Y culpa de ello la tiene su progenitor Donald Trump. Un rostro tan querido y odiado a la vez por casi todo el planeta que, desde que fuera nombrado oficialmente máximo mandatario de Estados Unidos, el pasado 20 de enero, no ha dejado ni un solo momento de encabezar los titulares de todos y cada uno de los diarios del mundo. De ahí que cada decisión y cada paso que da acompañado de su exuberante mujer Melania Trump sea objeto de debate a nivel internacional.
Y ya no solo es que sus decisiones políticas hayan pasado a ocupar las cabeceras de muchos informativos mundiales, sino que todo lo que acontece a su alrededor -ya esté relacionado con sus funciones en La Casa Blanca o no- también termina siendo objeto de debate en cualquier parte. Y en cierto modo es algo que, asimismo, acaba salpicando a sus propios hijos. Como ocurre ahora con su hija mayor, Ivanka Trump, quien se ha encargado de protagonizar algunas de las páginas de las revistas más codiciadas del país tras conocer su definitivo traslado a la ciudad de Washington D.C.
Una decisión que ya venía sonando desde hacía semanas, tras el nombramiento de su padre como presidente de Estados Unidos, y que finalmente ha trasladado tanto a esta empresaria como a su marido, Jared Kushner, y a sus tres pequeños a un nuevo y prestigioso hogar. Porque cuanta más repercusión se tiene, más necesidad parece provocar el tener bajo nuestro propio 'control' la vida privada de ciertas celebrities internacionales.
Con Barack Obama como vecino
Es más, viene siendo considerado, desde hace ya décadas, como el lugar favorito para muchos expresidentes de Estados Unidos donde poder descansar tras un duro mandato, como ya hicieron en su tiempo Woodrow Wilson y Herber Hoover. Aunque lo más chocante de todo resulta ser que tanto su exclusividad como sus características tan acogedoras también han terminado llamando la atención de otra de las familias norteamericanas más importantes de los último tiempos. Y esta no podía ser otra que la de los Obama.
Así es. Muy a pesar de no compartir las mismas opiniones respecto al campo político, parece que a partir de ahora Ivanka Trump y Jared Kushner sí tendrán algo en común con la que ha sido una de las figuras más preciadas en estos últimos ocho años en Estados Unidos. Y es que, al parecer, la nueva mansión de los Trump y la actual residencia de los Obama apenas quedan separadas por unas pocas manzanas de distancia. De esta forma, no hay ninguna duda de que estos dos grandes polos opuestos, en cuanto a ideales y forma de ser se refieren, no podrán librarse de compartir e intercambiar, a partir de ahora, alguna que otra palabra o simple mirada.
Porque las coincidencias parecen estar siempre de la mano de quienes menos las desean, eso es cierto. A no ser que, por lo contrario, sus vidas privadas queden relegadas a una rutina extremadamente casera, haciendo que los 650 metros cuadrados de superficie de esta opulenta vivienda sean, en este momento, sus máximos confidentes. Aunque hay que reconocer que cada uno de los detalles de los que presume invitan a ello. Y es que el nuevo hogar de Trump y Kushner, por supuesto, no iba a ser para menos.
La necesidad por buscar y establecer una nueva vida lejos de su ya conocido día a día en el Upper East Side de Manhattan se hacía más que evidente, y la mansión de Kalorma parece dar con los requisitos primordiales para la hija de Donald Trump. Nada más y nada menos que un auténtico bloque rebosante de lujos y comodidades donde destacan, sobre todo, el apartamento para la gente de servicio, su decoración clásica y minimalista, sus grandes terrazas abiertas al exterior y la espaciosidad que cada una de sus estancias ofrece.
Y todo ello repartido, como no, en diferentes plantas, a las que se puede acceder a través de una amplia y acristalada escalera de madera. Aunque eso sí, dos de los conceptos que más llaman la atención dentro del nuevo hogar de Ivana Trump y Jared Kushner son la amplitud y los espacios abiertos, desechando en algunas ocasiones la idea de diferencias unas estancias de otras, y la enorme entrada de luz que permiten sus ventanales. Así, ciertos pisos, como en el que se concentran la cocina, el comedor y el salón, parecen quedar puramente diáfanos, con tan solo uno o dos muros que separen el espacio. Un nuevo refugio para la mayor de las Trump desde donde podrán seguir, paso a paso, las directrices de su padre.