Un heredero varón para un ducado con siglos de historia
Puede que por este motivo Jacobo Fitz-James Stuart y Falcó se volcase especialmente con su primer nieto, al que cuando éste tan sólo tenía 5 años le concedió su primer título: el Ducado de Huéscar. Precisamente su abuelo será quien más influya en la vida de Carlos, puesto que como a lo largo del tiempo se ha sabido, la relación con su madre durante la infancia no fue especialmente intensa.
La muerte que cambió la vida en la Casa de Alba
Durante los siguientes años nacieron sus cinco hermanos: Alfonso (1950), Jacobo (1954), Fernando (1959), Cayetano (1963) y Eugenia (1968). El primogénito reconoce que su madre fue más permisiva con sus hermanos pequeños, mientras que a él le exigía demasiado y en ocasiones era "especialmente dura". Esto se debía a que en un futuro él sería el encargado de heredar los títulos y propiedades de la familia. Una misión para la que debía estar preparado y que no admitía contemplaciones de ningún tipo.
Sin embargo, todo se precipitó el 6 de septiembre de 1972 con la muerte de Luis Martínez de Irujo. El Duque consorte y cabeza de familia fallecía a causa de una leucemia a los 52 años, dejando tras de sí a una esposa desolada que tenía que hacerse cargo de seis hijos de edades muy diferentes. Por suerte, ahí fue cuando Doña Cayetana se dio cuenta de que la severidad con la que había tratado a Carlos mereció la pena, ya que éste fue quien asumió las funciones de su padre y se propuso tomar las riendas de la familia.
Continuando la labor que había llevado a cabo su progenitor durante los últimos años, el Duque de Huéscar convenció a su madre para crear en 1975 la Fundación Casa de Alba con el principal objetivo de conservar y difundir su patrimonio histórico-artístico. Él se convirtió en patrono de dicha institución y en 1977 participaría además en la creación de la Fundación Hispania Nostra, muy similar a la anterior y que en este caso vela por la conservación del patrimonio cultural español.
De este modo se convirtió en no sólo una de las personas más respetadas en el ámbito cultural de nuestro país - es también Presidente del Instituto Valencia de Don Juan y de la Fundación Paideia - sino también en un verdadero gestor empresarial. Bajo su tutela han estado desde entonces todas las sociedades agrícolas, inmobiliarias y financieras de la Casa de Alba. Unas empresas entre las que se incluyen las numerosas encargadas de gestionar sus tierras en el sur de España, de las que reciben grandes beneficios y que han convertido a la familia en una de las más ricas del país.
Afortunado en los negocios pero no en el amor
Carlos Fitz-James Stuart llegó a los 40 años y, para desgracia de su madre, todavía no había encontrado a su consorte. El primogénito de los Alba encabezaba desde hacía décadas las listas de solteros más codiciados de la aristocracia, pero el tiempo pasaba y no aparecía ninguna mujer digna de convertirse en la futura Duquesa de Alba.
Así fue hasta el 15 de marzo de 1988. Ese día se anunció de manera totalmente inesperada y sin haberlo podido presagiar, que el Duque de Huéscar se había comprometido ¿Con quién? Su futura esposa era Matilde Solís Martínez de Campos, una joven sevillana de 25 años que atesoraba todas las cualidades necesarias para entrar a formar parte de la Casa de Alba: sevillana, hija de los Marqueses de Motilla, culta, religiosa... En fin, la candidata ideal.
La boda se celebró pocos meses después, el 18 de junio, en la Catedral de Sevilla. Concretamente en el Altar Mayor del templo. El mismo lugar en el que habían contraído matrimonio los padres del novio más de 40 años antes y en el que se casarían también la Infanta Elena y Jaime de Marichalar en 1995.
Más de 1.000 invitados y las calles de la capital hispalense abarrotadas de gente. Fue considerada "la boda del año" y los flamantes novios, tras su luna de miel, se instalaron en el Palacio de Liria. No obstante, las cosas no iban demasiado bien. Debido a su carácter discreto e introvertido, la nueva Duquesa de Huéscar apenas se dejaba ver en actos o eventos y a la más mínima ocasión viajaba a su Sevilla natal en busca de refugio.
