Fue el pasado 25 de octubre de 2024, en los primeros días de la tormenta mediática del 'Caso Errejón', cuando la fotógrafa y directora Silvia Grav denunciaba a través de su cuenta de Instagram haber sido víctima de acoso por parte de Eduard Cortés : "Ese señor se pasó años haciéndome grooming cuando tenía 19 años y él 55 prometiendo ayudarme profesionalmente", asegurando que todavía tiene esas conversaciones. Sin que hubiera pasado una semana, La Academia de cine catalán anuciaba que había puesto en marcha por primera vez una comisión de abordaje de estas denuncias -para entonces ya eran 15- ofreciéndole asesoramiento jurídico y ayuda psicológicas a las víctimas. Casi 2 meses después, El País publica un reportaje en el que ascieden a 27 las víctimas, que cuenta con las declaraciones del propio director y que denuncian también el abandono por parte de las instituciones.
A la fotógrafa Silvia Grav se suman la artista visual Eva Fàbregas, las actrices Sofía Barco, Norah Alexandra Vega y Nicole León, otras muchas prefieren mantenerse en anonimato por vergüenza o por miedo a que repercuta en su trabajo en la industria. Todas tenían entre 20 y 30 años, dos ellas eran menores de edad cuando ocurrieron los hechos -fechados entre 2007 y octubre de 2024-. Por su parte Silvia Grav, tras hacer su denuncia pública, reconoce haber sido contactada por más de 50 mujeres, de las cuales 38 han creado un grupo de Whatsapp llamado 'Ni una más'.
A todas ellas Cortés les ofrecía trabajo en sus producciones "con la condición de que se grabaran desnudas, masturbándose o realizando otro tipo de prácticas sexuales", asegura El País. Cuando el director veía que las relaciones explícitamente sexuales no llegaban a nada, este les decía que tendrían que prestarse a determinadas prácticas sexuales "por exigencias del proyecto". Solo tres llegaron trabajar realmente con él y siete llegaron a mandarle contenido desnudas.
El inmovilidad por parte de las instituciones
De las entrevistadas por El País, 15 de ellas ha dado ya los primeros pasos para denunciar formalmente lo ocurrido recibiendo asesoría jurídica en un despacho de abogadas y han estado recabando evidencias en este último mes de noviembre. En cambio otras denuncian también a El País sentirse abandonadas por las instituciones que prometieron ayudarlas o que deberían estar ahí para investigar y castigar este tipo de prácticas dentro de la industria.
Es el caso de la Academia de Cine Catalán, que anuncio que abriría una investigación, nunca llegó a hacerlo porque Cortés abandonó la academia por email antes de que fuera citado a declarar. Ante este escenario, Laia Aubia, directora de la institución en declaraciones para El País, le informó al director que la investigación quedaba archivada y se reiniciaría en caso de que volviera a solicitar el alta en la Academia. En cuanto a las víctimas, a estas se les recomendó acudir al despacho de Carla Vall -abogada especializada en violencia de género que fuera defensa de Jenni Hermono y acutal abogada de Elisa Mouliaá- que colabora de forma independiente con esta institución catalana.
Como muchas no podían hacer frente al coste de este servicio privado acudieron a la recién creada unidad de atención a víctimas de violencia machista en el sector cultural gestionada por la fundación Aspacia de la Academia de Cine española financiada por el Ministerio de Cultura desde donde únicamente les respondieron que desde allí no podían ofrecer nada mejor que la Academia de Cine Catalán, aseguró a El País la actriz Norah Alexandra Vega.
Otra de las víctimas, que tenía 16 años cuando ocurrieron los hechos, informó el 30 de enero de 2024 a la Asociación de Mujeres Cineastas y de Medios Audiovisuales (CIMA) sobre lo ocurrido. Desde esta asociación le respondieron con un mail en el que le informaban de las vías para solicitar ayuda y denunciar. "Fue un poco decepcionante, no me apeteció seguir, parecía que me estaba respondiendo una máquina", asegurá.
La respuesta de Eduard Cortés
El País se puso en contacto con Eduard Cortés el pasado viernes 13 de diciembre antes de la publicación del reportaje. En un primer momento este declaró que " lo único que puedo decir es que yo hice un proyecto que se llamaba 'Ingrid', que estaba vinculado a las redes sociales, y contacté con muchísima gente durante esa época [antes de 2009, cuando se estrenó el filme]". En cuanto al contenido íntimo que había recibido por parte de alguna de estas víctimas: " Todo lo relacionado con fotos, vídeos y videoconferencias, en ningún momento formó parte del proyecto. Fueron dinámicas que se establecieron entre dos personas adultas y con mutuo consentimiento. El resto pertenece al ámbito íntimo y personal ".
Dos días más tarde volvía a ponerse en contacto con ellos, esta vez vía email, con una declaración supervisada por su abogada : " Las conversaciones en redes sociales se produjeron dentro de lo hipotético, buscando conexiones entre el modo de actuar del personaje y nuestra experiencia personal. Nunca eran propuestas explícitas. Esta es mi versión de los hechos. A partir de aquí, las percepciones que puedan tener otras personas se me escapan. Y también, evidentemente, puede haber una parte de malinterpretación o de mala gestión de la conversación por mi parte ".