Aunque parecía que el divorcio entre Julio José Iglesias y Charisse Verhaert iba a ser largo, ahora las cosas han podido llegar a su fin. La discreción ha marcado los pasos, y el proceso en un año ha podido concluirse mejor de lo esperado. Fue en agosto de 2020 cuando la expareja presentó la demanda de divorcio -no se sabe quién de los dos fue- en los juzgados del condado de Miami Dade y fue el 16 de noviembre de 2021 cuando el juez daba por cerrado el caso.
Así que ya están oficialmente divorciados, aunque han firmado un contrato de confidencialidad. Eso sí, han firmado un contrato de confidencialidad y solo ellos y quienes tienen relación con ambos saben en qué términos se ha acordado dicho divorcio. Lo cierto es que las cosas se complicaron en 2020 por las peticiones económicas de VerHaert, puesto que Julio José Iglesias no estaba dispuesto a aceptarlas.
Para que la cosa se agilizara, los dos declararon ante el juez en varias ocasiones y como en Estados Unidos estos informes oficiales son públicos, se ha podido conocer un poco más del proceso. Las discusiones sobre la compensación económica que pedía Charisse a Iglesias se alargaron hasta marzo de este 2021. Uno de los primeros acuerdos que cerraron fue el relativo a las tarifas de sus abogados y quién las pagaba. Lo presentaron el 29 de marzo de 2021.
También parecía que en abril de 2021 se iban a encontrar de nuevo en los juzgados, pero la vista se canceló y consiguieron mediar de otra manera. El 18 de junio, Iglesias presentaba finalmente el documento en el que daba cuenta de sus finanzas, algo que había esquivado a lo largo de todo el proceso de divorcio. Charisse Verhaert insistió en tener este documento a lo largo de todo el proceso.
Una relación duradera y discreta
Juntos han estado 17 años, y su relación ya ha quedado disuelta tras todos los documentos presentados y varios meses de negociaciones. Pese a todo, parece que el trato entre ellos sigue siendo cordial. Los dos se conocieron en el año 2004, pero no fue hasta el año 2012 cuando se decidieron a pasar por el altar en una boda íntima. Los dos habían llevado una vida tranquila, más bien alejados de los focos compartiendo hogar en Miami Beach, en una casa valorada en un millón de euros.