¿Qué tienen en común la Cenicienta, Blancanieves y la Baronesa Thyssen? Aparte de haber protagonizado las tres una historia de amor de esas en las que todo acaba "siendo felices y comiendo perdices", hay algo más. Las dos princesas de cuento vivían atormentadas por una malvada madrastra y, para Francesca Thyssen, ese es el papel que le corresponde en la historia a Tita Cervera.
La quinta esposa de Heini Thyssen y la única hija de este llevan enfrentadas durante décadas por cuestiones que van más allá de la fantasía. Sus posturas, lejos de acercarse, parecen condenadas a mantenerse siempre alejadas y envueltas en una continuo cruce de reproches y acusaciones. Pero... ¿cuál es el verdadero origen de este enfrentamiento entre madrastra e hijastra?
Dos mujeres para un mismo hombre
Cuando en 1961 una joven Carmen Cervera se alzó con el título de Miss España, a muchos kilómetros de la península se celebraba el segundo cumpleaños de una niña llamada Francesca Anna Delores Thyssen-Bornemisza. Se trataba de la primera hija nacida del matrimonio entre el multimillonario Barón Thyssen y su segunda esposa, la modelo Fiona Campbell-Walter.
Por aquel entonces, la recién coronada Miss ni soñaba con convertirse en la quinta esposa del aristócrata alemán. De hecho, ella misma pasaría por el altar en dos ocasiones antes de que el destino los uniese en los años 80. Se conocieron en una fiesta ofrecida en Cerdeña por unos amigos comunes y fue un caso claro de amor a primera vista. Tal y como la propia protagonista recordará años después: "Me miró como a un cuadro".
El Barón Thyssen tenía en esos momentos 60 años y cuatro hijos nacidos de sus cuatro matrimonios. La única mujer de la prole era Francesca, a la que le había unido siempre un vínculo muy especial. Ella misma describiría así su relación: " El problema eran las madrastras, a quien no les gustaba tenerme por allí. Intuían que mi padre y yo compartíamos algo especial y eso les hacía sentirse incómodas. El recuerdo que tengo de mi padre es siempre con una mujer interponiéndose entre nosotros e intentando mantenerme lejos".
Quizás por eso la multimillonaria heredera se rebeló contra el mundo y abandonó la carrera de diseño en el Central Saint Martins College of Art and Design de Londres. ¿La razón? Subirse a una mesa e increpar a "un pomposo profesor que no sabía nada de minimalismo". Esa actitud fue lo que la convirtió en uno de los personajes clave de las fiestas de los 80 en la capital británica, codeándose con personajes de la talla de Iggy Pop o Grace Jones y llegando a mantener una relación con Dodi Al Fayed (futura pareja de la Princesa Diana de Gales).
Pero cuando Tita Cervera apareció en la vida de los Thyssen, tocó dejar la fiesta y hacer frente común contra ella. A esas alturas de sus vidas, ninguno de los hijos de Heini Thyssen estaba dispuesto a consentir que una nueva mujer se inmiscuyese en la vida de su padre con el objetivo de minar su fortuna y, por consiguiente, reducir la cantidad de herencia que los hermanos Thyssen-Bornemisza estaban destinados a recibir en un futuro.
Acusaciones, reproches e insultos
Venciendo todo tipo de dificultades, Heinrich Thyssen-Bornemisza y Carmen Cervera finalmente consiguieron casarse el 16 de agosto de 1985. A los hijastros de la española no les quedó más remedio que transigir con ella y con su hijo Borja, a quien el Barón decidió adoptar legalmente y otorgarle sus apellidos. De ese modo, un nuevo heredero se unía a los cuatro ya existentes.
Todo transcurrió en relativa armonía hasta que en 1993, notablemente influido por su esposa, Heini Thyssen decidió vender su colección de arte a España y establecer en la capital un museo con su nombre. Fue entonces cuando su primogénito, Georg Thyssen, decidió encabezar junto a su hermana un proceso judicial contra su propio padre con el objetivo de frenar la venta y garantizar sus intereses. Fueron varios años de litigios con un gran desembolso de dinero que acabaron por fracturar a la familia por completo y que se saldaron con un acuerdo final entre ambas partes.
