MÁS O MENOS TRABAJADORES

Alberto de Bélgica, Beatriz de Holanda y Don Juan Carlos: las distintas maneras de vivir tras una abdicación

Los motivos por los que cedieron la Corona son variados y ahora cada uno vive su jubilación en la medida de sus posibilidades, cumpliendo sus obligaciones o dedicados de manera plena al ocio.

Juan Salgado 27 Diciembre 2018 en Bekia

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Tradicionalmente, cuando un Rey era coronado adquiría un compromiso de por vida con la institución y con el país a los que representaba. Así fue hasta el siglo XXI, cuando la avanzada edad de los monarcas comenzó a ser un problema de continuidad y muchos optaron por abdicar. Ante la falta de concreción del papel que estos deben adquirir tras ceder la Corona, no está de más hacer un repaso a cómo es la vida de estos reyes después de haber renunciado al Trono.

Beatriz de Holanda

La primera de esta generación de monarcas que decidió tomar la decisión de renunciar a la Corona fue la Reina Beatriz de Holanda tras más de 30 años de reinado. Lo hizo público el 28 de enero de 2013 alegando que lo hacía "por el convencimiento de que la responsabilidad de la nación debe recaer ahora en las manos de una nueva generación". Se daba la casualidad de que ese mismo año la Reina cumplía 75 años y se conmemoraban los 200 años de la creación del Reino de los Países Bajos.

Tras la investidura de su hijo, pasó a ser tratada oficialmente como Su Alteza Real la Princesa Beatriz de los Países Bajos y volvió al lugar en el que habitó durante sus años como Heredera al Trono: el Castillo de Drakensteyn. No obstante, lejos de suponer esto una retirada, ella misma dejó claro en su discurso de despedida que nada más lejos de la realidad: "La entrega del Trono a mi sucesor no significará una despedida, sino que espero poder volver a encontrarme muy a menudo con todos ustedes".

Ya han pasado más de cinco años desde entonces y la Princesa Beatriz sigue siendo uno de los activos más importantes de la Familia Real Holandesa. De hecho, aumenta en popularidad a su propio hijo el Rey Guilermo Alejandro, aunque no a su nuera la Reina Máxima. Su presencia sigue siendo muy destacada en la agenda oficial tanto en actos como en viajes, además de tener un despacho propio en el Palacio Real junto al de su sucesor.

La otrora Reina dedica su existencia de jubilada principalmente a acudir a aniversarios de fundaciones, conciertos, inauguraciones, cenas de gala, recepciones oficiales... Por ejemplo, en mayo de 2016 vino a España a inaugurar una exposición de El Bosco en el Museo del Prado y más recientemente, en diciembre de 2018, viajó nada más y nada menos que a las Antillas Neerlandesas para visitar la isla de Bonaire invitada por la Fundación de Parques Nacionales que preside. Desde luego, mientras su salud de hierro continúe sin darle problemas, parece que nada ni nadie conseguirá parara a la Princesa Beatriz.

Alberto de Bélgica

Pese a que el Rey Alberto de Bélgica abdicó solo unos meses después que su homóloga holandesa, lo cierto es que sus circunstancias antes y después son muy distintas. Principalmente en lo que se refiere a popularidad y salud: por una parte, nunca llegó a ser tan querido por los belgas como fue su hermano el Rey Balduino y como es su hijo el Rey Felipe; por otra, son muchos los problemas de salud que lo aquejan y que le impiden disfrutar de una 'jubilación dorada'.

La abdicación de Alberto II de Bélgica fue anunciada el 3 de julio de 2013 en un clima de creciente inestabilidad política a la que con sus 80 años ya no podía hacer frente. Él mismo lo aseguró en su discurso: "Mi edad y mi salud no me permiten ya llevar a cabo mis funciones, así que después de un reinado de 20 años creo que ha llegado el momento de pasar el relevo a la siguiente generación".

En 2000 tuvo que ser intervenido quirúrgicamente para colocarle cuatro bypass y en 2007 se le implantó una prótesis de cadera tras sufrir una caída. Progresivamente fue reduciendo sus actividades, pero sus problemas no remitieron: en 2011 y en 2014 tuvo que ser doblemente operado por un cáncer de piel (primero en la nariz y luego en la zona del cuero cabelludo) y finalmente a principios de 2018 se le intervino a causa de problemas cardiovasculares.

Por lo tanto, sus últimos años de reinado y los posteriores tras haber cedido el Trono han estado muy condicionados por todas estas idas y venidas hospitalarias. Pero por si eso no fuera suficiente, hay otro frente abierto que atormenta su existencia: la supuesta paternidad ilegítima de Delphine Boël.

Se trata de una artista belga nacida en 1986 y que asegura ser fruto de la relación del Rey con su madre, la Baronesa Sybille de Selys-Longchamps. Se desconocía su existencia hasta la publicación en 1999 de una biografía de la Reina Paola en la que se abordaban las infidelidades del matrimonio real. Aún así, no fue hasta 2013 cuando decidió interponer la demanda de paternidad ante el Tribunal Civil de Bruselas y dar inicio a un interminable proceso cuyo desenlace no llega a atisbarse y que sin duda está molestando notablemente al retirado Monarca.

