Los seis hijos de Cayetana Fitz-James Stuart claro está que son muy distintos entre sí. Unos son más cautos, conservadores...y en cambio otros más deslenguados y amantes de su posición social. Ahora bien, en medio de unos y otros está Jacobo Fitz-James, el tercer hijo de la Duquesa de Alba. Él nunca ha renegado de su histórico parentesco, pero lo cierto es que tampoco le gusta ni alardear ni presumir de ello. De hecho, el Conde de Siruela vive recluido en el campo alejado de la gran ciudad, hasta el punto de que sus apariciones públicas bien pueden contarse con los dedos de una mano.
Un referente en la edición literaria
Intelectual y artista de profesión, el hermano de Eugenia Martínez de Irujo pronto dejó entrever a la familia su interés por el arte, la filosofía y, en general, el mundo de las letras. Fue precisamente esta pasión la que le llevó a fundar la famosísima Editorial Siruela, llamada así por su título nobiliario, y que le convertiría en la primera persona que tradujo al español numerosas obras que forman parte del denominado ciclo artúrico.
Responsabilidad suya ha sido la publicación de títulos como 'El mundo de Sofía' o 'El Árbol del paraíso', que grandes éxitos han cosechado no solo por la escritura de sus respectivos autores, sino también por su especial cuidado en la impresión. Sin duda, una minuciosa tarea que le han querido reconocer a lo largo de su trayectoria con el Premio del Ministerio de Cultura al mejor libro editado en 1981, así como el Premio Nacional a la mejor labor editorial para Siruela o en 2018 la Medalla al Mérito por la Universidad Veracruzana.
Ahora bien, su inmersión en el mundo editorial fue una auténtica revolución para la aristocracia española en general, así como para su familia en particular. Y es que, a sus hermanos no se les había conocido profesión alguna hasta el momento, siendo él el primero en buscar otra fuente de ingresos ajena al apellido y a la herencia familiar. De esta forma, aunque en el 2000 decidió vender la empresa, y años más tarde fundara la editorial Atalanta, lo cierto es que no se ha desligado del todo, como demuestra el hecho de que su nombre siga siendo el sello de la compañía.
Un matrimonio roto...
En 1980, el hijo de la Cayetana Fitz-James pasó por el altar junto a María Eugenia Fernández de Castro y Fernández-Shaw, apenas dos años más tarde de que él abandonara el Palacio de Liria para dedicarse a sus negocios. Precisamente en esta propiedad fue donde él y la hija de un importante abogado cántabro se dieron el sí, quiero, rodeados de la fastuosidad y los galones previstos para un hijo de la Duquesa de Alba.
Pronto se convirtieron en padres, pues en 1981 nacía el pequeño Jacobo y, tan solo tres años después darían la bienvenida a una niña llamada Brenda. Hoy ambos han seguido la estela de su padre, pues mientras que el primero tiene una galería de arte en pleno barrio madrileño de Malasaña, la segunda expone allí precisamente sus obras de pintura, además de haber hecho también sus trabajos como diseñadora de moda. En cambio, ellos prefieren no utilizar la etiqueta "bohemios", sino que prefieren definirse como "gente responsable".
Sus padres fueron también unos habituales de la noche madrileña y, aunque poco a poco el hijo de la Duquesa fue volviéndose cada vez más celoso de su intimidad, Fernández de Castro fue todo lo contrario. Sin embargo, en 1998 anunciaron el final de su matrimonio tras casi veinte años casados y para disgusto de la aristócrata, quien estaba muy unida a su nuera y sobre la que se posicionó a lo largo del proceso de separación.
...y otro consolidado
Pero la vida seguía hacia adelante y, aunque el divorcio hubiera hecho mella en la relación con su madre, Jacobo Fitz-James Stuart tomó la firme decisión de distanciarse del entorno familiar, para afincarse en el Ampurdán, el lugar que de alguna manera le cambiaría la vida para siempre. Allí conoció a Inka Martí, una periodista y fotógrafa con la que ya había coincidido anteriormente, pero con la que no empezó una relación sentimental hasta su separación.
Con ella se casó en 2004 con la total desaprobación de su madre, quien desde que se conociera su romance, no dudó en dirigir adjetivos poco cariñosos hacia su nueva nuera: "Mentirosa, mala y envidiosa", con estas palabras se refirió a ella la madre de su marido. Lo cierto es que durante el tiempo que ambas coincidieron, en ningún momento optaron por maquillar su relación y sus encuentros eran los estrictamente necesarios.
Quizás para dejar atrás su divorcio y huyendo del alboroto de su incipiente relación, la pareja decidió refugiarse en una masía que el noble compró cuando vendió la editorial Siruela. "Buscaba un lugar tranquilo, fuera de Madrid, porque ya estaba muy harto del barullo. Y el Ampurdán tiene muchas ventajas. Su situación es idónea, su clima es benigno y sus lugares son realmente extraordinarios ", declaró Jacobo Fitz-James en una entrevista a Vanity Fair.
Una escasa relación con sus hermanos
Lo cierto es que la relación del tercer hijo de la Duquesa de Alba con el resto de sus hermanos no parece ser la idónea. De hecho, Jacobo renunció a ser llamado públicamente tanto por su apellido paterno como por el materno, pasando entonces a ser conocido simplemente por Jacobo Siruela, el nombre de su título nobiliario. Y es que, su carácter más bohemio y artístico, así como el polémico reparto de la herencia de la Duquesa de Alba, le alejaron aún más de su familia.
En este sentido, lo que parece que no fue del agrado del Conde de Siruela fue el hecho de que su madre tan solo le dejara unas pequeñas propiedades rústicas, mientras que al resto de sus hermanos sí les legó otras propiedades de mayor importancia y tamaño para la familia, en lo que se interpretó como una prueba más de lo compleja que fue la relación con su madre mientras esta vivía.
Si a ello se le suma el hecho de que, como ya hemos mencionado, su madre se refiriera con adjetivos poco apropiados a su segunda mujer, Jacobo decidió poner tierra de por medio y tan solo aparecer en aquellas ocasiones cuya asistencia era prácticamente obligatoria. Sin embargo, y a pesar de mantener sus diferencias, Eugenia Martínez de Irujo ha declarado por ejemplo mantener una buena relación con todos y cada uno de sus hermanos, de la misma forma que él no ha manifestado públicamente ningún desacuerdo con los miembros de su familia.