Holanda es reconocido como uno de los países europeos con mentalidad más abierta y ejemplo de ello es su Monarquía: la única del mundo que ha sido gobernada ininterrumpidamente por reinas durante más de un siglo. Y es que desde que en 1890 muriese Guillermo III, sus sucesoras no habían vuelto a tener descendencia masculina hasta el nacimiento en 1967 del actual Rey Guillermo Alejandro.
De todos los monarcas recientes en la historia de Holanda, la Reina Juliana es sin duda una de las más queridas y recordadas. Casada con el Príncipe Bernardo de Lippe-Biesterfeld, únicamente tuvieron descendencia femenina y lo cierto es que sus cuatro hijas a punto estuvieron en más de una ocasión de acabar con su reinado y con la propia Casa de Orange-Nassau...
Beatriz de Holanda
La primera hija del matrimonio nació el 31 de enero de 1938 y desde ese mismo preciso instante, Beatriz Guillermina Amgdard de Orange-Nassau pasó a ocupar el segundo puesto en la línea de sucesión al trono por detrás de su madre y su abuela, la Reina Guillermina. Aunque no se convertiría oficialmente en Princesa Heredera hasta 1948, tras la abdicación de su abuela.
Su infancia estuvo marcada por la huida de la Familia Real Holandesa primero a Reino Unido y luego a Canadá debido a la invasión alemana durante la Segunda Guerra Mundial. Lejos de suponer un trauma, podría decirse que incluso este episodio resultó beneficioso para la futura Reina en cuanto a que gracias a ello tuvo la oportunidad de disfrutar del anonimato que en su país no tendría y de ese modo pasar sus primeros años de vida como una niña normal educada en colegios públicos.
Eso sí, tras su vuelta a Holanda debió asumir todas las responsabilidades que se esperaban de alguien llamado a reinar. Entre ellas la de buscar un buen consorte con el que garantizar la pervivencia de la dinastía. Lo encontró, sí, pero su elección del aristócrata Claus von Amsberg creó uno de los mayores conflictos sociales de la Holanda contemporánea.
¿Por qué? Su prometido no solo era alemán, sino que había pertenecido a las Juventudes Hitlerianas y tuvo un papel destacado durante la guerra. El pueblo holandés, que tanto había sufrido con la ocupación alemana, no estaba dispuesto a aceptar esto y en consecuencia salió a la calle para manifestarse y mostrar su rechazo. Beatriz se vio obligada a iniciar una huelga de hambre para convencer a su madre y al Parlamento.
Finalmente consiguió casarse con el hombre al que amaba un 10 de marzo de 1965 que será recordado por la bomba de humo y la verdura podrida que los ciudadanos lanzaron al carruaje nupcial durante su paseo por las calles de Ámsterdam. Quién le iba entonces al Príncipe Claus que acabaría convirtiéndose en uno de los miembros más populares de la Familia Real Holandesa...
En cuanto a la posteriormente Reina Beatriz, nunca llegó a gozar de tanta popularidad como su predecesora, pero durante los 33 años que duró su reinado (1980-2013) nunca le faltó el apoyo y el afecto de los holandeses gracias a su naturalidad, su simpatía y su eterna sonrisa. Un reinado al que puso fin de manera voluntaria para dar paso al Rey Guillermo Alejandro, su hijo y primer varón en ceñir la Corona en 150 años.
Tras su abdicación recuperó el título de Princesa y aunque nunca ha permitido que el pueblo la viese flaquear, la muerte de su hijo el Príncipe Friso el 12 de agosto de 2013 - a causa de un accidente de esquí que lo dejó en coma durante un año - supondría uno de los golpes más duros de su vida. Desde entonces vive dedicada de manera plena a sus nietos y continúa siendo uno de los activos más importantes de la Familia Real Holandesa.
Irene de Holanda
Poco antes de la invasión alemana, la Reina Juliana dio a luz el 5 de agosto de 1939 a una segunda hija que no pudo siquiera recibir las aguas bautismales en su país. La Princesa Irene de Holanda tendría que ser bautizada en el londinense Palacio de Buckhingham (teniendo como madrina a la Reina Isabel) en el que sería el primer destino de la Familia Real Holandesa antes de recalar en Canadá.
Llevándose únicamente un año de diferencia con su hermana mayor, Beatriz e Irene serían durante su infancia las mejores compañeras de juegos. Pero mientras que la mayor fue educada para reinar, la benjamina pudo gozar de mayor libertad de elección y tras cursar sus estudios en la Universidad de Utrecht se mudó a Madrid con el objetivo de aprender el castellano.
Aparte de para obtener el título de intérprete oficial, su estancia en la capital española le sirvió para conocer a su particular 'príncipe azul': el Príncipe Carlos Hugo de Borbón-Parma, pretendiente carlista al trono español. Fue amor a primera vista y rápidamente iniciaron un noviazgo que tuvo que ser mantenido en secreto debido a ser ella protestante y él católico. Esta diferencia de religión suponía una traba en su relación que aparentemente se solucionó en 1963 con la conversión - también secreta - de la princesa holandesa al catolicismo. Sin embargo, las cosas no hicieron más que ir de mal a peor.
