'Ca va, cher Karl' ('Cómo estás, querido Karl') narra como de ser un simple mozo de carga durante una mudanza para Lagerfeld, paso a trabajar para él tras llamar su atención por su físico -aunque ya se ha repetido por activa y por pasiva que nunca hubo ningún tipo de relación amorosa entre ellos-. "A veces era un padre para mí, también una madre y un amigo", recuerda. De chófer, a guardaespaldas y, de ahí, a "el hijo que nunca tuvo". Jondeau habla de si mismo como un "exchico de ciudad que conoce a un genio, lo que le permite evolucionar y convertirse en un hombre con aplomo y cultura", todo gracias al golpe de suerte que fue conocer al modisto.
Contrario a lo que muchos pudiesen creer por su hierática imagen cuando se dejaba ver en público, lo cierto es que el alemán era "abierto e incluso amable" y de él destaca "su amor por los demás, su humanismo y su gran generosidad". No era una estrella arrogante y que se creyese superior a nadie por ser quien era, todo lo contrario: "Podía hablar con todos: desde celebridades hasta chicos que limpian aeropuertos".
El lado más humano de Lagerfeld
Pero lo que esconderán sobre todo estas páginas todavía sin publicar serán muchas anécdotas y vivencias más personales del diseñador y de su mano derecha, algunas como la que ha hecho pública ya sobre las últimas palabras que pronunció antes de morir y que muestran como, en su lecho de muerte, Lagerfeld era una persona con sentido del humor -por mucho que cueste creerlo-. "Estaba con François, la niñera de Choupette [su gata y también su otra hija mimada] en su habitación el hospital y, de repente, dijo: 'C, es una estupidez tener tres Rolls y terminar en una habitación podrida como esa".