Adriana Abenia es una mujer que derrocha alegría, simpatía y optimismo. Eso sí, es muy fácil ser positivo cuando todo te va bien, y a ella, hasta ahora, le ha ido bastante bien. Sin embargo, un intruso inesperado se coló en su cuerpo, y ella, dejó claro que su felicidad no se iba a marchar del todo pese a tener que hacer frente al peor trago de su vida.
El pasado mes de marzo, la presentadora tuvo que ser operada en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid: "Conmigo estaba mi familia, a los que les pedí sólo una cosa: que cuando subiera a planta me recibieran con aplausos y regalos", recuerda Adriana Abenia, que con sangre fría habló con el equipo médico que iba a operarla para dejarles claro dónde tenían que intervenir: "Yo advirtiéndoles de que el bulto era en el cuello, no fuera a ser que se equivocaran. Y por último, la máscara en mi cara y un susurro pidiéndoles que no me operaran todavía, porque aún no me había dormido".
Salió adelante gracias a su familia y amigos
"Cuando al despertar me vi afónica, todas mis ilusiones y mis sueños se desvanecieron de repente. No me importaba la dimensión de la cicatriz e incluso olvidé preguntar si era cáncer; tan sólo deseaba poder volver a reconocerme, reír y desarrollar mi trabajo y mi vida con normalidad. Había perdido mi voz y nadie me aseguraba al 100 % que volviera a recuperarla. Mentí al mundo y disfracé de anginas y afonía pasajera una paresia en la cuerda vocal izquierda, dañada por tracción de uno de los dos nervios recurrentes al sacar el tumor, demasiado grande. Me prohibieron hablar por teléfono y llorar, esto último fue lo más difícil de cumplir", recuerda Adriana Abriana, que vivió unas semanas de pesadilla.
Pese a todo, y tras una dura recuperación, ha vuelto a recuperar su voz, a sonreír y a disfrutar de una felicidad que quiso escapar de su vida. Ella no lo permitió, ni tampoco su marido, sus padres, su abuela, su hermana, sus suegros y sus amigos, que han estado pendientes de que estuviera bien y que se recuperase. Afortunadamente, así ha sido.