El Duque de Edimburgo ha vivido casi un siglo, de hecho le faltaron dos meses y 1 día para haber celebrado los 100 años. El Príncipe Felipe de Reino Unido se había convertido en el consorte en ejercicio más longevo de la historia de la monarquía británica, ya que aunque su suegra, la Reina Madre, vivió 101, llevaba viuda 49 años. Tuvo además el récord mundial de ser el consorte que más años ha ejercido su cargo en el mundo, ya que en el momento en el que la Reina Isabel subió al Trono el 6 de febrero de 1952, ascendió a número 2 dentro de la Casa Real Británica, puesto que asumió durante más de 65 años hasta que se retiró de los actos oficiales en 2017.
Pese a que no es rey, al no permitirse que el marido de una reina lleve tal dignidad, ha vivido como si lo fuera, a fin de cuentas era el consorte de la Monarca con más tradición y solera del mundo entero. Ha vivido momentos buenos y malos, destacando 9 acontecimientos, circunstancias o etapas que han marcado sus casi 100 años de vida.
1 La dura infancia de un niño de sangre azul
Felipe de Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg nació el 10 de junio de 1921 en la villa Mon Repos de Corfú, isla helena en la que veraneaba la Familia Real Griega, y que la Reina Sofía de España conoce bien, pues allí pasó los estíos mientras fue Princesa de Grecia. Era el quinto hijo y único varón del Príncipe Andrés de Grecia y Dinamarca y de la Princesa Alicia de Battenberg. A su vez era nieto paterno del Rey Jorge I de Grecia, nacido Guillermo de Dinamarca, y que fue quien instauró la dinastía Glücksburg en el trono heleno, y de la Gran Duquesa Olga de Rusia, reina consorte de Grecia. Por parte de madre era nieto de Luis de Battenberg, I Milford Haven y de la Princesa Victoria de Hesse-Darmstadt. Con sangre real por los cuatro costados, su vida tuvo poco que ver con los algodones con los que se criaron otros príncipes y princesas de Europa.
La inestabilidad griega y el poco amor de su pueblo por los reyes extranjeros que les gobernaban provocaron que los Glücksburg estuvieran siempre preparados para el exilio. En 1922, la Familia Real tuvo que marcharse del país, y entre ellos estaba ya el pequeño Príncipe Felipe. Su primer destino fue Francia. Allí, el matrimonio de sus padres terminó de romperse. Él prefería el juego y la mala vida, y ella fue diagnosticada con esquizofrenia en 1930. Felipe de Grecia perdió a su padre en 1944 en un hotel de Monte-Carlo, mientras que su madre falleció en Londres en 1969, habiendo dedicado gran parte de su vida a obras de caridad. La Princesa Alicia, que había pasado su vejez en Grecia, fue invitada por la Reina Isabel y el Duque de Edimburgo a vivir con ellos en Reino Unido. Al saber que la Monarca le había invitado, accedió, pasando con la Familia Real Británica sus últimos años de vida.
Con este panorama, sin hogar ni padres que estuvieran capacitados para ocuparse de él, Felipe pasó por los Palacios de Kensington y los Palacios Reales de Bucarest y Peles, donde vivió con su primo Miguel de Rumanía. Su abuela materna, la Princesa Victoria de Hesse-Darmstadt, se encargó de él y le envió a Inglaterra para que estudiara allí. Sin embargo, quien se preocupó por él y le trató como un hijo fue Lord Mounbatten, el tío Dickie, al que consideró como un segundo padre.
Pasó por un colegio de París llamado The Elms, por la Old Tabor School de Cheam, Surrey, Inglaterra, estuvo cinco años internado en la escuela escocesa de Gordonstoun y fue escolarizado en Schloss Salem en Alemania, dirigido por su cuñado Bertoldo de Baden. En este lugar estudió años después su sobrina Sofía de Grecia, futura Reina de España. Con pocos recursos, triste y solo, el que sería Duque de Edimburgo tuvo una infancia para olvidar, pero de la que salió fortalecido.
2 Los tristes destinos de su familia
El hogar roto en el que nació el Príncipe Felipe fue como una premonición. Él ha tenido una vida confortable y ha llegado casi al siglo, pero su núcleo familiar no puede decir lo mismo. Su padre, Andrés de Grecia, llevo mala vida tras separarse de facto de la Princesa Alicia, y fue encontrado muerto en su habitación del Hotel Metropole de Monte-Carlo, Mónaco, donde residía. Tenía 62 años. La Princesa Alicia sufrió mucho por su complicado matrimonio. Además, fue diagnosticada con esquizofrenia en 1930 cuando tenía solo 35 años, por lo que internada y separada de su familia. Nunca pudo criar a su hijo pequeño, y tuvo la desgracia de enterrar a dos de sus hijas, a la Princesa Cecilia y a la Princesa Teodora. Tras una vida de ayuda y caridad, que practicaba cuando estaba lúcida, murió en Londres el 5 de diciembre de 1969, donde vivió los dos últimos años de su vida tras el último exilio de la Familia Real Griega en 1967. Tenía 84 años.