En cuanto la noticia llegó a los Países Bajos, el Príncipe Bernardo tomó un avión inmediato a Madrid para llevar de vuelta a su hija y hacerla entrar en razón. El Parlamento no daba su aprobación a tal matrimonio y ni siquiera la Reina Juliana pudo convencerla. Por lo tanto, con la oposición de todo un país y sin la presencia de ningún miembro de los Orange-Nassau, la Princesa Irene y el Príncipe Carlos Hugo se dieron el 'sí, quiero' el 29 de abril de 1964 en la Basílica de Santa María la Mayor (Roma).
A raíz del enlace, Irene perdió sus derechos al trono holandés y el tratamiento de 'Su Alteza Real'. Pero si bien en un primer momento no le importó puesto que estaba plenamente enamorada de su marido, a medida que pasaron los años y el desgaste en la relación se hizo patente, se daría cuenta de que el proyecto vital que había asumido no iba con ella. En 1980 volvió con sus hijos a Holanda y solo un año después se divorció de su marido.
Inició así una etapa de búsqueda personal que la llevó a encontrarse a sí misma con la naturaleza después de un viaje a Sudáfrica. Abrazó de lleno la causa ecologista, escribió un libro sobre su experiencia y creó en dicho país una reserva natural de 5.000 hectáreas. De hecho, ha manifestado públicamente querer que sus cenizas sean esparcidas en el país donde encontró la felicidad y no enterrarse en el panteón familiar.
Margarita de Holanda
Margarita Francisca de Orange-Nassau nació el 19 de enero de 1943, siendo la única de las cuatro hijas que tendría la Reina Juliana que no nació en Holanda. Bueno, técnicamente sí lo hizo: el Parlamento declaró territorio neerlandés el hospital de Ottawa en el que vino al mundo para que no perdiese sus derechos de sucesión al trono.
Aunque tenía un carácter más discreto e introvertido que sus hermanas, al igual que ellas volvería en meter en problemas a la Familia Real debido a la elección que hizo de su futuro marido: el profesor Pieter van Vollenhoven. Se habían conocido durante su etapa universitaria y ambos compartían inquietudes artísticas. Pero había un problema: él era un plebeyo y ella una princesa.
Aunque ahora esto no suponga ningún problema (no hace falta más que ver las consortes de muchos de los reyes europeos), en aquel momento era un motivo como mínimo para prohibir la boda. Y aunque tanto la Reina Juliana como la Princesa Beatriz se opusieron, al final la soberana tuvo que ceder nuevamente a que una de sus hijas hiciese lo que no debía.
La boda se celebró el 10 de enero de 1967 y con ella la Princesa Margarita se convirtió oficialmente en el primer miembro de la dinastía Orange-Nassau en casarse con un ciudadano sin sangre real. Su propio marido lo recordaría años más tarde: "Nuestro matrimonio puede leerse como un cuento, pero es un cuento que nunca antes se había leído".
La Princesa Margarita es la única de las hermanas Orange-Nassau que, junto a Beatriz, tiene el título de 'Su Alteza Real' y de hecho es uno de los miembros más queridos y activos de la Familia Real Holandesa. Tanto que cuando cumplió 75 años la televisión pública le dedicó un programa especial que fue seguido por más de un millón de telespectadores.
Cristina de Holanda
La Familia Real Holandesa no volvió del exilio hasta 1945, cuando la Segunda Guerra Mundial se dio por finalizada. A su regreso fueron recibidos con vítores por sus conciudadanos y al poco tiempo nació la última hija de la Reina Juliana y el Príncipe Bernardo: María Cristina de Orange-Nassau.
Lejos de ser un feliz acontecimiento, todo se oscureció al descubrir que la princesa había nacido casi ciega ¿La causa? La rubeola que había contraído su madre durante el embarazo. La Reina Juliana no pudo evitar sentirse culpable y eso la llevó a depositar toda su confianza en una curandera que, al más puro estilo Rasputín, afirmaba ser capaz de sanar a la Princesa Cristina. Esa mujer llamada Greet Hofmans sería la causante de una de las mayores crisis de la monarquía holandesa, que a punto estuvo de llegar a su fin tras 200 años de historia.
El problema surgió debido a que la soberana depositó en la curandera toda su confianza y ésta, a su vez, supo mover muy bien sus hilos: opinaba sobre su matrimonio con el Príncipe Bernardo, le aconsejaba sobre asuntos de Estado e incluso llegó a escribirle discursos. La situación llegó a un límite en el que el Parlamento tuvo que intervenir de manera directa y Hofmans fue expulsada definitivamente de Palacio en 1965.
