La Duquesa de Alba ha fallecido el 20 de noviembre de 2014 tras 88 años vividos con intensidad. Doña Cayetana Fitz-James Stuart pone así punto final a una biografía en la que ha habido de todo desde el punto de vista histórico, artístico, familiar y sentimental.
La niña, primogénita y única hija de Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó y de María del Rosario de Silva y Gurtubay, recibió los nombres de María del Rosario Cayetana Paloma Alfonsa Victoria Eugenia Fernanda Teresa Francisca de Paula Lourdes Antonia Josefa Fausta Rita Castor Dorotea Santa Esperanza. Fue apadrinada por los entonces Reyes de España, Alfonso XIII y Victoria Eugenia, a los que siempre guardó mucho cariño y que abrieron el Palacio Real para los Alba el 17 de abril de 1926. Entre tantos nombres, la aristócrata se quedó con el de Cayetana, aunque cuando era pequeña era llamada Tana. El que menos le gustaba era Alfonsa, aunque le tenía cariño porque se lo pusieron en honor a su padrino, Alfonso XIII.
Después de estallar la Guerra Civil, el Duque de Alba ejerció de representante de Franco en Inglaterra, y posteriormente se convirtió en Embajador. Doña Cayetana estaba más contenta que en París, aunque tampoco estaba muy contenta en Londres. Allí conoció a Winston Churchill, pariente de los Alba, y entabló amistad con la entonces Princesa Isabel, y con la Princesa Margarita, con quien congenió más. Durante la contienda, la Casa de Alba sufrió un revés cuando la Legión Cóndor bombardeó el Palacio de Liria, y más tarde, el interior fue destruido por los milicianos.
En 1945, Jacobo Fitz-James Stuart dijo adiós a su cargo como embajador en respuesta al Manifiesto de Lausana emitido por Don Juan de Borbón, en el que pedía a Franco una monarquía democrática y se instaba a los fieles a la causa a que dejasen sus cargos públicos en la Dictadura. Los Alba, fieles a la Monarquía, cumplieron con el Jefe de la Casa Real Española.
De vuelta a España comenzó la restauración del Palacio de Liria, uno de los grandes hitos en la vida de Doña Cayetana. La aristócrata dio rienda suelta a su pasión por la pintura, el flamenco y los toros. Ese amor por la tauromaquia le ayudó a conocer al torero Pepe Luis Vázquez, con quien quiso tener algo más que una amistad. La negativa del Duque de Alba dio al traste con los planes de Doña Cayetana, ya que una aristócrata no podía estar con un torero en aquellos años. A pesar de ello, quedó una amistad entre ellos de por vida.
La Duquesa de Montoro y Grande de España, título cedido por su padre, olvidó al torero y contrajo matrimonio con Pedro Luis Martínez de Irujo y Artazcoz, ingeniero industrial de profesión y aristócrata por los cuatro costados, y sin duda, un hombre del agrado de Don Jacobo para ser Duque de Alba consorte. La boda tuvo lugar en Sevilla el 12 de octubre de 1947 y fue calificada como la más cara de la historia. Tras el enlace disfrutaron de una larga luna de miel que les llevó por medio mundo, destacando su estancia en Hollywood, que dejó maravillada a una mujer que ya se interesaba por el cine.
Junto a Don Luis fue madre de seis hijos: Carlos (1948), primogénito y Heredero, Alfonso(1950), Jacobo (1954), Fernando (1959), Cayetano (1963) y por fin la ansiada niña, Eugenia, que nació en 1968. Durante esos años, la Duquesa se volcó en su marido, en sus hijos, en sus pasiones y en la reconstrucción del Palacio de Liria. El 24 de septiembre de 1953 vivió uno de sus peores momentos a causa de la muerte de su padre, que le convirtió en XVIII Duquesa de Alba y le otorgó otros cuarenta títulos con 14 grandezas de España. Junto a Luis Martínez de Irujo fue feliz y formó una gran familia, pero la desgracia volvió a cebarse con los Alba cuando al marido de Doña Cayetana se le detectó una leucemia de la que se trató en Estados Unidos y que no pudo superar, falleciendo en 1972.
