La inesperada muerte que truncó su infancia
Dicho monarca era el tío paterno de la recién nacida, hija del Príncipe Jorge de Kent y la Princesa Marina de Grecia y Dinamarca. Una combinación que para los monárquicos más puristas la hace el doble de regia que su prima Isabel II: la actual soberana británica es hija de un príncipe y una aristócrata, mientras que Alexandra es hija de dos príncipes. En cualquier caso, mientras que una es Su Graciosa Majestad, la otra es simplemente Su Alteza Real.
Todo cambiaría para ella el 25 de agosto de 1942. Un día que estará para siempre clavado en su memoria pese a tener tan solo 6 años: fue el día en el que su padre, el Príncipe Jorge de Kent, fallecía de manera totalmente inesperada en un accidente aéreo en Escocia mientras pilotaba su avión de la Royal Air Force en dirección a Islandia. El cuarto hijo del Rey Jorge V tenía tan solo 39 años y dejaba tras él a una viuda de 36 con tres hijos a los que cuidar (el tercero de ellos nacido un mes antes). Una situación sin precedentes en la historia de los Windsor.
De repudiada a ser un ejemplo a seguir
Al drama familiar que supuso la pérdida del cabeza de familia hubo que unirle además una mala noticia de carácter económico: el Duque de Kent no había dejado escrito un testamento y el Parlamento - en calidad fuente de ingresos indirecta de la Familia Real - no preveía asignación alguna para una duquesa viuda. Por lo tanto, los Kent pasaron de las cerca de 75.000 libras anuales que recibían anteriormente a cobrar una mucho más escasa pensión por parte de la Royal Air Force.
Para poder sobrevivir, la Princesa Marina se vio obligada además a vender muchas de sus joyas personales y propiedades inmobiliarias. La ayuda de sus parientes cercanos sería también determinante, pero la princesa pudo comprobar en este sentido cómo en los malos momentos la gente muestra su verdadero rostro. Sobre todo en lo que se refiere a su cuñada: la Reina Isabel.
La rivalidad entre la consorte del Rey Jorge VI y la Duquesa de Kent se había manifestado prácticamente desde la llegada de esta última a la familia Windsor. Y es que, como descendiente de zares y emperadores que era, la Princesa Marina nunca dudaba en presumir de sus orígenes para dejar en ridículo a su cuñada (de origen aristocrático), a quien se refería como "esa pequeña niña escocesa". Por su parte, la Reina Isabel envidiaba a Marina por su belleza, estilo y linaje. El resultado de todo esto fue que la ayuda económica procedente de la Corona no era muy cuantiosa. De ese modo la consorte se cobró su venganza.
En lo que se refiere a la joven Princesa Alexandra, tuvo que conformarse con vestir ropa prestada por sus primas y ostentar un cuestionable honor: se convirtió en el primer miembro de la Familia Real Británica en ser educada en un colegio y no en un palacio. El lugar elegido fue la Heathfield School y gracias a ello empezó a ganarse de manera inconsciente el favor del pueblo. De hecho, en 1954 el semanario Maclean's le dedicó un reportaje en el que consideraban su experiencia formativa como "un plan a tener en cuenta sobre cómo educar en un futuro a la descendencia de la realeza".
A los 12 años fue enviada a un internado y posteriormente, con el objetivo de refinar su carácter y su estilo a la hora de vestir, su madre decidió que su única hija continuase su formación en París a cargo de Enrique de Orleans (pretendiente al trono francés). El resultado fue plenamente satisfactorio y a su vuelta, la Princesa Alexandra deslumbró a todos gracias a su inusual combinación de elegancia, belleza, amabilidad y porte regio. Sin duda un valor al alza en la realeza de los años 50 y 60.
Una boda multitudinaria y una vida familiar tranquila
Alexandra de Kent se convirtió en una de las princesas más guapas de su época y, dispuesta a aprovecharse de ello, su madre no dudó en emparejarla con numerosos pretendientes. La mejor forma de hacerlo era que Alexandra ejerciese de Dama de Honor en bodas reales de parientes. Porque ya se sabe: "De una boda sale otra boda".
De ese modo, la hija de Marina de Kent fue Dama de Honor en las bodas de su prima Patricia Mountbatten con Lord Brabourne en 1946, de la Princesa Isabel y Felipe de Edimburgo en 1947 y, por último, de la Princesa Sofía de Grecia y el Príncipe Juan Carlos de España en 1962. La última porque para entonces ya había abandonado extraoficialmente la soltería.
