Pau Donés demostró hasta el último momento su actitud positiva e incansable frente a la batalla, una batalla que al final se le ha llevado. El cantante ha muerto a los 53 años después de que en 2015 fuera diagnosticado de cáncer, aunque él ya sabía que el final era inevitable, por eso tomó la decisión de no seguir medicándose, se puso manos a la obra para continuar con su pasión, la música, y dejó todos sus asuntos atados antes de su marcha.
En los últimos meses de su vida quiso cumplir el último sueño de grabar un nuevo disco, un disco en el que ha aprovechado para dar las gracias. "El cáncer me matará, pero ahora no me viene bien que me voy a surfear", fue uno de los titulares que dejó antes de su muerte, demostrando que él iba a continuar viviendo y disfrutando frente a cualquier circunstancia y así lo hizo cuando a finales de mayo de 2020 lanzó su último trabajo.
En cuanto a sus asuntos, en marzo de 2020 quiso dejar todo su patrimonio arreglado, y por eso en lo que se refiere a su sociedad Tronco Records, dejó de ser administrador único. Nombró entonces como administrador solidario a su hermano Marc, con quien ha tenido una brillante relación en todos los momentos de su vida. Además, suscribió una ampliación de capital de 300.000 euros.
Además de los inmuebles propiedad de Tronco Records, el cantante también tenía a su nombre varias propiedades, sobre todo en el pueblo de su padre, Montanuy (Huesca), en el Valle de Arán, y en el céntrico Paseo de Gracia de Barcelona. Pero su legado más importante es que ha dejado a través de su música, la letra de sus canciones o su filosofía de vida.
Ella fue el centro de vida
Su hija Sara, su máxima prioridad en todo momento, será la heredera de dichas propiedades. Y ella le ha acompañado hasta el último momento, puesto que es la chica que aparece bailando en el videoclip de su última canción con un antifaz en sus ojos.