Se trata de Akihito de Japón, un anciano emperador de 82 que está cansado y quiere jubilarse. Así lo ha expresado en un mensaje emitido ante su nación en el que ha mostrado su intención de abdicar, si es que le dejan, y que entonces fuera Naruhito quien se convirtiera por fin en Emperador.
El Emperador está preocupado debido a que no se encuentra en las condiciones más óptimas para seguir ostentando la Jefatura del Estado: "Me preocupa que pueda convertirse en algo difícil para mí llevar a cabo mis responsabilidades como símbolo del Estado, tal y como he venido haciendo hasta ahora".
Una salud muy delicada
El problema es que la legislación nipona no contempla que el Emperador abdique, por lo que el Parlamento del país debería realizar cambiar la Ley que rige la Casa Imperial para que Akihito pueda trasmitir al Trono del Crisantemo a su hijo Naruhito en vida. La primera respuesta ha venido de la mano del primer ministro de Japón, Shinzo Abe, que ha señalado que el Gobierno tendrá en cuenta las palabras del Emperador.