Mónaco se despertó este domingo bajo un sol radiante que hizo acto de presencia para acompañar a los Grimaldi en uno de los días más importantes de su historia reciente: el bautizo del Príncipe Jacques y de la Princesa Gabriella, hijos mellizos de los Príncipes Alberto y Charlene de Mónaco. Los pequeños se preparaban así para recibir su primer sacramento católico la misma jornada en la que cumplían cuatro meses de vida.
En la Catedral de Mónaco las campanas repicaban mientras los invitados iban llegando minutos antes de las 10:30 horas, cuando estaba previsto que diera comienzo el bautizo. Así, hasta el templo se desplazaron la Princesa de Hannover, radiante en malva con pamela a juego, su hija Alexandra, sus vástagos Andrea y Pierre Casiraghi, y la prometida de este último, Beatrice Borromeo, dejando como grandes ausentes a Tatiana Santo Domingo y a su progenie, y a Carlota Casiraghi, Gad Elmaleh y su pequeño Raphaël. La Princesa Estefanía llegó bien escoltada por sus tres hijos, Louis, Pauline y Camille. La mediana voló desde Nueva York, donde reside actualmente, para estar presente en el bautizo de sus primos.
No faltaron otros parientes del Príncipe Alberto, como la descendencia de la Princesa Antonieta, o familiares por parte de Grace Kelly. Asimismo, los Wittstock estuvieron presentes en tan importante fecha, como también autoridades y amigos de los Príncipes de Mónaco como Valeria Mazza, Alejandro Gravier, Victoria Silvstedt, Camilla de Borbón-Dos Sicilias y el Príncipe de Yugoslavia, entre otros, así hasta completar los 700 que abarrotaron la Catedral de San Nicolás.
Una sala contigua para Jacques y Gabriella
A las 10:40 horas, un coche salía del Palacio Grimaldi con los mellizos en su interior. Al arribar al templo, salieron en brazos de sus respectivas niñeras. Los niños iban vestidos con trajes de cristianar de Baby Dior con faldones personalizados; en el del Heredero estaban bordadas dos J, mientras que dos G adornaban el de su hermana. Además, cada bebé llevaba un chupete con su primer nombre, en azul en el caso de Jacques, y en rosa para Gabriella. Cinco minutos después eran los Príncipes de Mónaco los que salían desde su residencia hacia la Catedral. La Princesa Charlene estaba radiante en blanco.
El Jefe del Estado y la Primera Dama tomaron en brazos a sus bebés, ella al varón y él a la niña, y saludaron a los religiosos que oficiaron la liturgia, el monseñor Bernar Barsi, Arzobispo de Mónaco y Gran Capellán de Palacio, el Nuncio Apostólico en Mónaco, Luigi Travaglino; el obispo de Niza, André Marceau; el obispo de Vintimille-San Remo, Antonio Suetta, el Vicario General, René Giuliano, entre otros. También allí se encontraban los padrinos, que participaron en un pequeño ceremonial antes de entrar en el templo.
Los padrinos del futuro Príncipe de Mónaco son Christopher Le Vine Jr, hijo de uno de los primos hermanos maternos de Alberto II, y Diane de Polignac Nigra, pariente por parte de padre del Soberano de Mónaco. Para apadrinar a la Princesa Gabriella estuvieron Gareth Wittstock, hermano de la princesa Charlene y tío carnal de la niña, y Nerine Pienaar, esposa de François Pienaar, el exjugador de rugby sudafricano que fue clave para que Sudáfrica conquistase la Copa Mundial de Rugby 1995.
Entre los ruidos de las salvas y el órgano de la Catedral dio comienzo una ceremonia que se prolongó durante dos horas y en la que Andrea Casiraghi tuvo que leer la Carta de San Juan. Todo fue elegido y supervisado por la Primera Dama, que se encargó de la música y de todos los detalles para que el bautismo fuera perfecto. Quizás fue ella quien decidió que los pequeños no tuvieran que estar todo el tiempo en la larga misa, y es que los Príncipes Jacques y Gabriella estuvieron vigilados en una sala contigua por sus respectivas niñeras, y volvieron a entrar cuando el oficiante procedió a cristianarles.
La Princesa llevó en brazos hasta la pila al más llorón Heredero, a quien se le impuso los nombres de Jacques, Honoré, Rainier, mientras que el Príncipe se encargó de sujetar a la niña, que recibió los nombres de Gabriella, Thérèse, Marie. Los mellizos todavía tuvieron que cubrir otro trámite, la unción con el Santo Crisma sobre sus cabezas, además, los padrinos varones sostuvieron un cirio en honor a los bebés.
Paseo por las calles de Mónaco sin los mellizos
Antes de terminar la ceremonia, se ha visto a las Princesas Carolina y Estefanía muy unidas y emocionadas. Pese a que en el pasado tuvieron rencillas que casi terminan con su relación fraternal, el tiempo ha curado los roces, y ahora se comportan como dos hermanas más, felices en un día muy importante para los hijos de su querido Alberto, a quien no pararon de enviar besos desde la distancia. También enviaron su cariño a una emocionada Charlene, que a punto estuvo de derramar lágrimas como aquellas que brotaron de sus ojos cuando depositó su ramo de novia el día de su boda en Santa Devota.
Para terminar, tras dos horas, el Obispo de Mónaco leyó las palabras del Papa Francisco, que envió sus bendiciones a los padres y a los niños. Asimismo, los padres han firmado el acto bautismal y han salido fuera del templo, donde han tenido lugar varias fotos, tanto con los niños, como con los padrinos, y con sus respectivas familias. Además, han disfrutado de unos bailes regionales en honor a los pequeños. Asimismo, como deferencia a los monegascos, Alberto y Charlene han recorrido a pie el trayecto que separa la Catedral del Palacio Grimaldi, y han saludado a los ciudadanos que se agolpaban para vitorearles.
Una vez en su residencia oficial se ha procedido a condecorar a los mellizos y sus padrinos. al Príncipe Jacques se le otorgó la Gran Cruz de la Orden de Grimaldi, mientras que la Princesa Gabriella fue nombrada Gran Oficial de la Orden de los Grimaldi. Como presente, los padrinos del Heredero se han convertido en Oficiales de la Orden de San Carlos; por su parte, el padrino y la madrina de la Condesa de Carladès son ya Oficiales de la Orden de Grimaldi. Como colofón, las celebraciones han proseguido en los jardines del Palacio Grimaldi, un festejo privado para goce y disfrute de 300 afortunados que han compartido un día histórico en Mónaco.