Un candidato alternativo muy bien posicionado
Una opción que cobró fuerza cuando en 1947 el dictador proclamó la Ley de Sucesión según la cual "para ejercer la Jefatura del Estado como Rey se requerirá ser varón y español, haber cumplido la edad de 30 años y profesar la religión católica". Unos requisitos que Alfonso de Borbón llegaría a cumplir pasado el tiempo, al igual que su primo Juan Carlos de Borbón. A la luz de los acontecimientos, está claro hacia qué lado se inclinó finalmente la balanza. No obstante, el hijo del Infante Don Jaime no censaría nunca en su empeño de llegar a Rey y encontraría una posible vía a principios de los años 70.
¿Era realmente casualidad que Carmencita hubiese viajado con sus padres a Suecia o había algo premeditado en el viaje? ¿Se fijó Alfonso de Borbón en ella por su belleza o por ser quien era? Estos interrogantes se convertirían en el telón de fondo de un romance que sin duda pasará a la Historia.
La unión de dos dinastías
La versión oficial es que Carmen y Alfonso se conocieron en ese viaje a Suecia en septiembre de 1971, pero autores como la periodista Carmen Enríquez afirman que el primer encuentro entre ellos podría haberse producido mucho antes. En este caso, la autora de 'Carmen Polo, señora de El Pardo' (2012) sostiene que la pareja se conoció en Lausana (Suiza) en 1966, donde él vivía con su abuela, la Reina Victoria Eugenia, mientras que la nieta de Franco se encontraba estudiando. Sea como fuere, el caso es que a partir de 1971 ambos iniciaron una relación que contó con la total aprobación por parte de la familia Franco y muy especialmente de Carmen Polo, la esposa del dictador. Para una mujer tan clasista como ella, no podía haber nada mejor que casar a su nieta preferida con el nieto mayor de los últimos Reyes de España.
Tal y como describe Enríquez en su libro, "Alfonso de Borbón fue el instrumento utilizado por el clan de El Pardo, especialmente por el Marqués de Villaverde y Carmen Polo, para tratar de perpetuar el poder de la familia después de la desaparición de Francisco Franco". Es más, la rapidez con la que transcurrió el noviazgo supuso "un intento de influir en el ánimo de Franco para revocar la designación de sucesor a favor de Juan Carlos y poner en su lugar a Alfonso".
Fueron tres meses vertiginosos los que se sucedieron entre la estancia de los Villaverde en Estocolmo y la petición de mano oficial el 23 de diciembre de 1971. Un acto al que se le dio toda la pompa y el boato posibles, estando presentes todos los miembros del Gobierno, así como los por entonces Príncipes Juan Carlos y Sofía. En teoría ellos serían los próximos Reyes de España, pero la perspectiva de este enlace parecía ensombrecer seriamente su futuro.
El propio Franco, a instancias de su esposa y para obsequiar a su nieta, pretendió convertir a la flamante pareja en los nuevos Príncipes de Borbón (título inexistente), pero la rotunda negativa de Don Juan Carlos a que hubiese dos príncipes en España obligó al dictador a dar marcha atrás y conformarse con otorgarles el Ducado de Cádiz con tratamiento de "Alteza Real". Esa sería su única concesión en lo que respecta al enlace, ya que en ningún momento mostró ni su rechazo ni su aprobación. Como buen gallego que era, hizo gala de su ambigüedad hasta el último momento.
La gran boda del año
El 8 de marzo de 1972, el Palacio de El Pardo se vistió de gala para albergar la que sin duda sería la gran boda del año y la culminación de una trama conspiratoria tramada desde el interior de la regia residencia. Quien conocía realmente a Franco sabía que por mucho que se celebrase esta ceremonia, no cambiaría de opinión respecto a su sucesor. Eso sí, Carmen Polo se mostró tan entusiasmada como el primer día y ese día - probablemente por única vez en su vida - su sonrisa consiguió equiparar al brillo de sus joyas.
Alfonso de Borbón vestía el uniforme diplomático, mientras que su prometida lució un diseño exclusivo realizado por el mismísimo Cristóbal Balenciaga. El modisto estaba retirado desde 1968, pero hizo una excepción para elaborar este vestido para el que se necesitaron 14 metros de raso natural de color blanco y reflejo gris rosáceo. A lo largo de él se bordaron flores de lis (emblema de los Borbones) hechas a mano con 20 carretes de hilo de plata y más de 10.000 brillantes (perlas, nácar y cristal). Todo ello coronado por una impresionante tiara de esmeraldas y un manto de 7 metros de longitud.
La lista de invitados sin duda estuvo a la altura de tal acontecimiento, aunque la convocatoria contó con más ausencias que asistencias: estaban invitadas todas las Familias Reales de Europa, pero únicamente acudieron los Príncipes Rainiero y Grace de Mónaco, la esposa del Aga Khan y el Príncipe Bertil de Suecia acompañado de sus sobrinas Cristina y Desirée. Como no podía ser de otro modo, los Príncipes Juan Carlos y Sofía ocuparon un lugar destacado en el enlace de su primo. Eso sí, sus rostros expresaban de todo menos alegría por estar allí.
