No obstante, a pesar de haber triunfado en su papel como soberana, Isabel II no puede presumir de haber sido una buena madre y eso ha acarreado serias consecuencias en la relación fraternal de sus cuatro hijos en forma de envidias, discusiones, reproches, etc. Pero... ¿cómo es realmente la relación de los hermanos Mountbatten-Windsor?
El PrÃncipe Carlos
Carlos Felipe Arturo Jorge Mountbatten-Windsor nació el 14 de noviembre de 1948 y aunque con el tiempo se convertirÃa en el PrÃncipe Heredero, por aquel entonces solo era el nieto del Rey Jorge VI. Con él, por el mero hecho de ser varón, la continuidad dinástica ya estaba garantizada y la alegrÃa se adueñó de la Familia Real Británica al completo con su nacimiento. No obstante, los primeros años del retoño no se caracterizarÃan especialmente por ser demasiado alegres.
Se casaron el 29 de julio de 1981 en la que fue considerada como "la boda del siglo", pero bajo los pétalos y las fanfarrias de ese dÃa se escondÃan numerosos problemas e incompatibilidades entre la pareja: Carlos seguÃa enamorado de Camilla, lo cual provocaba en Diana unos celos enfermizos que acabaron derivando en cambios de humor, bulimia y varias tentativas de suicidio. Ni siquiera el nacimiento de los PrÃncipes Guillermo (1982) y Harry (1984) consiguió rebajar la tensión entre la pareja y, aunque intentaron aparentar que todo iba bien de cara al público, la relación acabó por romperse y llegar a un punto muerto.
Aunque los PrÃncipes de Gales se separaron oficialmente en 1992 el divorcio no llegarÃa hasta el 28 de agosto de 1996. Exactamente un año y dos dÃas después, la Princesa Diana fallecÃa en un accidente de tráfico en Paris. Sin duda, un trágico desenlace para esa historia de cuento de hadas que acabó en pesadilla y en la que Camilla Parker-Bowles era percibida como la villana.
Con el tiempo, el PrÃncipe Carlos y Camilla se convertirÃan en marido y mujer (el 9 de abril de 2005) y en cierto modo han conseguido superar las reticencias que los británicos en general y la Familia Real en particular tenÃan hacia su historia de amor. Juntos forman una pareja estable y muy consciente del papel que algún dÃa están llamados a desempeñar: él como Rey de Inglaterra y ella como su consorte (aunque su tÃtulo esté todavÃa en el aire).
La Princesa Ana
La segunda hija de la Reina Isabel y el Duque de Edimburgo nació el 15 de agosto de 1950 y ya desde una edad muy temprana dio muestras de un carácter muy diferente al de su hermano mayor: era una niña extrovertida, descarada, atrevida... En definitiva, todo lo que su padre esperaba del tÃmido y sensible Carlos. Esto provocó que la Princesa Ana fuese, prácticamente desde su nacimiento, la hija favorita del Duque de Edimburgo (a quien el PrÃncipe Carlos nunca conseguirÃa hacer sentir orgulloso).
De nuevo a diferencia de su hermano, la Princesa Real destacó por su afición al deporte y concretamente por la hÃpica. Hasta tal punto disfrutaba a lomos de un caballo que se convirtió en el primer miembro de la Familia Real en convertir en unos Juegos OlÃmpicos (los de Montreal, en 1976) en la categorÃa hÃpica y su padre llegarÃa a decir: "Si algo no se tira pedos ni come heno, a Ana no le interesa".
En el terreno sentimental, tras un breve romance de juventud con Andrew Parker-Bowles (primer marido de la actual Duquesa de Cornualles), la Princesa Ana cayó en los brazos del jinete Mark Phillips en 1973. En cuestión de meses se comprometieron oficialmente y la boda se celebró el 14 de noviembre de 1973, convirtiendo asà a la princesa en la primera de sus hermanos en pasar por el altar. Eso sÃ, no tendrÃa mejor destino que el PrÃncipe Carlos ni que el PrÃncipe Andrés en lo que respecta a sus matrimonios: los tres se divorciaron y, curiosamente, los tres lo hicieron en el famoso "annus horribilis" de 1992.
Ese mismo año la Princesa Ana contrajo segundas nupcias con el capitán Timothy Laurence. Una persona que, al igual que ella, rige su vida en base a dos valores: la laboriosidad y la discreción. De hecho, a pesar de no gozar de demasiada simpatÃa popular debido a su carácter un tanto arisco, la hija de Isabel II tiene en su haber el récord de ser el miembro más trabajador de la Familia Real Británica. Por ejemplo, en 2017 cumplió un total de 540 compromisos oficiales. Es decir, más que su propia madre, que su hermano mayor y que los Duques de Cambridge y el PrÃncipe Harry.
