Juan Carlos de Borbón
Nació en enero de 1938 en la capital italiana, donde sus padres y su hermana, Doña Pilar, vivían tras salir de España con la llegada de la Segunda República. Allí comenzaría a vivir su niñez, pero al poco tiempo la familia decidió trasladarse a Suiza, concretamente a Lausana. Así comenzó su preparación como segundo en la línea de sucesión a la Corona española, obviamente después de su padre. Este reclamó para sí el trono en España durante todo el franquismo, pero el Dictador parecía no querer la existencia de otra figura que le disputara la Jefatura del Estado y optó por denegarle cualquier intento de retorno.
En su lugar, Franco sí puso sus ojos en el hijo varón mayor de la familia, Juan Carlos de Borbón. A partir de los diez años le tuteló para que estudiara en España, pero la creciente complicación de la relación entre la Casa Real y el Régimen franquista hizo que su trato se diera prácticamente por roto. Ahora bien, ante el temor de que los monárquicos en España se levantaran contra el Dictador, Franco decidió hacer pequeñas y progresivas concesiones a la Familia Real española. La primera de ellas no fue la que muchos imaginaban por aquel entonces: el nombramiento de don Juan de Borbón como Heredero o Rey de facto. En su lugar, se produjo el regreso de Juan Carlos de Borbón a España para que continuara sus estudios en el país y así formarle a su semejanza para comprobar si en el futuro este podría llegar a convertirse en su sucesor.
Este hecho abrió un fuerte cisma no solo dentro de la realeza, sino que en particular deterioró en gran medida la relación entre padre e hijo. Finalmente, en 1969 Franco designó a Juan Carlos de Borbón sucesor en la Jefatura del Estado, bajo el precepto que él mismo creó de que sería él y solo él quien se encargaría de nombrarlo. A esta posición llegó cuando el Dictador murió y entonces él asumió la Jefatura, tal y como Franco lo había dispuesto.
Si, llegados a este momento de su coronación hemos podido observar cómo el ascenso profesional del Rey Juan Carlos ha estado lleno de complicaciones y polémicas, la historia personal hasta la década de los setenta también merece capítulo aparte. El primer incidente que marcaría para siempre su vida llegó en 1956, cuando el que fue Monarca tenía apenas dieciocho años y se disponía a pasar las vacaciones de Semana Santa junto a sus padres y hermanos en Estoril, domicilio por entonces de Don Juan de Borbón y familia. Estando allí él y su hermano pequeño, Alfonso de Borbón, decidieron jugar con un revólver que su propia madre les prestó (pensando que estaba descargado), con el fatal resultado de que el luego Rey de España disparó en la cabeza de su hermano, provocándole la muerte de forma instantánea.
Sobre este suceso mucho se ha hablado. Hay quienes sostienen la idea de que su hermano Alfonso le rozó mientras este manipulaba el arma y entonces se le disparó, otros que aseguran que Juan Carlos no sabía que la pistola estaba cargada y apuntó a su hermano como si de un juego se tratara y otros que van un paso más allá y señalaron que no fue un accidente y que el entonces Príncipe quiso matar adrede a su hermano por una serie de motivos políticos ocultos. Lo cierto es que lo que ocurrió fue un desgraciado accidente que Don Juan Carlos nunca ha podido superar.
Dicen que tras la muerte de su hermano, el Príncipe se recluyó aún más en sí mismo, y lo cierto es que se volvió un auténtico desconocido para la mayor parte de la sociedad española, algo en parte motivado por el bloqueo al que durante años Franco había sometido a la Familia Real. Mientras tanto, él siguió con su vida y el siguiente dato más personal que se supo fue su compromiso con la Princesa Sofía de Grecia, hija del Rey Pablo I de Grecia y Federica de Hannover. Ambos se conocieron en 1954, pero no fue hasta 1961 cuando decidieron dar un paso más en su secreto noviazgo y anunciar la boda entre los dos miembros de dos de las casas más históricas de la realeza europea, tras coincidir en el enlace de los Duques de Kent.