El caso es que, entre problemas de salud y demandas judiciales, la vida de Alberto de Bélgica está transcurriendo con más pena que gloria y sin apenas actividad institucional. Prácticamente acude solo a actos familiares y de manera muy excepcional a actos culturales o acompañando a su mujer en su labor como Presidenta honorífica de Missing Children Europe. Desde luego nada que ver con la Princesa Beatriz pero sí con el siguiente Rey sin corona...

Rey Juan Carlos

Podría decirse que Don Juan Carlos está a medio camino entre las trayectorias vitales de sus dos grandes amigos entre la realeza europea: durante el auge de su reinado llegó a gozar de tanta popularidad como la Princesa Beatriz, pero sus infidelidades y sus problemas de salud hacen que la última etapa de su vida le una más todavía al Rey Alberto de Bélgica. Además, su actividad institucional después de la abdicación ha oscilado entre una mayor presencia que el belga pero muy inferior a la de la holandesa.

En un momento crítico para la monarquía española, el Rey Juan Carlos I decidió abdicar el 2 de junio de 2014 a los 76 años y tras casi cuatro décadas de reinado. En su discurso únicamente se refirió a "un impulso de renovación, de superación, de corregir errores y abrir un camino a un futuro decididamente mejor". No obstante, todo el mundo sabía que detrás de su decisión se escondía el descrédito popular que sufría a raíz de la imputación de Iñaki Urdangarin en el Caso Noós o el escándalo que supuso su cacería en Botswana y el posterior descubrimiento de su relación extramatrimonial con Corinna zu Sayn-Wittgenstein.

No acudió a la ceremonia de proclamación de su hijo el 19 de junio de ese mismo año y eso no fue más que el preludio de lo que vendría después, ya que los meses siguientes Don Juan Carlos estuvo sumido en una profunda crisis existencial: a la pérdida del poder se le unió el cada vez mayor deterioro de su salud (sobre todo en lo que a movilidad se refiere) y unas cada vez más crecientes disputas familiares.

Su primer acto oficial como Rey Emérito tuvo lugar en agosto de 2014, cuando acudió a la toma de posesión como presidente de Juan Manuel Santos en Colombia. A partir de entonces se convertiría en una especie de 'embajador' de España en Latinoamérica, acudiendo a más actos de este tipo en Chile, Guatemala, República Dominicana, Uruguay, Argentina y Perú.

No eran esos sus únicos viajes, ya durante esa primera etapa se dedicó a disfrutar de su pasión por la gastronomía y el deporte: tanto se le podía ver comiendo en un restaurante de lujo como en las gradas de una corrida de toros, disfrutando de la Fórmula 1 en Abu Dhabi o a bordo de su renovado velero. Sin duda una jubilación 'a cuerpo de rey', como la describieron muchos analistas.

Pasado el tiempo, la actitud antes benévola de Zarzuela viró en a un escepticismo crítico y esto se tradujo en la decisión de imponer cierto control en la agenda de Don Juan Carlos. De ese modo, poco a poco se fue reduciendo su presencia en el extranjero y se estableció un plan de imagen que pasaba por aproximarlo cada vez más a la Reina Sofía y hacerle partícipe en un mayor número de actos institucionales. No obstante, a pesar de todo - justo cuando parecía que por fin había sentado cabeza - el padre de Felipe VI volvió a las andadas y demostró que las normas no están hechas para alguien como él. Cumplidos los 80 años, nada ni nadie puede frenar sus impulsos.

Ellas ni abdican ni se jubilan

Al igual que en el descrito caso de Beatriz de Holanda, el resto de reinas (titulares o consortes) de su generación destacan por continuar trabajando de manera incansable aun a pesar de la abdicación de sus respectivos maridos. De hecho, ellas trabajan más que ellos. Sirvan de ejemplo la Reina Paola de Bélgica o la Reina Sofía de España, quienes siguen al frente de sus diversas organizaciones benéficas y recibiendo premios por su labor en diferentes campos.

Mención aparte merecen las dos únicas mujeres que actualmente son monarcas en Europa: Isabel II de Reino Unido y Margarita II de Dinamarca. Superados los 90 años la primera y cerca de los 80 la segunda, ninguna de ellas se plantea ni siquiera de manera remota la posibilidad de renunciar al Trono. Ambas pueden presumir de tener una 'salud de hierro' y gozan del cariño inestimable de su pueblo, por lo que la opción de dar un paso atrás no está entre sus objetivos.

Sí es cierto que en los dos casos ha habido rumores de abdicación, siendo más fuertes en el caso de Margarita de Dinamarca. Muchos expertos consideraron que la confluencia de la muerte su marido el Príncipe Enrique y el 50 cumpleaños del Príncipe Heredero Federico durante los dos últimos años eran motivos que estaban haciendo a la Reina plantearse ceder la Corona, pero nada más lejos de la realidad. Ella misma lo dejó claro el día de su 75 cumpleaños: "Todavía tengo mucho trabajo que hacer. Ni voy a abdicar, ni voy a dejar de fumar".

La razón de su tesón se debe a que concibe la Corona como una tarea de por vida a la que no se puede renunciar salvo por la muerte. Lo mismo que le ocurre a su homóloga británica: Isabel II ya vivió la traumática abdicación de su tío Eduardo VIII y no está dispuesta a volver a poner la Monarquía Británica en juego. Si bien es cierto que tras su 90 cumpleaños comenzó a delegar más sus tareas, su ritmo de trabajo es incansable y todo parece indicar que al Príncipe Carlos le seguirá tocar esperar durante unos años más (y ya van 70).

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