La biografía escrita por el influyente periodista David Itzkoff sobre el artista, titulada 'Robin', ha desvelado recientemente que el actor sufría un trastorno cerebral que fue acabando poco a poco con sus ganas de vivir. No era una depresión lo que provocó que quisiera terminar existencia, sino la pérdida de memoria, movimientos y recuerdos acerca de su pasado. Era incapaz de memorizar los guiones de sus películas, por lo que después de cada rodaje acababa llorando con las personas con las que compartía más tiempo.
Al principio fue diagnosticado con la enfermedad de Parkinson, pero los síntomas que sentía cada vez se alejaban más de coincidir con esa patología. Por lo que médico tras médico descubrieron que no eran las drogas ni el alcohol los causantes de lo que estaba ocurriendo,sino un problema con su sistema neurólogo: una demencia difusa del cuerpo de Lewy. La principal característica de esta dolencia es una alteración en el pensamiento, en las emociones y en los movimientos corporales.
Dejó de sentirse él mismo
A pesar de que el actor ingresó en un centro de rehabilitación para intentar controlar la enfermedad, que apuntaba a que tenía diez años buenos para vivir, no pudo hacer nada para controlar los pensamientos que dominaban su mente. Y un día, sin poder despedirse de todas las personas que le admiraban y todavía le admiran, su luz se apagó.