Las crónicas del momento situaron la cifra de invitados entre los 1.000 y los 2.000. De hecho, a día de hoy todavía no se sabe con exactitud el número de asistentes al enlace. En cualquier caso, el número fue tan elevado que según Pilar Eyre "se acabaron los chaqués y los trajes de ceremonia en todas las sastrerías de Madrid". Y no solo eso, sino que se habilitaron dos patios para la recepción en función de su importancia: los invitados más ilustres fueron llevados a la primera planta, mientras que el resto tuvo que conformarse con la segunda. Entre estos últimos estaban Julio Iglesias, Isabel Preysler, Manolo Santana, Carmen Sevilla, Lola Flores y un largo etcétera de rostros populares.
A pesar de que el padrino de la novia fue el propio Francisco Franco (puesto cedido por el Marqués de Villaverde por razones obvias), la anécdota de la jornada estaría protagonizada por el por entonces director de RTVE: Adolfo Suárez. El posterior Presidente del Gobierno durante la Transición se negó a retransmitir la boda en directo por la primera cadena del ente público y la relegó a la segunda, por entonces de emisión nocturna y con una audiencia minoritaria.
Los peores años para Don Juan Carlos y Doña Sofía
El Heredero oficial al trono y su esposa sufrieron entre 1972 y 1975 una brutal campaña de desprestigio por parte de la familia que precisamente los había puesto en esa posición. Cierto es que Carmen Polo y Doña Sofía nunca se habían caracterizado por tener una relación muy estrecha, pero desde el mismo instante en que la nieta de la primera se convirtió en "Su Alteza Real la Duquesa de Cádiz", los futuros Reyes fueron totalmente ninguneados por los Franco y muy especialmente por la esposa del dictador.
Carmen Polo comenzó a tratar a su nieta predilecta con una deferencia que rozaba la exageración: dio orden expresa al servicio de El Pardo de que se dirigieran a Carmen Martínez-Bordiú con el tratamiento de "Su Alteza Real" y era ella misma la primera en hacerle la reverencia protocolaria cada vez que entraba en una habitación (algo que según Jaime Peñafiel nunca hizo ni con Doña Sofía ni con la Reina Victoria Eugenia).
Incluso los propios ciudadanos comenzaron a mirar con recelo a esa princesa griega que se había casado con Don Juan Carlos, ya que durante los meses previos a la boda aparecieron pintadas en las calles de Madrid en las que se podía leer: "¿Por qué una Reina extranjera si podemos tener una Reina española?" El colmo de la situación fue cuando el Instituto de la Opinión Pública (actual Centro de Investigaciones Sociológicas) hizo circular una encuesta en la que se planteaban preguntas como "¿Piensa usted que el Príncipe Alfonso de Borbón por su condición de nieto mayor de Alfonso XIII puede albergar ciertos derechos a la Corona en el orden de sucesión?" o "¿Cree usted que el Príncipe Alfonso de Borbón reúne los requisitos necesarios para suceder al Jefe del Estado a título de Rey?".
La boda vista con la perspectiva del tiempo
Francisco Franco murió finalmente el 20 de noviembre de 1975 y el encargado de sucederle, muy a pesar de muchos, fue Don Juan Carlos de Borbón. Ya nada sería igual para la familia del dictador a partir de entonces, que si bien pudo conservar cierto prestigio, ya nunca volvería a gozar de la influencia política de la que hizo gala durante los casi 40 años de dictadura.
En lo que respecta a los Duques de Cádiz, las grandes diferencias que existían entre la pareja condujeron a su separación en 1979 y posteriormente al divorcio en 1982. Lo cierto es que nunca habían sido el matrimonio idílico que el Régimen había intentado vender de cara a la sociedad y al final las cosas acabaron cayendo por su propio peso. Ninguno de los dos volvería a dedicarse buenas palabras durante los años que siguieron hasta la muerte de Alfonso de Borbón el 30 de enero de 1989.
Con el paso del tiempo, una de las primeras en dar su opinión sobre todo lo ocurrido en torno a esta gran operación matrimonial fue la propia Carmen Franco. Lo hizo en el libro 'Franco, mi padre' (2008), en el que confesó que si bien no se oponía al enlace de su hija con el Duque de Cádiz, si supo desde el primer momento que aquello no saldría bien: "Mi hija se casó justo a los 21 años. Hay chicas que a los 21 están formadas y hay personas que a los 21 están todavía un poco verdes para el matrimonio". Aprovechó también la ocasión para negar cualquier intención por parte de la familia Franco de hacer cambiar de opinión al dictador, que según ella "tenía totalmente descartado a Alfonso".
En lo que respecta a Carmen Martínez-Bordiú, en 2015 reveló a Bertín Osborne en el programa 'En la tuya o en la mía' (La 1) que aceptó la proposición de matrimonio únicamente por la oportunidad que ello le brindaba para poder huir del control paterno: "Por salir de casa... ¿por qué no me voy a casar?" Para ella el día de su primera boda fue simplemente un "día distinto" y, según su versión, en ningún momento pensó en llegar a ser Reina de España. Pero... ¿y si lo hubiese sido? ¿Cómo hubiese sido el devenir de nuestro país de haber cambiado Franco de opinión? Por suerte o por desgracia, nunca lo sabremos.