La pareja pasó por el altar el 14 de mayo de 1962 en Atenas. Primero lo hicieron bajo el rito católico en la Catedral de San Dionisio, más tarde celebraron la ceremonia civil en el Palacio Real y poco después decidieron convertirse en marido y mujer de acuerdo a las normas ortodoxas en la Catedral Metropolitana de la capital griega. Al año de casarse se convirtieron en padres de su primogénita, la Infanta Elena, mientras que en 1965 darían la bienvenida a su segunda hija, la Infanta Cristina. El nacimiento de dos mujeres dificultaba la sucesión en el trono español, pues por entonces en nuestro país todavía reinaba la Ley Sálica, algo poco probable de modificar dado que España todavía estaba inmersa en una dictadura. No obstante, en 1968 finalmente Sofía de Grecia dio a luz a un varón, el Príncipe Felipe, que en 2014 se convertiría en Rey de España bajo el nombre de Felipe VI.
En este punto de la historia en el que Juan Carlos de Borbón ya ha subido al trono y se ha asegurado un Heredero en la línea de sucesión, lo cierto es que su figura adquirió especial importancia en el período conocido como la Transición. A él le tocó el papel de moderar el debate político en nuestro país, hasta entonces inexistente, y supo ver (o le hicieron ver) que seguir por los derroteros de un régimen dictatorial no auguraba un buen futuro a la institución monárquica, lo que le hizo convertirse en el principal impulsor de la democracia de los años setenta. Esta decisión se vio apoyada por su actitud frente a los militares que en 1981 intentaron dar un Golpe de Estado, liderado por el Teniente Coronel Antonio Tejero, en el Congreso de los Diputados y que, de haber logrado el apoyo del Monarca quizás hubiera devenido en un nuevo oscuro período para la historia de España.
Sea como fuere, el Rey lideró el camino a la democracia de la mano de Adolfo Suárez y Torcuato Fernández Mirando, Presidente entonces de las Cortes. Ahora bien, con el tiempo, y sobre todo, tras la redacción de la Constitución de 1978, el papel de la Monarquía quedó reducido a la simple representación de la Jefatura del Estado y, por lo tanto, los deberes asociados a tal reconocimiento. Por sus casi cuarenta años de reinado, Juan Carlos de Borbón ha investido a siete Presidentes del Gobierno y se ha visto envuelto en más de una polémica que en 2014 provocaron su abdicación como Rey de España.
Uno de esos episodios fue la famosa cacería de elefantes en Botsuana. Ahora bien, de esta afición los ciudadanos nunca nos habríamos llegado a enterar de no ser por una caída que le obligó a pasar por quirófano. Entonces se descubrieron múltiples fotografías del Rey en safaris posando con armas y animales muertos, lo que provocó la indignación de la opinión pública y su comparecencia ante los medios pidiendo perdón. A la vez se supo que, en esa cacería, precisamente se encontraba con Corinna zu Sayn-Wittgenstein, la que había sido su amante durante casi una década. A ella la conoció en 2004 y desde entonces mantuvieron una relación sentimental con múltiples viajes al extranjero, pero que tras su ruptura parecía esconder algo más: el presunto comportamiento corrupto del Monarca que, según su examante, la habría utilizado como testaferro para ocultar importantes sumas de dinero.
Lo de Corinna y su comportamiento presuntamente ilícito salió a la luz en 2018, pero la cacería en Botsuana, las voces discrepantes dentro de los círculos monárquicos y la imputación de su propia hija, la Infanta Cristina e Iñaki Urdangarin en el marco del Caso Noós, hicieron que en 2014 anunciara su abdicación. En su lugar, fue el hasta entonces Príncipe de Asturias quien subió al Trono, pasando a ser conocido desde entonces como Felipe VI. Sin duda, una vida la del Rey emérito llena de altibajos y sobre todo polémicas que han terminado por ensuciar el buen nombre del que una vez gozó en plena Transición a la democracia.
Infanta Pilar
Ella fue la mayor de los hijos nacidos del matrimonio entre Don Juan de Borbón y María de las Mercedes de Borbón y Orleans. Lo hizo en Cannes, donde residían los Condes de Barcelona. Ahora bien, en poco tiempo se trasladaron a Roma, Lausana y finalmente Estoril, donde decidirían instalarse para estar más cerca de España e intentar así recobrar la influencia pérdida con el régimen franquista. Siempre incansable y dispuesta a romper las normas, la Infanta Pilar supo desde pequeña que su futuro no estaría ligado a la Corona española, pues si en algún momento retornaba la monarquía a nuestro país, ella, como mujer, no iba a ser la persona que la liderara.
