"Siempre se decía que no llegaba el verano hasta que yo no hacía el posado, ¿no? Bueno, pues ya tenemos sustituta. Anita es mi sustituta", dice en la entrevista. La felicidad no es completa pero lo afronta con fuerza: "Sí, es un momento agridulce, pero la vida es así, agridulce, y lo importante es ser consciente de valorar los momentos dulces que tenemos y no quejarse, porque muchas veces nos olvidamos".
Para Ana Obregón, la pérdida de su hijo no se va a curar nunca: "Yo vivo la vida de color de rosa de día y las noches siguen siendo muy negras, muy oscuras, sí. Eso nadie me lo puede quitar, será así para el resto de mi vida, como para cualquier madre que pierde un hijo. Esto lo entenderá cualquier madre". Ilusionada, habla de su pequeña Ana Sandra: "Antes, cuando la tenía en brazos, porque Anita es enorme, igual de alta que su padre, y con 17 meses lleva talla de casi tres años, se ha salido de todos los percentiles".
"Aless medía 1,95 y, además, es que Anita es clavadita a su papá. Y ahora, que va andando, sale disparada y yo voy detrás como una loca", dice feliz. Tras esto, añade: "Mis hermanas me dicen que estoy un poco obsesionada, pero tienen que entender, y lo entienden, que Anita es la que me está ayudando a pasar el duelo de mi hijo". "Lo primero que dijo Anita es 'papá', porque yo tengo fotos de Aless por toda la casa y estoy todo el rato 'tu papá, tu papá'".
Le explicará la situación cuando la comprenda
Ana Obregón ha continuado explicando cómo afrontará la situación: "Pero una cosa es decirle a un bebé 'es tu papá' y otra que, a los diez meses, de repente, se quedó mirando una foto de Aless y dijo 'papá'. Fue su primera palabra. A mí me llama mamá, pero es lógico. No le voy a decir con 17 meses 'no soy tu mamá'. Es la historia que se repite, verás".
Además, habla de la angustia que siente cuando Ana Sandra está mala: "Antes, cuando Aless era niño y tenía fiebre, pues yo decía no pasa nada, tiene fiebre, Apiretal y ya está. Ahora tengo muchos miedos, pero es humano y lógico, porque yo tenía un hijo sanísimo y de repente me dicen que tiene un cáncer de diez centímetros. Entonces, tengo muchísimo miedo, es horrible, y no lo puedo superar por mucho que quiera".
No ha sido fácil para ella seguir y tiene claro que es su hijo el que le da fuerza para seguir: "Es que yo creo que ser valiente es seguir adelante cuando no tienes ganas de vivir. Para mí eso es la valentía. Y no sé de dónde me vienen las fuerzas, yo creo que me las envían del cielo. Esa es la sensación que tengo cada día cuando me despierto. Que Aless me dice siempre: 'Venga, mamá, vamos'".