Tras la ceremonia, en la que la desde ese momento Princesa de Mónaco lució un traje azul de Chanel, la pareja saludó desde el balcón de Palacio y se besó ante los ciudadanos que les aclamaban. Mónaco volvía a tener Primera Dama.
1 Novia a la fuga, la cara de circunstancias y una luna de miel separados
Este hecho, que ha sido desmentido por una pareja acosada por los rumores, se habría producido por la aparición de otros dos hijos ilegítimos, algo que Charlene no pudo soportar. Esa es al menos la versión de Le Figaro, aunque de momento nada se sabe de la existencia de estas dos personas de sangre azul. Para acallar rumores, nada mejor que mostrar alegría en la boda, pero lo cierto es que la Princesa Charlene tenía una cara de circunstancias que invitaba a pensar que no eran nervios lo que amenazaban a una novia que debería estar radiante.
Lloró, y ella dijo que era por la emoción, pero casi nadie se lo creyó. Dos años después de su enlace, la Princesa de Mónaco confesó en una entrevista. "Fue todo tan abrumador y había tantas emociones encontradas a causa de los rumores, y obviamente por la tensión acumulada, que me puse a llorar".
Pasó la boda y llegó una extraña luna de miel que les llevó al país natal de ella, Sudáfrica. No es que fuera un detalle con su recién estrenada esposa, sino que Alberto II tenía que acudir a una reunión del Comité Olímpico Internacional en Durban. Por si fuera poco, la pareja durmió separada. Ella ocupó una lujosa suite de 450 metros cuadrados del Oyster Box de Durban, mientras que el Jefe del Estado se quedó en el Hotel Hilton de la ciudad. Como excusa se dijo que era para evitar que Alberto II tuviera que sufrir el tráfico. Casi nadie se lo creyó. Eso sí, al volver de la luna de miel el Príncipe criticó los falsos rumores sobre su matrimonio y comentó que todo estaba bien entre ellos.
2 Las espantadas de Charlene de Mónaco
Mary de Dinamarca, Máxima de Holanda y la Duquesa de Cambridge son algunas de las consortes que sirven como ejemplo a seguir dentro de la realeza. Simpáticas y solícitas, siempre están dispuestas a servir a la Corona a la que representan. La Princesa Charlene no ha sido así. Empezó fuerte, pero poco a poco empezó a mostrar desidia, y cuando aparecía ponía una cara que dejaba patente que no se esmeraba ni en disimular su infelicidad. Pronto evitó ir a ciertos actos, como la proclamación de Guillermo Alejandro de Países Bajos, o incluso la boda religiosa de Andrea Casiraghi y Tatiana Santo Domingo, lo que se vio como una forma de molestar a su cuñada Carolina.
Cuando fue madre, desapareció totalmente para dedicarse al cuidado de sus mellizos. Mientras otras reinas y princesas se reincorporaron a la actividad oficial tras una tiempo prudencial de baja por maternidad, Charlene se tomó no solo su tiempo, sino que dejó de vivir en el Palacio Grimaldi según la versión oficial por unas obras de acondicionamiento que impedían el descanso de los niños. Los rumores de separación volvieron a asaltar a la pareja, por lo que el Príncipe Alberto salió a desmentirlo: "Es totalmente increíble que tengamos que justificarnos. Es absurdo. Es simplemente imposible creer que estas historias han resurgido de nuevo. Es surrealista". Después, la Princesa Charlene, se instaló con los niños en Córcega, volviendo al Principado cuando tiene que cumplir con los pocos actos oficiales que le caen.
3 Problemas con Carolina de Mónaco
Con la boda de Alberto y Charlene, el Jefe del Estado conseguía una mujer y Mónaco ganaba una Princesa consorte, la que ansiaba desde que aquel fatídico 14 de septiembre de 1982 falleciera Grace Kelly. Sin embargo, la Princesa Carolina perdía así su papel de Primera Dama, ese que había ejercido con gusto durante casi 30 años. Las tensiones entre las cuñadas parecían no existir al principio, pero con el paso del tiempo, Charlene aprendió que si tenía que fiarse de una Grimaldi tendría que ser de la Princesa Estefanía, cuya labor institucional es testimonial y que tiene mucho cariño a la sudafricana.
La guerra fría entre Carolina y Charlene fue a más con el nacimiento de los mellizos Jacques y Gabriella, que echaron por tierra las aspiraciones de la Princesa de Hannover de suceder ella a Alberto II cuando falleciera o abdicara. El plan era que si ella seguía viva (tiene un año más que su hermano) renunciaría en favor de su hijo mayor, Andrea Casiraghi, el heredero en quien había pensado Rainiero III al no haber visto tener descendencia legítima al mediano de sus vástagos. Con el nacimiento del Príncipe Jacques y la Princesa Gabriella, todo se vino abajo. Ya no había que aparentar, y la guerra estalló. Eso sí, la ganadora ha sido la Princesa Charlene, que ha dado descendencia al Soberano y dio en las narices a su cuñada al no acudir al Baile de la Rosa que organiza Carolina de Hannover.
4 Princesa por contrato
Toda persona que quiere entrar en la realeza debe firmar unas cláusulas matrimoniales que espantarían al hombre o mujer más enamorado, pero no hay otra. En el caso de Charlene Wittstock, se vio obligada a firmar una especie de contrato en el que tenía que cumplir dos importantes puntos: por un lado debía dar un heredero al Príncipe Alberto, y por otro tenía que estar casada con él al menos cinco años.
Un lustro después, la Princesa Charlene ya es libre para abandonar a Alberto II si lo desea y ha cumplido por partida doble ya que ha dado no uno, sino dos herederos a los Grimaldi. Si quisiera podría marcharse para siempre, aunque debería dejar atrás los mellizos, cuya custodia completa recaería en el Príncipe Alberto. La Princesa de Mónaco no está dispuesta a separarse del fruto de su vientre, por lo que habrá matrimonio para rato.
5 El nacimiento de los mellizos
En mayo de 2014 llegó por fin la gran noticia al Principado de Mónaco: la Princesa Charlene estaba embarazada. La felicidad fue doble cuando terminaron confirmando que eran dos los herederos que la sudafricana estaba gestando, lo que dio pábulo a los rumores que hablaban de fecundación in vitro.
Sea como fuere, el 10 de diciembre de 2014 vinieron al mundo Gabriella, Thérèse, Marie, Princesa de Mónaco y Condesa de Carladès, y Jacques, Honoré, Rainier, Príncipe Heredero de Mónaco y Marqués de Baux, que pese a haber nacido dos minutos después que su hermana fue proclamado heredero al Trono en virtud de las leyes sálicas que rigen la sucesión en el Principado de Mónaco. Haciendo balance no se puede decir que el suyo sea un matrimonio muy feliz, pero solo por haber tenido a sus mellizos, sin duda ha merecido la pena.