En lo que respecta a la Princesa Cristina, poco a poco fue recuperando parte de su visión (aunque nunca llegaría a ver plenamente) gracias a los avances médicos. Quizás debido a esto, desde muy pequeña dio muestras de un carácter notablemente independiente y que la llevó, con tan solo 16 años, a mudarse a un apartamento con una amiga.
De ahí se fue a los 21 a Canadá para estudiar música clásica. Allí dio rienda suelta a una extraordinaria afición que la ha llevado a grabar varios discos y a dar conciertos por todo el mundo. Fue sin duda la mejor etapa de su vida, ya que en el continente americano conoció al amor de su vida: un exiliado cubano llamado Jorge Pérez y Guillermo.
Eso sí, de nuevo llegaron los problemas. Su prometido era católico, por lo que la Princesa Cristina tuvo que renunciar a sus derechos al trono si querían contraer matrimonio. Lo hizo y se dieron el 'sí quiero' el 28 de junio de 1975. El escándalo no llegó a ser tan grande como el de su hermana Irene, pero fue lo suficientemente polémico como para que no se le permitiese volver a Holanda durante un tiempo.
Mujer de mundo, la Princesa Cristina ha vivido durante años entre los Estados Unidos, Londres e Italia. Hasta que en 1996 decidió divorciarse de su marido y volver a su lugar de origen junto a sus tres hijos : Bernardo, Nicolás y Juliana. Su familia la recibió con los brazos abiertos y desde entonces pueden disfrutar de sus conciertos a título privado.
Las hermanastras ilegítimas
Si bien es cierto que la Reina Juliana y el Príncipe Bernardo solo tuvieron cuatro hijas, su matrimonio estuvo marcado por las continuas infidelidades del consorte. Al principio ella prefería mirar hacia otro lado, pero con el tiempo la situación llegó a un límite en el que el divorcio se planteó en varias ocasiones. Finalmente decidieron que la institución prevalecía y que debían hacer de tripas corazón.
En cualquier caso, en 2004 se publicó una entrevista póstuma del Príncipe Bernardo en la que confesaba tener otras dos hijas habidas fuera del matrimonio. Y no solo eso, sino que la propia Reina Juliana había tenido conocimiento de ello y las había acogido en su casa. Se trató por lo tanto de una noticia inesperada para el pueblo holandés pero no para su Familia Real.
Alicia de Bielefeld nació en 1952 y se desconoce la identidad de su madre, pero ella es la más conocida de las hijas ilegítimas del Príncipe Bernardo debido a que en los años 70 se descubrió que estaba cobrando una cantidad mensual a cuenta del Estado. Llegó a pasar temporadas con la Reina Juliana y sus hijas en su residencia de verano, pero nunca se le permitió llamar "papá" en público a su progenitor.
Su hermanastra, Alexia Grinda, es hija de una modelo francesa con la que el consorte mantuvo un romance en los años 60. De hecho, Alexia nació en el mismo año en el que lo hizo el actual Rey Guillermo Alejandro de Holanda: 1967. Eso quiere decir que ese año el Príncipe Bernardo se convirtió en padre y abuelo por partida doble. Debido a esto, no convivió con los Orange-Nassau como sí hizo su hermana mayor.
Así se llevan las hermanas Orange-Nassau
Las Princesas Beatriz y Holanda nacieron con un año de diferencia, por lo que las infancias de ambas transcurrieron de manera paralela hasta que la mayor fue asumiendo progresivamente las responsabilidades propias de una Heredera al Trono. Ahí podría decirse que fue cuando empezó la ruptura entre ambas.
Los medios holandeses siempre han hablado de una cierta rivalidad entre ambas basada en sus diferentes constituciones: mientras que Irene fue una joven guapa y elegante, Beatriz nunca llegó a destacar por ese tipo de atributos. A esto habría que unirle además el polémico divorcio de los Príncipes de Borbón-Parma, ocurrido ya durante el reinado de Beatriz y que, teniendo en cuenta lo poco que le gustan a ella los escándalos, no sería muy de su agrado. Eso sí, ambas han sabido guardar siempre la compostura y nunca han permitido que se intuyese ningún atisbo de mala relación.
La cosa es muy diferente con la Princesa Margarita, quien ha continuado formando parte de la Familia Real y que, por lo tanto, se ha mantenido mucho más cercana a la Reina Beatriz. Es la única que se ha casado en Holanda y allí ha vivido desde la vuelta de su exilio. Su responsabilidad, discreción y su alta capacidad de trabajo la convirtieron en una persona indispensable durante el reinado de su hermana y posteriormente lo sigue siendo durante el de su sobrino.
En lo que respecta a la Princesa Cristina, ella es sin duda la más querida por todas las hermanas. Debido a su discapacidad fue durante su infancia y posterior adolescencia un objetivo de constantes atenciones por parte de toda la Familia Real. Sin embargo, en cuanto puso tierra de por medio y formó su propia vida, las relaciones se enfriaron ligeramente. Habría que hablar, en cualquier caso, de un distanciamiento territorial, no afectivo.