Las hermanas de Felipe no fueron menos desgraciadas, al menos algunas de ellas. Las cuatro se casaron con príncipes alemanes, por lo que quedaron enfrentadas a su familia en la II Guerra Mundial. La mayor, la Princesa Margarita, se casó con el Príncipe de Hohenlohe-Langenburg, con el que tuvo 6 hijos, de los cuales sobrevivió a dos. Murió a los 76 años. La Princesa Teodora se casó con el Príncipe Bertoldo de Baden, lo que le procuró grandes riquezas, tuvo 3 hijos y murió en 1969 a los 63 años, unas semanas antes de su madre.
La gran desgracia de la familia fue protagonizada por la Princesa Cecilia de Grecia y Dinamarca, casada con el Gran Duque Jorge Donato de Hesse. La pareja tuvo tres hijos, Luis Ernesto, Alejando Jorge y Juana, y hubiera tenido un cuarto de no ser por lo que ocurrió, ya que la Princesa Cecilia estaba embarazada. Era otoño de 1937, y todos menos Juana viajaban a Londres para acudir a la boda del hermano del Gran Duque con Margarita Geddes. Cuando iban a hacer escala en Ostende (Bélgica), la niebla provocó que el avión se estrellara. Murieron todos los pasajeros. La pequeña Juana fue adoptada por Luis y Margarita de Hesse, pero murió de meningitis en 1939 cuando solo tenía dos años y medio.
La Princesa Sofía se casó con el príncipe Cristóbal de Hesse-Kassel, un ferviente nazi que murió en 1943 en un accidente aéreo. Dejó cuatro hijos más uno en camino. La viuda abandonó el pensamiento nazi al morir su marido y en 1946 se casó con el Príncipe Jorge Guillermo de Hannover, con el que tuvo otros 3 hijos. Dirigió el internado de Salem tras su cuñado y presidió el Comité Olímpico de Grecia hasta el advenimiento de la República. Murió en 2001 a los 87 años.
3 Un príncipe marino que luchó en la II Guerra Mundial
El Príncipe Felipe sabía que no iba a ocupar un trono por derecho propio. Se encontraba alejado del que le correspondía, el griego, que además era inestable. Su padre le recomendó que quedara en Inglaterra y se casara con una dama de alta posición, no tenía dinero y sabía que poca carrera podría hacer salvo dedicarse a su gran pasión: la marina.
Así, Felipe Glücksburg entró en la Marina Real de Reino Unido, donde llegó a ser teniente. Se graduó como cadete en el Britannia Royal Naval College en 1939 y fue el subcomandante más joven de la Armada, al llegar allí a los 21 años, e incluso luchó en la II Guerra Mundial en el bando aliado, enfrentándose a sus cuñados alemanes nazis. Estuvo presente en las batallas de Creta y del cabo Matapan, obteniendo la Cruz Griega del Valor. Su carrera en el ejército británico no se detuvo al casarse con la entonces Princesa Isabel, con la que llegó a vivir en Malta al ser enviado allí. Fueron aquellos unos años felices, ajenos a lo que les reservaba el destino poco tiempo después. Sin embargo, dejó de servir activamente con la subida al trono de Isabel II, centrándose así en su labor como consorte.
4 Dicky Mountbatten, un padre para el Príncipe Felipe
La infancia del Duque de Edimburgo fue triste y solitaria. Su rescate vino de la mano de su tío Lord Mountbatten, hermano de su madre y I conde Mountbatten de Birmania, que sacaba 21 años a su sobrino. Conocido como Dickie, fue quien ayudó a Felipe en todo lo posible y quien intrigó para que la Princesa Isabel conociera al apuesto griego que sería su marido.
Fue Dickie el que consiguió que Felipe obtuviera la nacionalidad británica, que entrase en la Academia Naval de Darmouth y que cambiase de orden sus apellidos para dejar atrás el largo y regio Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg y colocar como primero el antaño Battenberg, que derivó en Mountbatten en 1917 para olvidar el origen germánico de tan noble apellido. Isabel y Felipe se conocieron en 1934, se vieron nuevamente en 1937 y en 1939 ella quedó prendada del príncipe heleno sin hogar ni dinero con quien intimó en el año en el que estalló la II Guerra Mundial. Dickie había vuelto a hacer de las suyas y le había salido bien. Su relación con la Familia Real Británica fue tan estrecha que incluso fue mentor de su sobrino nieto, el Príncipe Carlos de Inglaterra, con quien se llevaba a las mil maravillas.
