Pero uno de los textos más emotivos de este libro puede ser el primer beso con Barack Obama: "Era una cálida tarde de verano. El aire me acariciaba la piel. Había una heladería Baskin-Robbins a una manzana del edificio donde Barack vivía, pedimos dos cucuruchos y nos sentamos en la acera para comérnoslos. Nos colocamos muy juntos, con las rodillas en alto, cansados pero complacidos tras un día al aire libre, y dimos buena cuenta de nuestro helado, con rapidez y silencio, intentando acabar antes de que se derritiera. A lo mejor Barack lo advirtió en la expresión de mi cara o lo intuyó en mi postura: para mí todo había empezado a soltarse y desplegarse. Me miraba con curiosidad y un atisbo de sonrisa. -¿Puedo besarte? -me preguntó. Y entonces me incliné hacía él y todo cobró claridad."
Su vida en la Casa Blanca
Michelle Obama también revela que no imaginaba que terminaría viviendo en la Casa Blanca durante ocho años: "Un lugar con tantas escaleras que no podía contarlas, además de ascensores, una bolera y una floristería".
Es un hogar, como otro cualquiera, o así lo quiso Michelle Obama: "La gente me pregunta cómo es vivir en la Casa Blanca. A veces respondo que es algo parecido a como me imagino que debe ser vivir en un hotel de lujo, si ese hotel de lujo no tuviera otros clientes salvo tú y tu familia. Hay flores por todas partes, y las renuevan casi a diario. El edificio en sí transmite antigüedad e intimida un poco. Las paredes son tan gruesas y el entarimado tan macizo que la residencia parece absorber cualquier sonido con rapidez. Intenté, a mi manera, relajar el protocolo. Dejé claro al personal doméstico que nuestras niñas se harían la cama todas las mañanas, igual que en Chicago. También dije a Malia y Sasha que actuaran como siempre: que fuesen educadas y amables y no pidieran nada que no necesitasen o que pudieran conseguir por sí mismas. Me aseguré de que supieran que no tenían que pedir permiso para salir fuera a jugar".
Además de sus impresiones, también cuenta ciertos momentos vividos en la Casa Blanca. Fue en este lugar donde su hija Malia celebró su graduación, el mismo día en el que llevó, por primera vez, a un chico a casa. Malia pidió a sus padres, mientras bajaban en ascensor a recibir a dicho chico, que fueran enrollados. Michelle y Barack Obama estrecharon la mano del chico, se hicieron unas fotos y se saltaron un poco el protocolo: Malia viajó con él en su coche sin seguridad.