Aunque al principio pueda parecer difícil adivinar cual de las dos Preyslers es la de cera, fijando un poco la vista en la imagen no es difícil darse cuenta de que, a pesar de que el Museo ha estado trabajando durante un año para construirla, la figura de la socialité no termina de hacerle justicia. Sin duda, uno de los mayores fallos de la estatua es la pose de la filipina, que parece cansada e indiferente.
Menos mal que Preysler cedió al museo un vestido, un bolso y unos zapatos suyos para que la reproducción fuera un poco más fiel a ella, salvando de esta forma el aspecto de la figura. La cara de la socialité (la de carne y hueso) era todo un poema y miraba con extrañeza a su semejante como diciendo: "¿Así soy yo?". De hecho, Mario Vargas Llosa, que la acompañó al evento, no puedo contener la risa y a él tampoco parecía convencerle del todo la estatua que hicieron de su chica.
A la sala de los enamorados
Preysler se suma así a la gran colección de figuras de cera que ostenta el Museo, que ya cuenta con la de Mario Vargas Llosa. De este modo, sus dos estatuas 'posarán' juntas en la sala destinada a las parejas de enamorados, ocupando el lugar que anteriormente tenían Angelina Jolie y Brad Pitt. De hecho, al escritor han tenido que cambiarle uno de sus brazos para que abrace a la socialité y que así luzcan tan acaramelados como en la vida real.