La fortuna familiar, estimada en 3.100 millones de euros, quedó así repartida ya en vida del Barón y el proyecto del Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid pudo seguir adelante. Desgraciadamente, el dueño de la colección no vivió mucho para disfrutarlo, puesto que falleció en 2002. Su viuda y su hija fueron las encargadas de continuar su legado como miembros del Patronato del Museo, pero de nuevo volvió a surgir el conflicto.
Ambas parecían condenadas a tener que entenderse, pero Francesca se convirtió a partir de ese momento en la peor enemiga de la Baronesa Thyssen. Sus críticas se centrarían siempre en la faceta como coleccionista de su madrastra, sobre quien declaró lo siguiente en una entrevista en 2008: " Es difícil hacerle ver a Tita que su colección no es de la suficiente calidad como para ser expuesta. Uno tiene derecho a comprar obras que sean para el salón de su casa, para su habitación o incluso para el baño de las visitas. Pero no todas las obras que a uno le gustan están hechas para ser colgadas en un museo".
Cuando Carmen Cervera decidió vender en 2012 su cuadro 'La esclusa', las críticas de su hijastra no se hicieron esperar: " Tita no tiene un conocimiento del arte, lo usa solamente como un medio para mejorar su posición social y su prestigio. Su criterio no está formado por conocimientos académicos o de crítica de arte, está basado en su dudoso gusto personal". Yendo todavía un paso más allá, tachó de "inepta" la manera en la que Tita gestiona el museo y no dudó en afirmar: " Mientras ella siga estando al frente nunca habrá una solución. El museo no puede seguir siendo su cuarto de juegos, para sus juguetes y su temperamento destructivo".
La receptora de los ataques, que normalmente se había excusado de las críticas ante los periodistas con un simple "ya sabéis cómo es Francesca", en esta ocasión hizo una excepción al declarar: " Francesca no es más que una imbécil que solo busca publicidad. Necesita hablar de lo que sea porque en este momento no es más que una galerista ambulante" (haciendo referencia a la faceta de su hijastra como coleccionista de arte contemporáneo).
¿El inicio de una reconciliación?
Cuando ya parecía que no había reconciliación posible entre ambas, en febrero de 2019 todos los fotógrafos congregados en el Museo Thyssen para la presentación de una exposición se llevaron la sorpresa del siglo al ver posar, por primera vez en muchos años, a Francesca Thyssen, Borja Thyssen y Blanca Cuesta. Una imagen que valía su peso en oro.
La razón de fondo era el acuerdo entre el museo y la Fundación TBA21 (Thyssen-Bornemisza Art Contemporany), presidida por la hija del Barón Thyssen, para ceder su colección dos veces al año durante cuatro años y exponerla así en el museo familiar. Ya lo había hecho en 2009, pero hizo falta una década para que el trato se formalizase.
Meses después de la increíble foto, Francesca Thyssen volvió a acaparar titulares por una entrevista concedida a la revista Vanity Fair en la que aclaraba en qué momento se encuentra su relación con su madrastra: " Estoy en buenos términos con Tita. Todo los buenos que es posible. No diría que somos amigas, pero respeto su postura e intento ser más comprensiva con sus orígenes. Trato de acercar posturas con Borja. Tiene buen corazón, sus intenciones son mejores de lo que se cree".
Entre los motivos de este cambio de postura puede que estén a partes iguales los intereses personales de la propia Francesca por exponer su colección en el museo madrileño, la madurez y serenidad adquiridas con el paso de los años y, sobre todo, una cierta solidaridad con su madrastra en cuanto a las dificultades que Tita Cervera está teniendo a la hora de gestionar el futuro de su colección privada.
Solo en relación con esto último se entienden las declaraciones de su hijastra en una entrevista al diario El País: " Llevo años viendo a Tita pelear en las reuniones. Y cada maldita vez, Tita tenía razón. Las reuniones eran tremendas pero siempre se mantuvo firme y somos lo que somos porque Tita lo peleó. Cada vez que había recortes y alguien quería capitalizar prestando grandes bloques de la colección, haciendo exposiciones comerciales y usando truquillos que diluían la esencia del Thyssen, ella siempre defendió la integridad de la colección".
Parece que con esto la hija y la viuda del Barón Thyssen están dispuestas a hacer frente común para conservar el legado artístico familiar, pero con dos mujeres tan temperamentales nunca se puede dar nada por hecho y es solo cuestión de tiempo que una de las dos vuelva al ataque.