No todo fueron alegrías para Dickie, a quien el destino le tenía reservada la peor de las tragedias. Con casi 80 años y habiendo servido en el Ejército, quizás no esperaba que su vida terminara violentamente. En verano de 1979, el Conde se encontraba en Mullaghmore, Irlanda. El aristócrata fue a pescar en un barco que había estado amarrado en el puerto. El terrorista del IRA Thomas McMahon entró en la embarcación y colocó una bomba que hizo detonar. A causa de la deflagración fallecieron él, dos de sus nietos, Nicholas y Timothy, y su consuegra Doreen.
5 Su boda con Isabel de Inglaterra, su gran triunfo
La entonces Princesa Isabel era la heredera del trono más codiciado del mundo, pero quedó tan prendada del Príncipe Felipe que le esperó hasta el final de la contienda. En verano de 1947, el malogrado Rey Jorge VI aceptó al Príncipe Felipe como yerno y el compromiso se anunció en julio. Por si le quedaba algo a lo que renunciar, Felipe dijo adiós a los títulos griegos y daneses que le correspondían por nacimiento y a su fe ortodoxa.
La primera boda real celebrada tras la II Guerra Mundial tuvo lugar el 20 de noviembre de 1947 en la Abadía de Westminster. Pese a las llamativas ausencias por ambos lados, fue un enlace por todo lo alto en la medida de lo posible, calificado por el primer ministro Winston Churchill como "un toque de color en el duro camino que debemos recorrer". La pareja ha permanecido casada durante más de siete décadas con buenos momentos y otros no tan buenos. Han sido varias las infidelidades por parte de él, pero ante todo han seguido unidos por el Estado y por amor. La Reina Isabel manifestó que ella esperaba un marido leal, no un marido fiel, y en lealtad, nadie ha superado a Felipe de Edimburgo. Con ella ha sido padre de cuatro hijos, abuelo de 8 nietos, y conoció a 10 bisnietos, dos de ellos nacidos poco antes de su fallecimiento.
6 Su primera etapa en la Familia Real Británica: los años más felices
Felipe de Mountbatten pasó a ser Su Alteza Real el Duque de Edimburgo, Conde de Merioneth y Barón Greenwich, títulos que le otorgó Jorge VI con ocasión de su matrimonio con Isabel. Por aquel tiempo, la pareja era conocida como los Edimburgo y su situación era prácticamente de igualdad.
Él servía en el Ejército y ambos participaban en compromisos oficiales mientras criaban a sus hijos, el Príncipe Carlos, nacido en 1948, y la Princesa Ana, que vino al mundo en 1950. Su existencia era feliz hasta que durante un viaje oficial a Kenia una llamada lo cambió todo: el Rey Jorge VI había muerto. Ahora Lilibeth era Su Majestad la Reina Isabel II de Reino Unido y él, su marido, ya que no se le dio título de Rey. Era el 6 de febrero de 1952, comenzaba un largo reinado que todavía no ha terminado y que alteró el equilibrio de poder entre ambos. El autoritario Felipe se vio relegado por su esposa, que era la importante y cuya agenda oficial se incrementó de forma espectacular, si bien es cierto que también lo hizo la suya. Algo murió también con Jorge VI aquel 6 de febrero de 1952.
7 El consorte leal que logró superar los agravios
El Duque de Edimburgo recibió al convertirse en consorte la dignidad de Príncipe de Reino Unido. Sin embargo, se sentía desplazado por las nuevas obligaciones de su mujer. Ella, enamorada hasta la médula y consciente del importante papel que había jugado y tendría que jugar su esposo, le consintió todo menos hacerle Rey Consorte y cambiar el apellido de la dinastía.
Tradicionalmente, cuando una mujer heredaba la Corona, sus hijos llevaban el apellido de su marido. Continuaba la misma familia, pero cambiaba la dinastía al modificarse el apellido. Durante la I Guerra Mundial, la Familia Real Británica adoptó el Windsor para decir adiós al Sajonia-Coburgo-Gotha por cuestiones bélicas, ya que los representantes de la primera Institución del país no podían llevar un apellido alemán. Ese apellido lo había traído el Príncipe Alberto, que acabó con el Hannover de la Reina Victoria, también alemán. Winston Churchill se negó a que los descendientes de la Reina Isabel perdieran el Windsor en favor del Mounbatten, por lo que Felipe montó en cólera: "Soy el único hombre en el país al que no se permite dar su apellido a sus hijos. No soy más que una ameba".