Aprendió de su abuela, la Reina Victoria Eugenia, mujer de Alfonso XIII, los buenos modales de los que todo miembro de la realeza debía hacer gala. Sin embargo, para Pilar de Borbón estas obligaciones o deberes no eran suficientes y por ello necesitaba algo más en su vida que la hiciera sentirse realizada. Es por este motivo que en Lisboa decidió formarse como enfermera en la Escuela de Enfermería Arturo Ravara y trabajar como un miembro más del equipo médico sin ningún tipo de distinción por su sangre azul. Con su labor logró una de los máximos reconocimientos del país vecino, entonces bajo el Régimen de Salazar, aunque desafortunadamente lo hizo a cuenta de una tragedia sucedida en la estación de Cais do Sodre. Y es que, un 27 de mayo de 1963 el techo se desplomó causando múltiples heridos y víctimas mortales a los que la Infanta ayudó sin pudor y sin importarle el riesgo que todavía suponía trabajar en el lugar del suceso.
La misma valentía demostrada en lo profesional fue la que movió su vida sentimental. Su padre quiso que contrajera matrimonio con el Rey Balduino de Bélgica, y por ello la mandó al país flamenco acompañada de Fabiola de Mora, también noble, con sangre real y muy amiga de la familia. No obstante, el Rey belga trastocó los planes de Don Juan, pues cayó rendido a los pies de la joven Fabiola y ella, que no estaba muy convencida tampoco de su unión, esperó hasta finalmente encontrar al pretendiente ideal. El aludido en cuestión fue Luis Gómez-Acebo, un noble español de rango inferior con quien los padres de la Infanta no quería que se casara por no pertenecer a la realeza.
Para ella, esto no fue obstáculo y finalmente ambos se casaron en el Monasterio de los Jerónimos de Lisboa el 5 de mayo de 1967. Tras el enlace, Don Juan de Borbón les agasajó con el Ducado de Badajoz y pronto, el matrimonio dio la bienvenida a su primera hija, Simoneta. A ella se sumarían años después cuatro hermanos que, desde siempre, han mostrado una clara unión, no solo entre ellos, sino también con su madre. Tristemente, a la Infanta Pilar se le fue su gran amor demasiado pronto. El Duque de Badajoz murió en 1991 a causa de un cáncer linfático que dejó devastada a la hermana del Rey Juan Carlos.
No obstante, sus hijos y las circunstancias la obligaron a seguir hacia delante. Se convirtió así en la impulsora y rostro habitual del famoso Rastrillo solidario Nuevo Futuro, logró asumir ante los medios el papel de defensora a ultranza de la Casa Real española y, al igual que su hermano, también ha protagonizado controvertidos episodios que ya forman parte de la historia televisiva. Uno de ellos fue su enfrentamiento con Aída Nizar a cuenta de la celebración del mencionado rastrillo. Siempre estuvo unida al Rey Juan Carlos, pero a la Reina Sofía, con la que se unió en los últimos años de su vida. En cuanto a la Reina Letizia, la alabó especialmente por su inteligencia y tuviera una relación normal entre tía y sobrina política. En su vida ha habido sombras, concretamente la de la sociedad opaca que ella y su marido mantuvieron durante años para evadir las obligaciones fiscales y que salió a la luz en los famosos Papeles de Panamá. Aunque admitió el error, llegó tarde. No hubo más repercusiones.
Poco a poco, la vida de la Infanta se fue apagando. En los últimos meses presentaba un aspecto más deteriorado a cuenta del cáncer de colón que en 2019 le había sido diagnosticado. A ello se sumaba una EPOC que le provocó una bronquitis de la que no logró recuperarse. Falleció así el 8 de enero en la Clínica Ruber Internacional, rodeada de sus hijos, nietos y de otros familiares, entre ellos el Rey Juan Carlos, a quien se le pudo ver especialmente afectado. La familia desechó enterrarla en el panteón de El Escorial donde descansan los restos de los infantes de España, pues en sus voluntades ella dejó dispuesto que sus cenizas reposaran en el cementerio de San Isidro, el mismo en el que están los restos de su marido y amor de toda una vida, Luis Gómez-Acebo.
Infanta Margarita
Era la pequeña de los tres hermanos que llegaron a la edad adulta, sin lugar a dudas puede que sea la más discreta de ellos. Al igual que el Rey emérito, ella también nació en Roma, aunque en su caso las circunstancias en las que lo hizo fueron más delicadas, ya que nació invidente. Sin embargo, eso no fue impedimento para que ella viviera con la mayor normalidad posible, pues incluso esta discapacidad le permitió desarrollar una mayor facilidad para los idiomas (aprendió diez lenguas) y la música, convirtiéndose en una virtuosa del piano.