La Duquesa de Alba quedó desolada, aunque volvió a sonreír al conocer al exjesuíta Jesús Aguirre y Ortiz de Zárate, un hombre al que odió cuando le conoció por su impertinencia. Cosas de la vida, acabaron enamorados y casándose el 16 de marzo de 1978 pese a la oposición de varios de los hijos de Doña Cayetana, que no veía con buenos ojos al nuevo marido de su progenitora. Este matrimonio fue feliz y llenó de alegría a una mujer que ha sido más esposa que madre y que siempre ha necesitado vivir en pareja. Además, le hizo relacionarse con intelectuales y acercarse a la izquierda, si bien es cierto que las amistades de la Duquesa siempre fueron muy diversas.
En aquel tiempo fue creada la Fundación Casa de Alba, que se encarga de gestionar el inmenso patrimonio de la familia, y que puso orden en un legado que cuenta con Palacios como el de Liria, Dueñas o Monterrey, fincas como las de Las Arroyuelas y o La Pizana, ingente cantidad de arte y ducumentos históricos como las Cartas de Cristóbal Colón. La libertad de Doña Cayetana fue a más en los años setenta y ochenta, cambiando para siempre a una mujer que siempre se puso el mundo por montera y que fue una adelantada a su tiempo.
Los Duques de Alba compartieron su vida durante 23 años, hasta que Jesús Aguirre falleció en 2001, dejando a Doña Cayetana rota de dolor y desconsolada. El amor volvió a llamar a su puerta con la llegada de Alfonso Díez, un funcionario palentino 24 años más joven que ella al que había conocido tiempo atrás, pero ella no quiso acercarse debido a que entonces estaba casada. Más tarde volvieron a encontrarse en un cine, una pasión compartida, y pronto comenzó una historia de amor que hizo correr ríos de tinta e hizo sonar los tambores de guerra en el seno de la Casa de Alba.
Alfonso Díez, la última ilusión de la Duquesa de Alba
Doña Cayetana de Alba experimentó grandes problemas de salud, primero fue un ictus del que no se recuperó del todo y que le impidió bailar flamenco y pintar, y después una hidrocefalia que le dejó postrada en una silla de ruedas. Con el apoyo y el ánimo de Alfonso Díez dio el sí a pasar por el quirófano para implantarle una válvula en la cabeza. La operación fue un éxito y la Duquesa de Alba volvió a vivir como ella quiso.
Doña Cayetana era feliz, quería casarse y vivir su amor como ella necesitaba, con el beneplácito de Dios, como ella decía, así que manifestó su deseo de contraer matrimonio con Alfonso Díez. La tensión fue máxima, pero se solucionó cuando la Duquesa de Alba repartió su herencia en vida y quedó claro cómo quedaría Alfonso Díez una vez que Doña Cayetana dejara este mundo.
Con todo solucionado y con el permiso del Rey Juan Carlos, su gran amigo, se casó con Alfonso Díez el 5 de octubre de 2011 en el Palacio de las Dueñas, donde fue tan feliz. La boda fue preciosa y llenó titulares en medio mundo. Sin duda fue uno de los momentos más bonitos de la vida de ambos, y por fin pudieron vivir su amor como ellos querían.
Estos tres años han sido una maravilla para Doña Cayetana, que pese a ser tan delicada de salud siguió viajando, como ella quería, y disfrutando de una vida social intensa, del cariño de sus hijos y sus nueve nietos. Todo se torció en noviembre de 2014, cuando su estado se agravó. Tras dos días en el hospital fue llevada al Palacio de las Dueñas, donde murió el 20 de noviembre rodeada por su último amor, por sus hijos y seres queridos. Moría así la XVIII Duquesa de Alba, nacía así el mito eterno.