abuelo y por deferencia a la era isabelina de su madre. Sin embargo, rompió nuevamente todos los esquemas y decidió subir al trono como Su Majestad Carlos III, Rey de Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, y de todos sus otros territorios en los que también es Jefe de Estado.
Carlos I condujo a Inglaterra a la república
Carlos I de Inglaterra terminó contrayendo matrimonio con Enriqueta María de Francia, que también era católica, lo que no gustó al pueblo inglés, que veía que el protestantismo podría verse afectado. Además, conflictos con el Parlamento condujeron a Inglaterra a una verdadera Guerra Civil, que derivaron en la ejecución del propio monarca en 1649. Aunque perdió la cabeza, mantuvo la dignidad hasta el final, hasta el hecho de que Oliver Cromwell, el revolucionario que gobernó la república que se instauró, permitió que su cabeza fuera cosida a su cuerpo para su enterramiento.
Carlos II, el rey que abrazó el catolicismo
Una vez que Oliver Cromwell llevó a cabo la instauración de una república completamente tirana en Inglaterra, el sucesor del Rey decapitado, su hijo Carlos, tuvo que huir a Escocia, donde fue proclamado como Soberano escocés. Sin embargo, pronto la revolución también se extendió a este reino, por lo que tuvo que terminar abandonando las islas británicas, buscando protección en las coronas continentales.
Tras la caída de Oliver Cromwell y de su hijo, que le sucedió a su muerte, el nuevo Parlamento inglés decidió que la mejor opción era llevar a cabo la recuperación de la Monarquía en la figura del Príncipe Carlos. El 29 de mayo de 1660, el nuevo Rey Carlos II de Inglaterra, Escocia e Irlanda regresó a Londres y, con él, se inició también una nueva era monárquica que no se ha vuelto a interrumpir, a pesar de que un siglo después de la restauración estallase la Revolución Francesa.
Sin embargo, el reinado de Carlos II tampoco es recordado con gran entusiasmo. Una de las primeras medidas que llevó a cabo fue ordenar la ejecución de parte de los jueces y autoridades que participaron en el regicidio de su padre, además de ordenar también la ejecución póstuma del cadáver de Oliver Cromwell. Por su parte, tuvo gran fama de mujeriego, lo que queda atestiguada con los 14 hijos que tuvo fuera de su matrimonio con Catalina de Portugal. Además de todo ello, en los últimos días de su vida abrazó el catolicismo, convirtiéndose en el primer Rey británico católico desde la época de María I, a mediados del siglo XVI.
¿Mal augurio con la elección de su nombre?
El 2 de febrero de 1685 fue la última vez que en Inglaterra y Escocia reinó un monarca con el nombre de Carlos, hasta el 8 de septiembre de 2022. 337 años después, un nuevo Carlos, el tercero de su nombre en la historia de la Monarquía británica, ha ascendido al trono del actual Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. El Rey Carlos III tiene por delante grandes retos, sobre todo mantener el legado de 70 años de impecable reinado de su madre, Isabel II, pero el principal desafío que tiene frente a la historia es romper el mal augurio que acompaña a su nombre como monarca.
Si el primer Rey que llevó su nombre en la historia británica condujo a la república, el segundo tampoco es recordado con mayor gloria, debido a su fama de mujeriego y por haber abrazado el catolicismo. Por todo ello, Carlos III tiene el gran reto de romper con supercherías y supersticiones, y consolidar un próspero reinado que acabe con la mala suerte de los anteriores reyes Carlos que también se sentaron en el trono británico. Algo que está claro es que no es probable su conversión al catolicismo, pero el sentimiento republicano sí es potente en algunos países en los que es Jefe de Estado. La historia narrará lo que acontezca, porque lo único que está claro ahora es que la Reina ha muerto, ¡viva el Rey!