"Va todo muy bien. Aquel 19 de abril se abría una paréntesis que iba a durar lo que esta enfermedad quisiera que fuese y parece que estamos a puntito de cerrarlo. Ya he pasado por todas las sesiones de quimio con buenísimo resultado, también por alguna cirugía en la que tenían que sacar todos los ganglios afectados que había por ahí; y mañana nos vamos por el del cuello que es el último y se supone que cerramos ese paréntesis y empezamos con una recuperación extraordinaria", reconocía con su característico buen humor ante el micrófono de la SER.
Pero el proceso no fue fácil y sobre todo asumir todo lo que lleva aparejado esta enfermedad como puede ser el propio hecho de no superarla: "Lo más duro de todo fue aceptar mi propia muerte. Ese fue el gran ejercicio, darte cuenta de que esto se puede acabar en cualquier momento", reconocía el propio cómico: "Empezó a parecerme sintomáticamente ridículo como todo el mundo hacíamos planes a largo plazo. Me chirriaba que en casa que estuviéramos hablando de cuándo vamos a llevar a Disneyland a la niña que acaba de nacer o de Nochevieja".
"Ojalá la persona con la que rehaga su vida mi pareja sea un tío de putísima madre porque va a educar a mis hijos"
Pero también fue un gran aprendizaje si tiene que sacar algo positivo de todo esto: "Asumir mi propia muerte creo que me ha hecho más fuerte, hace que todo me importe un poquito menos", cosas tan nimias como el pensar en que su mujer rehaga su vida, que ante la posibilidad de morir, no es algo de que preocuparse sino de lo que alegrarse: "Llegué a pensar al irme a la cama 'ojalá la persona con la que rehaga su vida mi pareja sea un tío de putísima madre porque va a educar a mis hijos en gran medida'. Entonces, pasar de estar celoso por algo a asumir y desear eso pues me terminó pareciendo normal".