En un intento de solucionar las cosas, la pareja se trasladó a un chalé en la urbanización Montepríncipe, a las afueras de Madrid. Pero ni eso ni el nacimiento de sus dos hijos - Fernando (1990) y Carlos (1991) - consiguieron poner solución a los graves problemas psicológicos que la nuera de Doña Cayetana arrastraba desde hacía años.
La situación llegó al límite en marzo de 1999, cuando Matilde Solís protagonizó un "accidente doméstico" con un arma de fuego en el que acabó herida. Más adelante ella misma reconocería que había sido un intento de suicidio. Por suerte, un intento fallido pero que llevó a la ruptura definitiva de la pareja al año siguiente (aunque la nulidad no llegaría hasta 2006).
Carlos Fitz-James Stuart volvía a estar soltero, aunque rápidamente volvió a encontrar el amor en la empresaria Alicia Koplowitz. Se conocían desde los 16 años y de hecho ya habían tenido un pequeño romance durante su juventud, pero fue el destino lo que volvería a juntarlos tras sus respectivas rupturas matrimoniales.
Iniciaron su relación oficialmente en 2003 con la aprobación de la propia Duquesa de Alba. Fueron muchos los que aseguraron que probablemente llegarían a convertirse en marido y mujer, pero lejos de la estabilidad de un hipotético matrimonio la relación estuvo caracterizada por las continuas idas y venidas hasta aproximadamente 2011. Eso sí, desde entonces conservan una estrecha e íntima amistad.
De ahí en adelante han sido varias las mujeres a las que se les ha adjudicado un romance con el aristócrata: la actriz Victoria Vera, la socialité Paloma Segrelles... La última de ellas fue la empresaria italiana Silvia Bruttini, con la que el mayor de los Alba acudió a la Feria de Abril en 2017. Todo ello siempre envuelto en un halo de discreción impenetrable, por lo que oficialmente el XIX Duque de Alba sigue soltero.
Un nuevo Duque, una nueva época
El 20 de noviembre de 2014 marcaría un punto de inflexión en la vida de todos los miembros de la Casa de Alba. Ese día fallecía Doña Cayetana a los 88 años y tras más de seis décadas al frente de la dinastía, ahora era el momento de que el ansiado heredero ocupase su lugar en la historia.
A partir de ese momento, y tras realizar los trámites necesarios, Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo no sólo se convirtió en Duque de Alba, sino que también heredó otros 36 títulos nobiliarios que, tras realizar los trámites necesarios, están en su haber: el Ducado de Berwick, el Condado de Olivares, el Marquesado de El Carpio, el Vizcondado de la Calzada o el Señorío de Moguer entre muchos otros.
El nuevo jefe de familia no sólo heredó títulos, sino también un importante número de propiedades entre las que podrían destacarse el Palacio de Liria (Madrid), el Palacio de Monterrey (Salamanca) o el Palacio de las Dueñas (Sevilla). De hecho, una de sus primeras decisiones fue abrir estos lugares al público. Una decisión acertada que no sirvió para aplacar las acusaciones de mala gestión procedentes de sus propios hermanos.
Desde la muerte de Doña Cayetana se abrió un cisma familiar en la Casa de Alba que aparentemente resultará complicado cerrar. La principal causa de ello proviene del sistema de "mayorazgo" que imperó a la hora de recibir la herencia y en el cual es el hermano mayor quien recibe la mayoría de las propiedades. Un sistema que Cayetano Martínez de Irujo consideró abiertamente "injusto", llegando a acusar a su hermano mayor de no ser lo suficientemente generoso con el resto teniendo en cuenta que él había recibido mucho más que ellos.
A esto habría que añadir que Carlos decidió excluir a sus hermanos de cualquier labor administrativa en la Casa de Alba. Algo que afectó especialmente al Conde de Salvatierra, que durante los últimos años había desempañado un inestimable trabajo en colaboración con su madre. Desde entonces ambos viven en una continua batalla de reproches que infructuosamente tratan de ocultar de cara a la galería. Algo que demuestran las siguientes declaraciones del Duque de Alba: "La familia no me molesta nada. Yo me llevo muy bien con todos, pero cada uno se dedica a lo suyo y aquí no interfieren en nada".
Con el resto de sus hermanos las relaciones no son aparentemente mucho mejores, pero al menos tienen el decoro de no mostrarlo en público como sí hace Cayetano. En definitiva, una familia desunida y polémica que dista mucho del principio de ejemplaridad que en teoría deberían aplicarse. Si Doña Cayetana levantara la cabeza...