El PrÃncipe Andrés
Una década después de su último embarazo, Isabel II sorprendió a propios y extraños anunciando un tercer embarazo. Muchos adujeron la demora a las responsabilidades que la Reina habÃa asumido desde que fuera coronada en 1952, pero también hubo quien vio en este tiempo un signo de crisis matrimonial. Cualquiera de estos rumores quedó disipado el 19 de febrero de 1960 con el nacimiento de Andrés Alberto Cristian Eduardo Mountbatten-Windsor.
Del mismo modo que la Princesa Ana era el ojo derecho de su padre, el PrÃncipe Andrés se convirtió en el favorito de su madre. Se desconoce el motivo, pero en cualquier caso este dato sà resulta explicativo de por qué la Reina transigió con todas las travesuras y polémicas que protagonizó el Duque de York durante su juventud: desde sus juergas nocturnas a sus amantes inapropiadas (incluida una actriz porno). Una serie de hechos que lo llevaron a ser protagonista de la prensa más sensacionalista y a ser apodado "Andy el caliente".
Al final consiguieron que encarrilase en cierto modo su vida: se enroló en la Marina Real y se propuso buscar a una esposa adecuada que no dañase la imagen de la monarquÃa. La elegida fue una joven aristócrata llamada Sarah Ferguson, a quien conocÃa desde su infancia pero con la que nunca habÃa tenido demasiado trato. Sin embargo, según la escritora Kitty Kelley, tenÃan más en común de lo que pensaban: "Eran un par de salvajes aficionados al humor escatológicos, a los ruidos corporales, gruñidos, eructos y demás".
Se casaron el 23 de julio de 1986 y tras tener a sus dos hijas - las princesas Beatriz y Eugenia de York - la relación conyugal comenzó a deteriorarse inevitablemente por las continuas ausencias del Duque de York debido a su puesto en la Marina Real y a las sonadas infidelidades de Sarah Ferguson. Estaba claro que como pareja no funcionaban, por lo que se divorciaron en 1992. No obstante, a partir de ese momento demostraron que como amigos sà tenÃan futuro y desde entonces se han convertido en una feliz pareja de divorciados que incluso convive bajo el mismo techo.
Mientras que su exmujer ha sentado cabeza y dejado atrás sus años más escandalosos, no se puede decir lo mismo del PrÃncipe Andrés. En calidad de segundo hijo varón de la Reina de Inglaterra (segundo en la lÃnea de sucesión hasta el nacimiento de los prÃncipes Guillermo y Harry), siempre ha gozado de un puesto preferente en la agenda real. Pero en 2011 fue acusado de violación por una joven estadounidense y aunque los hechos no se demostraron, fue relevado de su puesto como representante especial de comercio e inversión de Reino Unido. A esto habrÃa que añadir sus continuas salidas de tono, sus cuestionables amistades y sus despilfarros a costa del erario público. Algo que solo él, hijo favorito de Isabel II, puede permitirse.
El PrÃncipe Eduardo
El benjamÃn de la familia nació el 10 de marzo de 1964 y su existencia ha transcurrido, desde el primer momento, en un discreto segundo plano. Tanto que, según reveló la periodista Ingrid Seward: "Un año, por su cumpleaños, desayunó con su madre y no le felicitó. No le dio ni un regalo ni una tarjeta. Sencillamente no sabÃa que era su cumpleaños". Una anécdota muy ilustrativa del vacÃo y cierto aislamiento que el PrÃncipe Eduardo sufrió en el seno de la Familia Real Británica desde muy pequeño.
Sus decisiones en lo que a formación se refiere no ayudarÃan demasiado a estrechar su vÃnculo con sus padres y hermanos: tras estudiar Historia en la Universidad de Cambridge se alistó a la Marina Real, como manda la regla no escrita de la realeza británica, pero a solo unos meses para la graduación decidió abandonar la carrera militar. Un hecho inaudito, puesto que todos los hombres de su familia tenÃan un alto rango dentro de las fuerzas armadas. El escándalo fue mayúsculo y llegaron a escribirse titulares en la prensa tan crÃticos como este: "Puedes convertir a una rana en prÃncipe, pero no a un prÃncipe en marine".
Su padre se mostró muy crÃtico con él y entre ambos llegó a haber acaloradas discusiones sobre la cuestión. Para un hombre tan masculino como el Duque de Edimburgo, resultaba incomprensible que su hijo renunciara a formarse militarmente y que, sin embargo, prefiriese enrolarse en una compañÃa de teatro e incluso fundar su propia productora de televisión (Ardent TV). Los rumores sobre una posible homosexualidad del PrÃncipe Eduardo no tardaron en surgir a raÃz de esto y marcarÃan sus años de juventud.
