La madrugada del 31 de agosto cambió para siempre el devenir de la Familia Real Británica y tiñó de luto a un pueblo que amaba con fervor a la que todavía seguía siendo su princesa. Esa fatídica noche la Princesa Diana de Gales perdía la vida en un accidente de coche en París al estrellarse en el Puente de Alma de la capital francesa. 16 años han pasado desde su muerte, más de tres lustros que no han servido para que el mundo, y sobre todo Gran Bretaña, olvide a la que ha sido el miembro más querido de una Casa Real que todavía hoy goza de la admiración, el respeto y la simpatía de los ciudadanos de Reino Unido.
La Princesa de Gales nació como Diana Frances Spencer, con tratamiento de Honorable y después de Lady por su procedencia aristocrática, pues era hija del VIII conde de Spencer, y de Frances Ruth Burke Roche, hija a su vez del 4º Barón Fermoy. Noble por los cuatro costados, Lady Diana, nacida el 1 de julio de 1961, fue la cuarta hija de los entonces Vizcondes Althorp. La decepción del John Spencer fue palpable tras el nacimiento de Diana, pues después de la muerte prematura de su anterior vástago John, que perdió la vida a las 10 horas de nacer, deseaba la llegada de un varón que fuera el heredero de la Casa, para lo cual hubo que esperar tres años más hasta que Frances dio a luz a Charles.
La dura infancia y difícil matrimonio de Diana
La niñez de Lady Di no fue fácil a causa del amargo divorcio de sus padres, que se separaron en 1967 y firmaron el divorcio en 1969. Por ello vivió una temporada en Knightsbridge (Londres) con su hermano Charles y su madre, aunque la demanda de custodia por parte del futuro Conde de Spencer le apartó de Frances, por lo que tuvieron que irse a vivir con su progenitor, aunque más tarde habitó varias temporadas junto a su madre. La aristócrata comenzó sus estudios en la escuela Silfield Kings Lynn, después pasó a Riddlesworth Hall, y más tarde en la West Heath Girls' School de Kent. Su expediente académico no era especialmente bueno y se trasladó al Institut Alpin Videmanette de Suiza. En el país centroeuropeo residió hasta que regresó a Kensington, donde se alojaría hasta 1981.
Ese año fue muy especial para Lady Diana; pues el 24 de febrero se anunció su compromiso con el Príncipe de Gales, a quien había conocido años atrás debido a la relación que Carlos había mantenido con Lady Sarah, hermana mayor de Lady Di. Ese día, la futura Princesa de Gales lució el anillo de zafiros y brillantes que casi tres décadas después el Príncipe Guillermo regaló a Kate Middleton. El 29 de julio de 1981 se celebraba una de las bodas del siglo; la Catedral de Sant Paul de Londres acogió el enlace del futuro Rey de Inglaterra con la tímida aristócrata, que ese día se ganó el corazón de su pueblo. Desde entonces sería la Princesa de Gales e iniciaría un camino agridulce, protagonizando un cuento de hadas con el peor final posible.
De su matrimonio nacieron dos hijos, Su Alteza Real el Príncipe Guillermo Arturo Felipe Luis de Gales, nacido el 21 de junio de 1982, y el Príncipe Enrique Carlos Alberto David, que vino al mundo el 15 de septiembre de 1984; con ellos, la continuidad dinástica estaba asegurada, aunque no su matrimonio, que se fue resquebrajando poco a poco debido a la mala relación de la Princesa con la Familia Real Británica, y sobre todo por culpa de Camilla Parker-Bowles, que nunca dejó de ser la amante del Príncipe Carlos.
El divorcio y la llegada de Dodi
La infeliz Diana, la princesa de mirada triste, padeció bulimia durante esos años, y sufrió amargamente por el desgraciado matrimonio en el que estaba encerrada, padecimientos que intento mitigar con los amantes que tuvo durante años. Finalmente, e n 1992 Carlos y Diana ponían punto y final a su relación en un año muy duro para la Reina Isabel, que vio como los Duques de York también se separaban, la Princesa Ana obtenía el divorcio, y el Castillo de Windsor ardía sin remedio. Para Lady Di tampoco fue un año fácil, pues en 1992 falleció su padre.
A partir de entonces Diana de Gales comenzó una vida diferente, aunque siempre pensando en la gran alegría de su vida, sus dos hijos, con los que vivía en el Palacio de Kensington, compartiendo la custodia con el Príncipe Carlos. Sus deberes reales se esfumaron, lo que provocó que pusiera mayor interés si cabe en las obras benéficas y la filantropía; de este modo no era infrecuente ver a Lady Di ayudando a niños hambrientos y enfermos y luchó sin fisuras contra las minas antipersona. También durante esos años profundizó su amistad con la madre Teresa de Calcuta.
En agosto de 1996 obtuvo legalmente el divorcio del Príncipe Carlos, por lo que Diana perdió el tratamiento de Alteza Real, aunque siguió conservando el título de Princesa de Gales, siendo la primera princesa no real de Reino Unido. Su ruptura no fue desánimo y Lady Di siguió buscando el amor, que acabó encontrando en Dodi Al-Fayed, hijo del magnate egipcio de Harrods Mohamed Al-Fayed, con quien vivió una apasionada relación que fue bien documentada por la prensa de la época, provocando quebraderos de cabeza a la Familia Real Británica.
La trágica muerte de Lady Di
El 30 de agosto, la pareja cenó en el Hotel Ritz de París, posteriormente tomó un vehículo de alta gama junto al chófer Henry Paul y guardaespaldas Trevor Rees-Jones. Perseguidos por numerosos fotógrafos, el conductor cogió una desmedida velocidad, chocando contra uno de los pilares del Puente de Alma, lo que provocó la muerte del conductor, de Dodi y posteriormente la de Diana, que falleció antes de llegar al hospital a 31 de agosto de 1997. Había muerto la Princesa y había nacido el mito. Millones de personas lloraron la muerte de la princesa del pueblo, la reina de corazones, querida y admirada por todos. Sus hijos se encontraban de vacaciones en Balmoral junto a su padre, el Duque de Edimburgo y la Reina, que tardó demasiado tiempo en reaccionar, lo que le costó una pérdida de popularidad que solo solventó con un discurso en el que alabó a su exnuera.
El 6 de septiembre se celebró el funeral de Lady Di en la abadía de Westminster, un luctuoso evento en el que los pequeños Guillermo y Enrique fueron aclamados por un pueblo que había perdido a su princesa, pero que veía su reflejo en sus dos hijos. Nadie ha olvidado a la Princesa de Gales, ni su labor humanitaria, ni su carisma, y cada año es recordada como si no se hubiera ido. Homenajes promovidos por sus hijos, una fuente en Hyde Park, exposiciones y varias películas para televisión, así como una de cine que protagoniza Naomi Watts, siguen manteniendo vivo el recuerdo de aquella tímida joven que se transformó en una mujer que hizo historia.