Al final hubo una solución salomónica. El apellido de la dinastía seguiría siendo Windsor, pero los miembros de la Familia Real que no tienen dignidad principesca podrían llevar el Mountbatten-Windsor. Y así ha sido.
El Duque de Edimburgo volvió al redil, la pareja siguió teniendo hijos, el Príncipe Andrés (1960) y el Príncipe Eduardo (1964), y desde entonces, y pese a que sus meteduras de pata, ha sido el perfecto Príncipe consorte para la Reina Isabel, que ha sido elogiado en público tanto por ella como por las autoridades. La Monarca ha destacado que durante toda la vida, el Duque de Edimburgo ha sido su fuerza y su sostén.
8 Jubilación a los 96 años
El Duque de Edimburgo estaba tan bien que se mantuvo en activo el máximo tiempo posible. Lejos de jubilarse, como su homólogo Enrique de Dinamarca, el Príncipe Felipe había comentado que prefería cansarse que oxidarse, aunque en 2017 tuvo que rendirse al paso de tiempo y se retiró de los actos oficiales. Se trasladó a Wood Farm, en Sandringham, para descansar. A su avanzadísima edad seguía conduciendo, algo que demostró con motivo de la visita oficial del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y su esposa, Michelle. La pareja estuvo en Windsor en el 90 cumpleaños de la Reina Isabel, y el Duque de Edimburgo llevó a los cuatro en coche por el recinto del castillo que lleva el nombre de la dinastía. Esto acabó cuando en enero de 2019 provocó un accidente del que salió ileso y fue obligado a regañadientes a entregar su carné de conducir. Tenía entonces 97 años.
Aunque fue cediendo obligaciones poco a poco, en 2015, cuando tenía 94 años, representó a la Corona Británica en 217 actos. Siguió viajando al extranjero y no tenía por costumbre cancelar compromisos a pesar de su avanzada edad. En ocasiones sí tuvo que hacerlo, como cuando se vio obligado a ausentarse en los actos de conmemoración de los 100 años de la Batalla de Jutlandia. Los médicos se negaron a que viajara a las islas Orcadas, al Norte de Escocia, y él, a regañadientes, aceptó quedarse en palacio. Finalmente renunció a la vida oficial en 2017 después de 70 años de servicio a la Corona británica.
9 Sin pelos en la lengua
El nombre de Felipe de Edimburgo está asociado a los escándalos. Frente a la rectitud de la Reina Isabel, el Príncipe tiene la habilidad de decir lo que piensa donde sea y a quien sea, lo que no siempre está bien visto. Entre sus conocidas meteduras de pata se encuentran frases como la que pronunció en 1967 al preguntarle si le gustaría visitar la Unión Soviética: "Me gustaría ir a Rusia mucho, aunque los cabrones asesinaron a la mitad de mi familia". El Duque de Edimburgo se refería al asesinato de los Zares y sus hijos tras la Revolución Bolchevique de 1917. En 1981 respondió así a la situación económica de la Familia Real: "Vamos a entrar en números rojos el año que viene probablemente tendré que renunciar a polo".
No solo dijo públicamente que Pekín era feo, sino aconsejó a unos estudiantes británicos en China que no se quedaran mucho tiempo allí para evitar acabar con los ojos rasgados. En los 80, cuando la crisis económica golpeaba con dureza a los ciudadanos británicos, el Duque de Edimburgo tuvo la desfachatez de pronunciar esta frase: "Todo el mundo estaba diciendo que debemos tener más tiempo libre. Ahora se quejan de que están en el paro ".
En 1984 en Kenia le preguntó directamente a una fémina que le había entregado una estatuilla si era una mujer. Al presidente de Nigeria le comentó al verle vestido con el traje tradicional del país que parecía estar ataviado para irse a la cama. Por si era poco, durante una de sus visitas a Australia preguntó a un aborigen que si todavía disparaba flechas.
También hubo para los 'de casa': En Gales señaló a unos niños sordos que estaban junto a una banda caribeña: "Si habéis estado cerca de esta música, no hay duda de por qué os habéis quedado sordos". Asimismo, quiso saber cómo hacía un profesor de autoescuela de Escocia cómo conseguía que sus alumnos se examinaran sobrios. Tras una longeva y extraordinaria vida, moría en Windsor Castle el 9 de abril de 2021 a los 99 años.