El arduo camino hacia el altar de Tamara Falcó no solo estuvo marcado por la infidelidad de su ahora marido, Íñigo Onieva, que salió a la luz tras su compromiso y que dio lugar a una ruptura de varios meses. Ya centrados en su gran día y escaso mes y medio de que tuviese lugar, la Marquesa de Griñón rompía relación con la firma que le estaba confeccionado en vestido de novia, la firma española Sophie et Voilà, por supuestos desencuentros en el cumplimiento de contrato. Algo que obligaba a la futura novia a tirar de contactos y acabar en manos de la firma Carolina Herrera como un día le prometió a la diseñador ahora retirada y que recoge la primera -y única- temporada de su reality en Netflix.
Fue Wes Gordon, actual Director creativo de la firma, en el que tuvo que pensar y organizar a su taller para conseguir que Tamara Falcó tuviera no uno sino dos vestidos listos para su gran boda y, ya de paso, también un vestido para la protagonista secundaria del evento, Isabel Preysler, vestida también de Carolina Herrera con un diseño exclusivo. Ambas se reunieron con el diseñador en Nueva York cuando la novia llegó allí compuesta y sin vestido. Fue entonces cuando esta le confesó su inspiración para su vestido: Grace Kelly y su vestido en la boda con Raniero de Mónaco. Y aunque la referencia puede vislumbrarse con solo mirar la portada de la revista ¡HOLA!, en realidad parece haber otra referencia todavía más clara a la hora de diseñar el vestido y se trata del que lució la ahora Reina Letizia en su boda con el entonces Príncipe Felipe y que había diseñado Pertegaz.
Se trata de un vestido confeccionado en seda en color blanco marfil y silueta abrigo largo hasta los pies con un discretísimo escote en pico que termina en una hilera de botones en todo el frente hasta el final del mismo. Cuenta con mangas tres cuartos y cola en cascada. En cuello y parte delantera cuenta con bordados de pedrería que imitan las hojas del madroño y las flores de nardo, ambos símbolos que aparecen en el escudo de la Marquesa de Griñón. Estos están hechos con una técnica muy rara y ancestral, la Zardozi, que según explican en el mencionado medio se trata de una técnica del siglo XII y que consiste en entrelazar seda con hilos de meta de oro o plata y los cristales, siendo así un bordado que se hace sobre la propia tela. Para confeccionar este vestido en tiempo récord hicieron falta 18 artesanos y más de 400 horas de trabajo.
Las royas de la novia
Este lo complementó con un largo velo sencillo en un color blanco y liso de cuatro metros que parecía salir de una de las joyas más especiales de la familia Falcó. Se trata de una tiara estilo 'art déco' de principios del siglo XX con diamantes talla brillante de mayor tamaño en los roleos centrales y que Amparo Corsini llevó en su boda con Manuel Falcó, en 1999. Una joya que formó parte de otros grandes momentos de la familia como la boda de Hilda Fernández de Córdova y Mariátegui con Manuel Falcó Escandón, duque de Montellan en 1928; la puesta de largo de la hija de la duquesa de Montellano, Rocío, la usó el día de su puesta de largo; o la boda de Carlos Falcó y Jeanine Girod el 6 de diciembre de 1963. Esta tiara la complementó con unos pendientes en oro blanco y diamantes creados por Atelier Tous e inspirados en la diadema, el anillo de pedida y una pulsera también de su abuela Hilda, que le regaló a Fátima de la Cierva cuando se prometió con su padre.
El ramo que llevó era bastante sencillo también para no robar la atención de lo realmente importante, pero cargada de mucho significado teniendo en cuenta la hisotira de amor entre Tamara Falcó e Íñigo Onieva y lo que para ambos significaba esta unión. Se trataba de un ramo bastante pequeño hecho con muguet, una delicada flor en forma de campana con un aroma muy especial, que simboliza la felicidad eterna y la felicidad reencontrada, y que se acompañó de bouvardia.