Cuando acaban de cumplirse cuatro años desde que fuera imputado por el Juez Castro, Iñaki Urdangarín ha vuelto a estar de máxima actualidad debido a la celebración del juicio por el Caso Nóos, que tuvo su primera sesión el pasado 11 de enero en Palma de Mallorca. Pero sus problemas con la Justicia no solo han afectado a su imagen pública y su vida personal.
Con sus casi dos metros de altura y las condiciones físicas de un deportista de élite, Iñaki Urdangarín se convirtió en el flamante prometido de la Infanta Cristina en mayo de 1997. Por aquel entonces, el ex duque de Palma era balonmanista del F.C. Barcelona, el club en el que había jugado desde su debut, en 1986; hasta su retirada, en el año 2000.
El apresurado deterioro de la imagen de Iñaki Urdangarín
Sin embargo, poco queda hoy en día de aquella imagen fuerte e impoluta del exjugador de balonmano, ya que los disgustos que le han ocasionado la acusación de múltiples delitos, la presión social a la que se ha visto sometido a medida que se conocía la magnitud del escándalo, el perjuicio que ha ocasionado con ello a la Corona española, así como el revuelo mediático que se ha generado en torno a él y su familia han hecho mella en su físico.
Una transformación que ya se evidenció a principios del año 2012, cuando el que fuera duque de Palma, de 47 años, acudió a declarar por primera vez ante el juez. El deterioro físico se manifestó por una considerable pérdida de peso que se vislumbraba sobre todo en su rostro demacrado, cansado y con evidentes signos de preocupación y en su cabellera poblada de canas. Todos estos problemas, sumados al paso del tiempo, ha provocado que el exdeportista olímpico se haya echado unos cuantos años encima prematuramente.