Asà fue hasta que en 1999, tras varios años de noviazgo, el Palacio de Buckingham anunció su compromiso matrimonial con la publicista Sophie Rhys-Jones. Tras su boda, ya nadie volvió a hablar sobre su supuesta homosexualidad, pero sà de los escándalos protagonizados por su esposa: fue acusada de usar sus vÃnculos con la realeza para atraer clientes para su agencia y con una cámara oculta fue pillada hablando mal de su suegra y de su cuñado, el PrÃncipe Carlos. Al final, tanto el PrÃncipe Eduardo como Sophie Rhys-Jones se vieron obligados a renunciar a sus trabajos (él como productor televisivo y ella como relaciones públicas) para centrarse exclusivamente en la Corona.
Con él tiempo, los Condes de Wessex han acabado formando una familia idÃlica junto a sus dos hijos y han sabido ganarse el respeto de los ingleses y, sobre todo, de la Reina Isabel. La soberana, quizás con el objetivo de enmendar los errores cometidos con él en el pasado, delega en su hijo pequeño cada vez más responsabilidades y es más que notorio el cariño sincero que profesa hacia su nuera.
Asà se llevan los hermanos Mountbatten-Windsor
La relación fraternal entre los hijos de la Reina de Inglaterra ha estado notablemente condicionada por el orden de sucesión y, en este sentido, por el hecho de que el PrÃncipe Carlos sea el heredero. Es más, el PrÃncipe de Gales ya ha expresado que, cuando él sea rey, su intención será reducir la Familia Real a su consorte, sus hijos y sus nietos. Es decir, sus hermanos y demás parientes pasarán a ser únicamente "familia del rey", tal y como ocurrió en España tras la proclamación de Felipe VI.
A quien más le está costando asimilar su futura posición es al PrÃncipe Eduardo, quien según los expertos en realeza siempre ha sentido una profunda envidia de su hermano mayor. Incluso el propio PrÃncipe Carlos ha llegado a confesar: "El problema con mi hermano Andrés es que a él le gustarÃa ser yo". Durante estos años, el Duque de York ha estado luchando infructuosamente para que tanto él como sus hijas tengan mayor peso en la agenda real y, a fin de cuentas, si no lo ha conseguido siendo el favorito de la actual monarca no lo hará cuando esta sea sustituida por su hermano.
A quien no le preocupan en absoluto este tipo de cuestiones es a la Princesa Ana. Ella, siempre discreta y trabajadora, incluso agradecerá en cierto modo estar alejada del foco mediático. Además, dada su buena relación con el PrÃncipe Carlos, no resultarÃa extraño que este siguiese apoyándose en ella para desempeñar ciertas labores de representación y beneficencia. Siempre se han mostrado especialmente unidos, pero durante los últimos tiempos han surgido a la luz varios episodios que podrÃan haber deteriorado su estrecha relación fraternal.
Según la ya citada periodista Ingrid Seward, cuando ambos eran pequeños hubo un dÃa que, tras volver de una clase de equitación y tener una discusión, la Princesa Ana azotó con la fusta a su hermano mayor y él no pudo contener las lágrimas. Un hecho que no resulta tan sorprendente si tenemos en cuenta el carácter autoritario de la Princesa Real en contraste con el del heredero pero que, en cualquier caso, no pasarÃa de una rencilla propia de niños.
En cualquier caso, la afinidad mutua que sienten entre sà el PrÃncipe de Gales y su hermana es indudable y a todas luces superior a la que sienten con sus hermanos pequeños. Al fin y al cabo, la diferencia de edad es muy notable entre ellos y poco hay que una a la Princesa Ana con el Conde de Wessex, por ejemplo.
Este último, de hecho, es sin duda el más aislado del entorno familiar. Precisamente por esa diferencia de edad nunca ha tenido un trato cercano con sus hermanos, sino más bien todo lo contrario. Con el PrÃncipe Carlos es con quien mantiene sin duda una relación más tensa y, tras varios episodios producidos a lo largo de los últimos años, esa tensión ha ido en aumento.
Uno de ellos se produjo cuando el PrÃncipe Guillermo estudiaba en la Universidad de Saint Andrews. Por aquel entonces, habÃa un acuerdo entre el Palacio de Buckingham y los medios de comunicación para que respetasen la privacidad del prÃncipe. No obstante, en 2001 unas cámaras se saltaron ese acuerdo, lo grabaron y destaparon que trabajaban para la productora del PrÃncipe Eduardo. La reacción del PrÃncipe Carlos fue colérica y dicen que mantuvieron una acalorada discusión telefónica en la que el heredero no dudó en calificar a su hermano pequeño de "idiota".
Sea como fuere, al igual que ocurre en todas las monarquÃas del mundo, los Mountbatten-Windsor son expertos en saber disimular estas rencillas y ofrecer al público una imagen que, en muchas ocasiones, poco tiene que ver con la realidad. Ahà es precisamente donde radica la magia (o la contradicción, depende de cómo se mire) de los miembros de la realeza: son y actúan como seres humanos, pero pretenden mostrarse como seres divinos. Al fin y al cabo, antiguamente el poder de un rey emanaba directamente de Dios.