El afortunado era Angus Ogilvy, un apuesto banquero de la City londinense procedente de una familia aristocrática muy vinculada a la Familia Real Británica: su abuela había sido dama de compañía de la Reina María de Teck y su padre (XII Conde de Airlie) era amigo personal del Rey Jorge VI). Unas credenciales que resultaban insuficientes para Marina de Kent, quien finalmente tuvo que claudicar en su empeño de casar a Alexandra con algún miembro destacado de la realeza europea.
Tras un discreto romance de ocho años, el Palacio de Kensington (lugar al que se trasladaron a vivir los Kent tras la proclamación de Isabel II) anunció oficialmente el compromiso matrimonial entre la Princesa Alexandra y Angus Ogilvy el 29 de noviembre de 1962. La boda tendría lugar cuatro meses más tarde y sería sin duda el mayor evento del año.
La fecha elegida para el gran día fue el 24 de abril de 1963 y el lugar la Abadía de Westminster. Habían pasado tres años desde que la Princesa Margarita y el fotógrafo Tony Armstrong-Jones se dieran allí el 'sí, quiero' en una fastuosa ceremonia que sería considerada como la primera 'boda real moderna' debido a la influencia de invitados de todo tipo: actores, bailarines, escritores... Sin embargo, el enlace de su prima Alexandra - inferior a ella en rango protocolario - conseguiría reunir a un mayor número de royals y espectadores.
Aparte de la Familia Real Británica al completo, acudieron también representantes de prácticamente todas las casas reales reinantes y/o en el exilio: la Reina Victoria Eugenia de España, la Reina Federica de Grecia, el Rey Olaf V de Noruega, la Princesa Olga de Yugoslavia, la Reina Elena de Rumanía, la Reina Luisa de Suecia y la Reina Ingrid de Dinamarca. Todos ellos emparentados con la novia en mayor o menor grado de consanguinidad.
En reconocimiento a su prima y sobre todo a esposo, la Reina Isabel II ofreció a Angus Ogilvy la posibilidad de ostentar un título nobiliario. Él y su mujer no solo rechazaron esta oferta, sino que tampoco quisieron continuar viviendo en el Palacio de Kensington. En lugar de ello se instalaron en Thatched House Lodge, una residencia ubicada a las afueras de Londres y que el Honorable Señor adquirió por 150.000 libras.
Fue allí donde el matrimonio dio la bienvenida a sus dos hijos, quienes debido a la renuncia de sus progenitores no ostentan ningún título nobiliario ni gozan de tratamiento protocolario alguno: James Ogilvy nació el 29 de febrero de 1964 y Marina Ogilvy el 31 de julio de 1966. Sobre la fecha de nacimiento del primogénito la Princesa Alexandra llegó a declarar: "Ya era bastante malo que mi cumpleaños coincidiese con el día de Navidad, pero es que a mi pobre hijo le toca celebrar su cumpleaños cada cuatro años".
Allí, alejados de la Corte pero cumpliendo con sus obligaciones como familiares de la Reina, los miembros de la familia Ogilvy vivieron una existencia tranquila y sin excesivos sobresaltos. Quizás como premio a esa discreción, Isabel II nombró a su primo político Caballero de la Real Orden Victoriana en 1988 y posteriormente le permitió entrar en su consejo privado. Eso fue en 1997 y por desgracia Sir Angus Ogilvy no podría disfrutar durante mucho tiempo de ese honor.
En el año 2000 los médicos le detectaron un cáncer de garganta que, aunque pudo ser tratado a tiempo e incluso le permitió realizar viajes transatlánticos en compañía de su esposa, acabó con su vida el 26 de diciembre de 2004 a los 76 años. La trágica casualidad hizo que Alexandra de Kent se quedase viuda solo un día después de haber celebrado su 68 cumpleaños.
Un romance secreto y tabú
A pesar de la discreción que siempre ha caracterizado la trayectoria de la Princesa Alexandra, hay un episodio en su vida que ha dado mucho que hablar en la prensa y que al mismo tiempo constituye uno de los secretos mejores guardados de la Familia Real Británica: su supuesto romance con el Duque de Edimburgo.
Son muy pocos los autores que se han atrevido a hablar abiertamente de este romance, pero entre ellos destacan Nicholas Davies en 'Elizabet II: A Woman who is Not Amused' (1996) y Giles Brandreth en 'Philip and Elizabeth: Portrait of a Marriage' (2004).
Davies sostiene que ambos se conocieron cuando el Príncipe Felipe comenzó a cortejar a la entonces Heredera al Trono, pero que no fue hasta finales de los años 50 cuando se estrechó su relación. En esa época la Reina y su esposo atravesaron su peor crisis matrimonial y el Duque de Edimburgo buscaba refugio en actividades como la vela, una pasión compartida por la Princesa Alexandra. En base a esto, el autor afirma que el primer encuentro sexual entre ambos se produjo durante una de las regatas anuales de Cowes Week: "Alexandra y Felipe se acercaron inicialmente a través del amor mutuo hacia la vela".
