Al fin Andy Murray se hace con un Grand Slam después de la maldición que pesaba sobre el tenis británico desde 1936 que ganó Fred Perry. Esta era su quinta oportunidad para lograr este título ante el imbatible Djokovic. El escocés se había quedado con las ganas de alzarse con la victoria en Wimbledon, puesto que le arrebató Federer unas semanas antes de los Juegos Olímpicos de Londres, en los que afortunadamente Murray pudo conseguir el oro en individuales y la plata en dobles mixtos.
El tenista supo mantener energía en esta final del US Open en la que tuvieron que batirse a duelo los últimos 25 minutos para un tenso desempate. Un partido disputado entre el número tres del mundo y el dos, dejaron al público con los nervios a flor de piel. El primer set duró una hora y veintisiete minutos y el resultado iba y venía a favor de uno y de otro.
El serbio fue bajando su rendimiento al comienzo de la segunda manga, pero de pronto sacó fuerzas donde ya parecía que se habían agotado y retomó la jugada. El resultado seguía en vilo hasta el quinto set, en el que Murray consiguió un break en el primer juego y le dio ánimos para seguir luchando. Un emocionante desempate hizo que Murray ni siquiera tuviera tiempo para asumir que era el vencedor.
Murray hace historia en Gran Bretaña
" Alivio es la mejor palabra que puedo usar para describir lo que siento ahora. Uno creía que nunca iba se iba a dar. Novak es tan, pero tan fuerte. Pelea hasta el final en cada partido. No entiendo cómo he podido ganar al final", dijo Murray.
El tenista estuvo apoyado en todo momento por su madre Judy Murray y su novia Kim Sears, quienes estuvieron en las gradas contemplando cada golpe. El actor Sean Connery, Jon Hamm acompañado de Jennifer Westfeldt, Kevin Spacey y Alex Ferguson (el técnico del Manchester United) tampoco quisieron perderse este histórico encuentro.
Murray no se quiso separar del trofeo y posó ya al caer el sol junto a su novia, lleno de orgullo sabiendo que ese día lo recordará a lo largo de su vida y que ha roto con el maleficio después de 76 años sin que un británico ganase un título de Grand Slam.