Nadie esperaba la muerte de Paloma Gómez Borrero, ni ella misma. A sus 82 años está claro que estaba en una edad avanzada, pero se encontraba tan activa, tan llena de vida y tan plena, que cuesta aceptar que se haya ido para siempre tan de repente.
La periodista falleció el pasado viernes 24 de marzo en el hospital en el que había ingresado para minimizar los efectos de un agresivo cáncer de hígado que se la llevó en dos semanas. Al día siguiente, con su familia y amigos todavía en shock, todos los que la querían se reunieron en el tanatorio de La Paz de Madrid para darle el último adiós.
Fueron muchos los amigos que quisieron despedirse de ella y arropar a su familia, un marido, tres hijos y otros parientes que están sin consuelo, aunque reconfortados por saber que Paloma Gómez Borrero, una mujer muy creyente, estará ahora feliz.
Marzo empezó como un mes normal para ella, llena de trabajo, de asuntos que despachar, y sin novedades en su salud. Sin embargo, como señala Vanitatis, todo se torció a principios del mes en el que perdió la vida.
Plena hasta el final
Dos semanas antes de fallecer, quedó con unos amigos para comer con la Peña Cuarto Poder en el restaurante Casa Lucio de Madrid. Parecía tener buen aspecto y se encontraba bien. De ahí se iba a Roma a estar con su familia, y después regresaría para su colaboración con la COPE y con 'Amigas y conocidas'. Precisamente en este programa celebró el 8 de marzo el Día Internacional de la Mujer; tenía tanta energía que bailó en directo con sus compañeras de tertulia. Como señala Rosa Villacastín, estaba sonriente y feliz, pero al día siguiente ingresó en el hospital, y ya nunca más salió.
Su entrada en el centro médico se debió a que una maquilladora del ente público le comentó que le veía los ojos muy amarillos y que debía ir al médico. El resultado fue demoledor, ya que le detectaron un cáncer en el higado tan avanzado que ya no tenía cura. Ella intentó seguir con su vida hasta que tuvo que ingresar, eso sí, ella pensaba al principio que se iba a curar. Dos días antes de morir entendió que de esta no iba a salir, y lo aceptó con resignación.