La comunicadora ha recibido el último adiós en la más estricta intimidad junto a su familia, quienes han vivido el momento más doloroso.
María Teresa Campos ha fallecido a los 82 años en la Fundación Jiménez Díaz de Madrid después de sufrir una insuficiencia respiratoria aguda y tras un año en el que su saludo se ha ido deteriorando de forma constante. Su familia está rota por haber tenido que decir adiós a su pilar fundamental pero, al menos, han sentido el calor de todos los que la querían y que no han faltado en el último adiós.
Los restos mortales de la comunicadora descansaban en el tanatorio de La Paz y allí se pudo ver a personalidades tan relevantes como el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, o la Presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, quien fue la última entrevista en televisión de María Teresa Campos. El día 5 de septiembre estuvo lleno de emociones para su familia más próxima, siendo Carmen Borrego y Terelu Campos las que han tenido que hacer frente a todo lo vivido. Ya el día 6 de septiembre la familia ha dicho adiós para siempre a la gran María Teresa Campos en una incineración que ha tenido lugar en la más estricta intimidad. Hasta el lugar se ha visto llegar a Carmen Borrego acompañada por su hija, Carmen Almoguera, y apenas podía atender a los medios que se encontraban en la puerta: "Siempre hemos sabido que la querían mucho pero ayer nos desbordó el cariño y el respeto por ella. Ella siempre trató bien a la prensa y la prensa a ella, es lo que hubiera querido".
Por el parking hacía su entrada Terelu Campos, quien no ha querido atender a los medios fruto del tremendo dolor que está atravesando. También se ha podido ver a José María Almoguera, hijo de Borrego, junto a su mujer, Paola Olmedo y el hijo que tienen en común. Su presencia demuestra que la muerte de María Teresa Campos ha unido a la familia en el dolor, dejando a un lado todos los problemas que han tenido durante estos últimos meses. Todos estaban muy afectados
Alejandra Rubio llegaba con la hora apurada y era la primera en marcharse. Lo hacía sola y visiblemente descompuesta después de haber tenido que dar el adiós definitivo a su querida abuela. A la salida de la incineración todos portaban una rosa amarilla, algún símbolo significativo de este último adiós que han vivido en la más estricta intimidad y apoyándose los unos en los otros. Las hermanas han abandonado el tanatorio visiblemente devastadas y apoyándose en sus familias.