El pasado sábado 1 de agosto tenía lugar uno de los eventos más esperados de este verano del 2020: la corrida de toros en Osuna. El motivo no era otro que el regreso a los ruedos de Enrique Ponce después de hacerse pública su separación de Paloma Cuevas y la confirmación de su romance con Ana Soria, una mujer 27 años más joven que él. Muchos se lo preguntaban desde hacía días: ¿Acudiría esta última al gran día de su pareja?
Tras mucha expectación, finalmente el torero llegaba solo a la plaza de toros. Y las cosas no fueron fáciles para él ya que, nada más bajarse de la furgoneta, fue recibido con gritos de: " ¡Viva Paloma Cuevas! ", en voz de los allí presentes, algunos de los cuales incluso portaban pancartas de apoyo a su expareja. Enrique Ponce intentaba pasar por alto aquel momento y centrarse en el que sería un día muy importante para él.
Aunque finalmente Ana Soria no hizo acto de presencia en la plaza de toros, el diestro sí ha querido tener un pequeño detalle con ella y demostrarle de forma evidente que la tenía muy presente. ¿Cómo? Dibujando sobre la arena con su propio pie una 'A', por Ana Soria. Un gesto de amor que sustituía a la tradición cruz que siempre dibuja para simbolizar la tauromaquia. Tras santiguarse, Ponce se lanzó al ruedo para hacer lo propio.Las preocupantes actitudes ajenas al coronavirus
Pero los momentos reseñables para el torero no se quedaron ahí. Si bien Ponce decidió salir de la plaza de toros por su propio pie y no a hombros como sería tradición tras su éxito sobre la arena para así evitar una situación alejada de lo permitido en plena crisis del coronavirus, lo que allí se presenció fue igualmente preocupante. Ni el torero ni los que viajaban con él en la furgoneta que les llevó desde el hotel iban con mascarilla (alguno de ellos sí) y tampoco la llevaban algunos de los fans que lo rodearon a su salida.
Mucho más preocupante fue cuando, por ejemplo, una señora se le acercó para darle dos besos y hablarle a escasos centímetros de su cara; o cuando el propio Enrique Ponce le dio la mano a alguno de los allí presente. Gestos que no llamaría la ateción en la antigua normalidad pero que, dada la situación que todavía atraviesa el mundo y el España en particular, han alertado a muchos que no han dudado en señalar estas actitudes como algo inapropiado.