En 1972 se casó en Estoril con el doctor Carlos Zurita, no perteneciente ni a la nobleza ni la realeza y, por lo tanto, motivo para que ella renunciara a cualquier derecho sucesorio para ella y sus hijos: Alfonso (1973) y María Zurita (1975). En 1989 decidió crear la Fundación Duques de Soria, título que concedido por la Corona, además de ser Presidenta honorífica de la Fundación ONCE o de la del Corazón y la Hemofilia en España. También fue nombrada Doctora honoris causa por la Universidad de Valladolid.
Apasionada de conocer todos los rincones del mundo, incluso con su delicada salud siempre saca huecos para irse de viaje con las amistades que tiene por los distintos países. Es cierto que su estado físico no le ha dado tregua al llegar a la vejez, sobre todo desde que en 2016 se cayera cuando estaba sola en casa y no fuera hasta que llegó su hija cuando alguien pudo socorrerla. Aquel episodio la obligó a pasar por quirófano para arreglar su cadera, y desde entonces siempre va en silla de ruedas ayudada de su marido o de alguno de sus hijos, Alfonso o María.
Infante Alfonso
Tristemente fallecido en la adolescencia, el Infante Alfonso, conocido en la intimidad como Alfonsito, era el pequeño de los hijos de Don Juan y Doña María de las Mercedes. Nació en 1941 y se erigió como el perfecto compañero de batallas de su hermano Juan Carlos. Con él viajó también a Madrid en los primeros años franquismo para formarse, pero la ya mencionada fatídica Semana Santa en Estoril de 1956 acabó con su vida a los catorce años. En un principio las noticias de lo sucedido fueron censuradas en España, pero en cuanto se extendió el rumor entre la población, no hubo manera de pararlo y todo el mundo supo que fue su hermano el que había disparado el revólver.
Fue enterrado en Cascais en una solemne ceremonia oficiada por importantes cargos eclesiásticos de la época, y no fue hasta que el Rey Juan Carlos subió a la Jefatura del Estado, cuando sus restos pudieron ser trasladados a España para descansar en el Monasterio de El Escorial. De esta forma, daban carpetazo a una de las leyendas negras de la Familia Real española menos conocidas entre las nuevas generaciones.
La relación entre los Borbón y Borbón-Dos Sicilias
Los cuatro hermanos, o más bien los tres mayores, siempre se han comportado como una verdadera piña. Ninguno de ellos ha dado la más mínima muestra de enfrentamiento con los otros y, de hecho, incluso entre sus hijos siempre han sido los mejores apoyos del resto de la Familia Española salvo en los momentos de enfrentamiento entre Don Juan y Don Juan Carlos. Que la Infanta Pilar supiera desde pequeña que nunca lideraría la Corona española no fue motivo de reproche ni tensión con su hermano, por el que siempre ha sentido una gran predilección.
Cuando él anunció su abdicación como Rey de España y su posterior retirada de la vida pública, ella le acompañó a una de sus últimas apariciones en la plaza de toros de Aranjuez. Y es que, el hecho de que ella fuera su hermana mayor, la convirtió también en su firme confesora y poseedora de sus grandes secretos. De la misma forma, no dudó en ser la máxima defensora de su sobrina, la Infanta Cristina, y el marido de esta, Iñaki Urdangarin, cuando salió a la luz el caso Noós y la posterior condena del exjugador de balonmano a pena de cárcel. Ahora bien, lo mismo sucedió a la inversa, cuando el Rey se convirtió en el mejor soporte de su hermana tras la muerte de Luis Gómez-Acebo.
¿Quién lo habría dicho a juzgar por las escasas muestras de afecto en público o incluso por las escasas apariciones de ambos juntos ante las cámaras? Con respecto a la Infanta Margarita, lo cierto es que el estado de su relación es mucho más discreto. Se trata de una duda que la propia hija de esta, María Zurita, a menudo trata de despejar con declaraciones sobre los Reyes Eméritos y dando cuenta de que la relación con ellos es muy cercana, como de hecho así demostraron brindándole todo su apoyo cuando se convirtió en madre soltera a los cuarenta años.