De ese modo iniciaron una relación clandestina en escenarios como el Palacio de Buckingham, el Castillo de Windsor y el yate real Britannia. Según Davies, "la única regla general era que la Reina debía estar lejos de esos lugares en el momento en que su esposo y su prima se reunían". Isabel II llegó a tener conocimiento de lo que ocurría, pero prefirió ignorarlo: "El mantenimiento de un frente familiar unido ha sido siempre la principal prioridad de la Reina y eso explica que evitase el escándalo que habría generado haber apartado a Alexandra".
Tras la boda de la Princesa de Kent con Angus Ogilvy, los amantes continuaron su relación y la extendieron temporalmente al menos durante 20 años. En este punto Gyles Brandreth asegura que "Ogilvy estaba tan consternado por el rumor que planteó el asunto ante el secretario privado de la Reina, en busca de consejo sobre qué hacer". Pero él, al igual que la otra implicada, tampoco hizo nada.
Esta historia nunca ha podido ser demostrada y durante años ha servido para engrosar la larga lista de amantes del Duque de Edimburgo. Sin embargo, en una carta de Alexandra de Kent a su hermano mayor en 1952 descubierta recientemente ésta hace referencia al marido de su prima: "Tuvimos una larga discusión sobre las medias negras. Sé que suena estúpido, pero él es tan dulce..."
Esa es la única prueba del presunto romance que podría tenerse en consideración hasta el momento. En cualquier caso, no deja de ser un rumor altamente improbable teniendo en cuenta la lealtad y amistad profesadas desde siempre por Alexandra hacia su prima y, por otro lado, la relación de parentesco que la unía con el Príncipe Felipe: eran primos segundos.
Una trabajadora incansable
Más allá de rumores y escándalos, si por algo se ha conocido a la Princesa Alexandra de Kent a lo largo de sus más de 80 años de vida ha sido por su infatigable trabajo a favor de la Corona Británica. Una labor que comenzó a desempeñar con tan solo 16 años y que la ha llevado a ser considerada uno de los miembros más trabajadores de la Familia Real.
Su inicio en la vida pública fue en 1953, cuando realizó una visita junto a su madre a Lancanshire. Tal y como narraba el semanario Maclean's en su citado reportaje sobre la princesa: "En dos días viajó más de 200 millas, visitó cinco molinos, una exposición de arte, un centro de investigación y tres ayuntamientos abarrotados de concejales. Asistió a 80 presentaciones oficiales, estrechó 450 manos y terminó considerablemente blanca del agotamiento".
Desde ese momento hasta ahora, Lady Ogilvy ha cumplido una media de 100 compromisos anuales en calidad de patrona de un centenar de organizaciones benéficas de campos tan variados como la medicina (es Vicepresidenta de la Cruz Roja Británica y de la Asociación de Perros Guía para Ciegos), la cultura (es Patrona de la Sociedad Chopin y de la Ópera Nacional) e incluso el ejército (es Comandante en Jefe Aérea del Servicio de Enfermería de la Fuerza Aérea Real). Como ejemplo ilustrativo de su incasable ritmo de trabajo: en 2018 la Duquesa de Cambridge acudió a 87 actos públicos, mientras que Meghan Markle solamente a 45.
Como homenaje a su dedicación y coincidiendo con el 80 cumpleaños de su prima, en 2016 la Reina Isabel II organizó una recepción en el Palacio de Buckingham donde reunió a todas las asociaciones con las que Alexandra se había involucrado. En un inusual gesto de orgullo, la Reina cedió todo el protagonismo a su prima, acompañándola en los corrillos pero en un segundo plano. Por su parte, la princesa dijo humildemente a los allí presentes durante su discurso de agradecimiento: "Esta es una celebración de vuestro trabajo".
Durante los últimos años, Alexandra de Kent ha sufrido diversos problemas de salud mayoritariamente provocados por su avanzada edad: en 1999 tuvo que enfrentarse a un cáncer de piel, en 2018 se rompió un brazo y a principios de 2019 se le diagnosticó polimialgia reumática. Debido a ello se ha visto obligada a bajar el ritmo de trabajo, pero aún así el pasado año cumplió con 67 compromisos oficiales (más que Meghan Markle); demostrando así que la sangre azul que corre por sus venas sigue siendo todavía la mejor de sus credenciales.